Estampida de ministros en Moncloa

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Los comienzos del primer gobierno de Pedro Sánchez fueron convulsos. En apenas seis días se produjo la primera dimisión, la del malogrado ministro de Cultura Màxim Huerta por haber tributado a través de una sociedad interpuesta durante su etapa como presentador de televisión. Apenas tres meses después, la titular de Sanidad Carmen Montón seguía su estela por supuestas irregularidades en un máster, a pesar de contar con el respaldo del presidente. Tras estos dos golpes, que obligaron a buscar un relevo sobre la marcha, el Ejecutivo socialista se convirtió en un bloque monolítico –cuya esencia aún pervive hoy en el de coalición– que se hizo impermeable –«piel de pingüino», que diría el propio Sánchez– ante las polémicas y las peticiones de dimisión de la oposición que, por muy graves o erosionadoras que hayan sido, no han tenido ningún efecto.

Misma dinámica se sigue en la actualidad, a pesar de que desde enero se han sucedido las polémicas: el «Delcygate» para José Luis Ábalos, la crisis en la Guardia Civil para Fernando Grande-Marlaska, la gestión del coronavirus para el ministro de Sanidad o los enfrentamientos dentro del Gobierno entre Pablo Iglesias y Nadia Calviño y María Jesús Montero o entre Carmen Calvo e Irene Montero. Sánchez ya dejó claro que su Gabinete es para cuatro años, descartando dimisiones. Aunque las polémicas cerquen al Gobierno, el Ejecutivo ha decidido blindarse y no mostrar ningún síntoma de debilidad frente a lo que consideran una ofensiva de la oposición para desestabilizarles. En Moncloa creen que el PP y Vox han utilizado el coronavirus para intentar «derrocar al Gobierno legítimo». «No les vamos a dar el gusto», afirman fuentes socialistas.

Sin embargo, la presión y las tensiones internas comienzan a pesar en algunos ministros que buscan una vía de escape y, aunque Sánchez se haya propuesto mantener prietas las filas, la estampida podría ser una realidad. Al menos son tres los titulares del actual Gabinete que valoran optar a puestos de responsabilidad ligados a su trayectoria y lejos de La Moncloa. Unas salidas que obligarían a realizar una remodelación del Gobierno y que pondría en bandeja la posibilidad de extenderla más allá de las carteras que queden vacantes, para dar un impulso a otros ministerios que han quedado muy tocados en estos apenas cinco meses de mandato. En Moncloa prefieren no pronunciarse sobre este asunto para no mostrar síntomas de debilidad, «no estamos en eso», aseguran, pero tampoco descartan los cambios. Son el ministro de Ciencia, Pedro Duque, y la de Exteriores, Arancha González Laya, quienes tienen opciones de liderar organismos internacionales como la Agencia Espacial Europea (ESA), el primero; y la Organización Mundial de Comercio (OMC), la segunda. Se trata de dos ministros de perfil bajo, cuya escasa visibilidad se ha visto acrecentada en la crisis del coronavirus. Duque mantiene la línea de la pasada legislatura, pero Laya ostenta una de las carteras de Estado y su falta de protagonismo contrasta con la de su predecesor, Josep Borrell.

Sánchez ya avaló estas candidaturas asegurando que «es un orgullo que haya candidatos de España tan cualificados para puestos tan importantes» y poniendo de relieve la capacidad de influencia de nuestro país en el exterior. «Este es un Gobierno que se ha movido en su elección por capacidad, mérito, y la confianza que generan dentro y fuera de España», señaló Sánchez. A las candidaturas de Duque y Laya se suma la de la vicepresidenta Nadia Calviño para presidir el Eurogrupo, cuya postulación o no queda en manos de Sánchez. La ministra de Economía es la favorita para el cargo, tras la renuncia del portugués Mário Centeno a un segundo mandato, y emplazó al presidente español a tomar una decisión «en los próximos días» para decidir si opta. «El presidente del Gobierno tomará la decisión oportuna teniendo en cuenta el interés público», aseguró Calviño. En teoría, Calviño puede compatibilizar ambos cargos, el de ministra y vicepresidenta en el Ejecutivo español y la presidencia del Eurogrupo, pero hace tiempo que la responsable económica no se siente cómoda en el Gabinete.

Sus choques con Unidas Podemos son constantes, lo fueron a raíz de la respuesta a la crisis del coronavirus y el estado de alarma, y llegaron a su punto álgido cuando se rubricó el pacto con Bildu para tumbar de manera íntegra la reforma laboral a cambio de su abstención para sacar adelante la prórroga. En este capítulo, la vicepresidenta forzó, amagando con su salida, el cambio de criterio de los socialistas y siente que sus tesis no tienen predicamento dentro del Ejecutivo, frente al criterio de los morados. Además, asumiendo este puesto en Europa, Calviño coordinaría la respuesta económica de la UE a la crisis del coronavirus y esto sería muy beneficioso para España porque impondría una serie de criterios que harían más sostenible la forma de encararla, así como el gasto que ella ha supuesto.

(Ainhoa Martinez. Diario La Razón)

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