España, un país irrelevante en la política exterior: Sánchez nos condena al ninguneo

La política exterior de España está en una crisis profunda. El reciente desplante del secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, es un síntoma evidente de nuestra irrelevancia en el escenario internacional. Mientras Marco Rubio ha mantenido contacto con representantes de 80 países en sus primeros meses en el cargo, España ni siquiera ha recibido una llamada. Esta situación es el reflejo de una diplomacia fracasada, dirigida por un gobierno socialista-comunista que ha convertido a nuestro país en un actor de cuarta categoría. El secretario de Estado de EE.UU. ha dialogado con países de todos los continentes, incluyendo Francia, Reino Unido, Canadá, Marruecos, Israel y hasta pequeños estados como Esuatini (antigua Suazilandia) y Benín. Sin embargo, España ni siquiera figura en su agenda. ¿Cómo es posible que una nación que históricamente ha tenido un papel clave en el mundo -hispanohablante  y europeo- sea completamente ignorada? El motivo es claro: la política exterior de Pedro Sánchez y su gobierno de coalición socialista-comunista ha destruido la credibilidad de España en el extranjero. Lejos de actuar como una nación soberana, el gobierno de Sánchez ha optado por una diplomacia sectaria, basada en la propaganda ideológica, en la mentira y en la sumisión a intereses de terceros países.

El gobierno de Sánchez ha destruido las relaciones con países aliados tradicionales como EE.UU., mientras se alinea con regímenes dictatoriales de Hispanoamérica como Venezuela o Cuba.  En lugar de fortalecer la posición internacional de España, Sánchez y su equipo han preferido centrarse en imponer una política exterior basada en la ideología de izquierda radical, alejada de los intereses reales de la nación.El problema no es solo el desprecio de Washington. España también ha perdido peso en la Unión Europea y en el panorama internacional. Además no ha tenido personalidad propia actuando como títere de terceros países. Y eso lo saben en el exterior. La falta de liderazgo, el sometimiento a las políticas de Alemania.  Francia e incluso Marruecos, y la ausencia de una estrategia clara han relegado a nuestro país a un papel secundario. Mientras otros estados refuerzan su influencia, España se limita a seguir las directrices dictadas desde Bruselas o de terceros países -el caso de Marruecos es sintomático-, sin defender sus propios intereses.El resultado de esta política exterior desastrosa es evidente: nos ningunea todo el mundo. Nuestra voz no cuenta en las decisiones clave, no somos un socio confiable y la credibilidad de España está en su punto más bajo. Sánchez ha llevado a la diplomacia española al borde del abismo, y la única solución pasa por un cambio radical en la dirección del país. Necesitamos un liderazgo fuerte, basado en la defensa de la soberanía nacional y en una política exterior que priorice los intereses de España por encima de los intereses de otros países.La inacción de Albares y el desprestigio del gobierno de Sánchez no pueden seguir lastrando el futuro de España. Nuestro país merece recuperar su protagonismo en la escena internacional y volver a ser respetado. Pero para ello, es imprescindible un cambio de rumbo que devuelva a España la dignidad y la relevancia que nunca debió perder.

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