El 28 de febrero de 1976, a las 11 de la mañana, el teniente coronel Valdés, con el corazón encogido y la mirada perdida en el horizonte infinito del desierto, arrió por última vez la Bandera Española en la azotea del Gobierno General del Sáhara. Aquel momento, cargado de solemnidad y dolor, marcó el fin de casi un siglo de presencia española en el territorio saharaui. No fue solo el descenso de un emblema; fue el símbolo de una herida abierta en el alma de una nación que, por circunstancias políticas y traiciones internacionales, vio cómo se desvanecía uno de los últimos vestigios de su imperio. Este artículo no solo relata brevemente el hecho histórico, sino que quiere profundizar en el significado de aquel acto, en las emociones de quienes lo vivieron y en las consecuencias que aún hoy resuenan en la memoria colectiva de algunos en España.
El contexto histórico: España en el Sáhara
El Sáhara Occidental había sido una posesión española desde 1884, cuando el explorador Emilio Bonelli estableció los primeros acuerdos con las tribus locales. Durante décadas, España mantuvo una presencia discreta pero firme en el territorio, explotando sus recursos naturales, especialmente los fosfatos, y estableciendo una administración colonial que, aunque modesta, dejó una huella imborrable en la región. Sin embargo, a mediados del siglo XX, el clima político internacional comenzó a cambiar. La descolonización se convirtió en una tendencia imparable, y España, bajo el régimen del general Franco, se vio presionada para abandonar sus territorios africanos.
La presión internacional y el abandono
La década de 1970 fue especialmente convulsa para España en el Sáhara. La ONU, las potencias internacionales y los movimientos independentistas locales, como el Frente Polisario —alentados, con seguridad, por las promesas del entonces rey alauí Hassan II— ejercieron una presión cada vez mayor sobre el gobierno español.
Estados Unidos jugó un papel indirecto pero influyente. Aunque no intervino de manera directa, su apoyo a Marruecos, un aliado estratégico en la región durante la Guerra Fría, contribuyó a fortalecer la posición marroquí en el conflicto. Esto se evidenció con la Marcha Verde de 1975, cuando Marruecos reclamó el territorio del Sáhara Occidental. La política exterior estadounidense, más enfocada en contener la influencia soviética que en resolver disputas territoriales, permitió que Marruecos avanzara en sus pretensiones, lo que complicó el proceso de autodeterminación del pueblo saharaui y dejó un legado de conflicto no resuelto en la región.
Los ataques del Frente Polisario a intereses españoles en el Sahara Occidental se enmarcaron en el contexto del conflicto por la «descolonización» del territorio, que tuvo su punto álgido en la década de 1970. El Frente Polisario, fundado en 1973, surgió como un movimiento de liberación nacional que buscaba la independencia del Sahara Occidental frente a la administración española. A medida que España comenzó a mostrar signos de retirada, el Polisario intensificó sus acciones, incluyendo ataques contra infraestructuras y intereses españoles en la región, como líneas ferroviarias, atentados a pesqueros españoles (canarios especialmente) que faenaban en el banco sahariano, puestos militares y explotaciones de fosfatos, con el objetivo de presionar a Madrid para acelerar su salida y evitar una anexión del territorio por parte de Marruecos o Mauritania.
Uno de los episodios más destacados fue el ataque a la explotación de fosfatos de Bu Craa, una de las principales fuentes de riqueza del Sahara Occidental, que fue saboteada en varias ocasiones. Estos ataques no solo buscaban debilitar económicamente la presencia española, sino también llamar la atención internacional sobre la causa saharaui.
El Acuerdo Tripartito de Madrid, firmado el 14 de noviembre de 1975 entre España, Marruecos y Mauritania, determinó el futuro del Sáhara. España cedió la administración del territorio a estos dos países, pasando por alto las aspiraciones independentistas del pueblo saharaui. Este acuerdo se llevó a cabo en un momento crítico: el general Francisco Franco, entonces jefe del Estado, se encontraba en estado terminal, y el príncipe Juan Carlos, próximo a asumir el trono, ejercía interinamente las funciones de jefe del Estado. El príncipe Juan Carlos, interesado en consolidar relaciones con Estados Unidos ante su inminente reinado, respaldó esta decisión durante el periodo de enfermedad de Franco. Esta situación propició una decisión que muchos consideramos ignominiosa, intentando justificarla ante el pueblo español como una medida para evitar una guerra larga y dura al inicio de su reinado como Juan Carlos I.
El día del adiós: 28 de febrero de 1976
El 28 de febrero de 1976 fue un día de luto para los españoles que aún permanecían en el Sáhara. A las 11 de la mañana, el teniente coronel Valdés, al mando de las fuerzas españolas en la región, subió a la azotea del Gobierno General en El Aaiún. Allí, frente a un pequeño grupo de militares y funcionarios, procedió a arriar la Bandera Española por última vez. El silencio era sepulcral, roto solo por el sonido del viento del desierto. Para muchos de los presentes, aquel momento simbolizó no solo el fin de una época, sino también la sensación de haber abandonado a su suerte a un pueblo que durante décadas había confiado en España.
Las consecuencias del abandono
El abandono del Sáhara por parte de España tuvo consecuencias dramáticas. Marruecos y Mauritania se repartieron el territorio, pero pronto estalló un conflicto armado con el Frente Polisario, que luchaba por la independencia del Sáhara Occidental. Mauritania renunció a sus pretensiones en 1979, pero Marruecos mantuvo su control, estableciendo una presencia militar y administrativa que perdura hasta hoy. El pueblo saharaui, dividido entre los campos de refugiados en Argelia y los territorios ocupados, sigue reclamando su derecho a la autodeterminación. Para España, el Sáhara se convirtió en una herida abierta, un recordatorio de una época en la que, por razones políticas, se renunció a un territorio y a un pueblo que había sido parte de la Nación.
Reflexión final: El 28 de febrero de 1976 no fue solo el día en que el teniente coronel Valdés arrió la Bandera Española en el Sáhara; fue el día en que España perdió una parte de sí misma. Aquel acto, aparentemente simbólico, representó el fin de una era y el inicio de una traición histórica que aún hoy duele en el corazón de la Patria. El Sáhara no era solo un territorio; era un pedazo de España, un lugar donde nuestra Bandera ondeó con orgullo durante casi un siglo. Hoy, mientras el pueblo saharaui sigue luchando por su libertad, España debe reflexionar sobre aquel día y preguntarse si hizo lo suficiente por defender lo que era suyo.
En tiempos recientes, la postura del gobierno español sobre el Sáhara Occidental ha completado la ignominia. En una decisión unilateral, sin consultar al Consejo de Ministros, al Consejo de Estado o al Parlamento, y en contra de las resoluciones de Naciones Unidas —que abogan por una solución negociada entre las partes—, el presidente Pedro Sánchez anunció su apoyo a la propuesta marroquí de convertir el Sáhara Occidental en una región autónoma bajo soberanía de Marruecos. Esta decisión, tomada 46 años después de la retirada española, ha reavivado el debate sobre el papel de España en el conflicto y sus responsabilidades históricas.
Porque una nación que olvida su historia está condenada a repetir sus errores, y una nación que abandona a su gente pierde algo más que territorio: pierde su honor.
Así pues, va también por Ceuta, Melilla, el Peñón de Vélez de la Gomera, el Peñón de Alhucemas, las Islas Chafarinas y el islote de Perejil. ¡Viva España, que prevalezcan siempre la justicia, la dignidad y que nunca más se arríe nuestra Bandera por cobardía, traición o conveniencia política!
Gracias por leerme.
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2 comentarios en «El último adiós: El día en que España perdió el Sáhara y el teniente coronel Valdés arrió la Bandera de la Patria | Albert Mesa Rey»
¿pasará lo mismo con Ceuta y Melilla?… se puede preguntar a sanchez
Así que Usa «Estados Unidos jugó un papel indirecto pero influyente».
Carajo, si es más indirecto invade Madrid (ya lo había hecho con el «príncipe»).
Usa ha sido (98), fue (en en el Sáhara en 1957 y 1975, y enmedio volando a Carrero), y está siendo (reconociendo el Sáhara Marroquí = entregarles Canarias, empezando por sus aguas, que ya las han ocupado) el ARRIETE de España.
Y en todas las ocasiones anteriores con la complicidad-coautoría de los Borbones.
Lo demás es ensueño borbónico-liberal y ganas de engañarnos.