El Golfo de América | Juan Hernández Hortigüela

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La noticia ha surgido esta semana, cuando el Presidente Donald Trump afirmó que cambiará el nombre del Golfo de México, por el de Golfo de América, con la excusa de que es “un emblema de la identidad americana” , Desde los primeros minutos de su elección como Presidente de Estados Unidos, el Sr. Trump no ha parado de firmar decretos, y alimentar noticias de decisiones futuras, similares a la del Golfo de México, que afectan a varios países occidentales, y a alguna que otra a los orientales. Pero doctores tiene USA para juzgar la política de su Presidente que, por cierto, ha sido elegido con la mayoría de los votos disponibles de sus paisanos. Nada que objetar a esta cuestión.

Lo que sí es cuestionable, criticable y digno de mejor docencia, es su ignorancia u olvido histórico. Naturalmente, los Estados Unidos de América acaban de llegar, (admítase el paradigma), a la Historia del mundo. Cuando Estados Unidos comenzó a ejercer como país independiente, fue en el año 1776, al romper sus lazos con la Corona Británica y sus 13 colonias, ubicadas en el Este de su país. Pero, Trump, y muchos norteamericanos, compatriotas suyos, han intentado siempre buscar otros lazos históricos que no poseen, y cuando esto intentan, suelen meter el remo hasta el fondo del fango. Pero allá cada quien cuando ante estas decisiones arbitrarias que afectan a su país, se dejan pasar, sin una respuesta histórica o, cuando menos, moral

Lo que los historiadores independientes españoles, sin condicionamientos políticos de ninguna clase deben hacer, es responder siempre, de una manera automática, cuando estas manifestaciones pseudo-históricas representan un daño material, moral o estético, a nuestra propia Historia.

Le peguntaríamos al Sr. Trump, ¿Cuáles son la señas de identidad de los Estados Unidos de América?

Ningún país del mundo se libra, históricamente, de reconocer que sus señas de identidad no son únicas y que, se quiera o no se quiera, nuestro pensamiento identitario se conforma con muchas decisiones extra nacionales que nos enseña la investigación histórica. Es decir, para que se entere el Sr. Trump, su país antes de ser independiente, en el siglo XVIII, otras naciones, por ejemplo España, ya andaban por esos mundos de Dios, casi tres siglos antes, luchando mucho por llevar la cultura occidental, cuyas principales señas de identidad, su origen, ha sido, aunque algunos les pese mucho, la cultura romana y el cristianismo. Cultura occidental que ha representado, y han aceptado siempre, los Estados Unidos de América.

A partir de mediado el siglo XIX, es decir, el ayer histórico de Estados Unidos, se proclamó en ese país el Manifiesto Destino (Destiny Manifest), mediante el cual los ciudadanos norteamericanos se declaraban más virtuosos que nadie, que se podían extender por cualquier parte del mundo, convirtiendo ese ”viejo” mundo a imagen y semejanza de Estados Unidos, y amparados por Dios, cristiano, por cierto, cuya protección se aseguraba.

Desde entonces, USA no ha parado de extenderse por donde le ha apetecido, sin reparar en medios, ni en sistemas legales, más o menos inventados. Claro está que tampoco hay que criticar en demasía esta expansión, cuando ha sido capaz de alcanzar la supremacía mundial en la mayoría de los aspectos económicos, militares y políticos, que el mundo occidental y oriental reconoce en la actualidad. Europa, la vieja y  culta Europa, no ha sabido utilizar su grandiosa Historia para, siquiera, asomarse a corregir esa autoridad mundial de Estados Unidos. Así nos va, siendo los cultos europeos muy dependientes de las decisiones económicas, militares y políticas norteamericanas…

Pero, después de esta “entrada”, volvamos a navegar por los procelosos mares de ese Golfo de México, inventado, sin discusión posible, por los muy bajitos y aherrojados españoles.

Hay que recordar y enseñar al Sr. Trump, que fue la Corona Española, la primera en llevar la civilización occidental (de la que este Presidente presume) al Golfo de México y sus alrededores. En el año 1512 los españoles descubrieron la Florida, situada en uno de los extremos geográficos de su país; y pocos años después fueron estos intrépidos bajitos españoles los que fundaron en ese córner geográfico norteamericano la primera ciudad, San Agustín, hoy considerada por usted, y sus paisanos, como la ciudad más antigua de su país. Gracias por ese reconocimiento. Y aprovechando que el hombre mayor, Juan Ponce de Léon, estaba por allí bebiendo el agua de la Fuente de la Eterna Juventud, se le ocurrió poner el nombre a un cabo, llamado Corrientes (que ustedes llaman hoy Cañaveral) porque aprovechando el tiempo, el buen piloto Antón de Alaminos, nacido en Lepe, España, descubrió la muy famosa y beneficiosa Corriente del Golfo, de México, claro está.

Otro bajito español, en el año 1519, llamado Alonso Álvarez de  Pineda, recorrió toda la costa de ese Golfo de América, que usted ha bautizado in continenti, reconociendo la desembocadura del rio Misisipi, y fundando alguna ciudad que otra en la costa texana. Los texanos lo saben bien, pregúnteselo, verá como le enseñan enseguida los mapas que, con orgullo, exhiben.

Y fue otro español, llamado Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien, a partir del año 1526,  sufrió mucho siendo libre y esclavo, durante casi nueve años, recorriendo también esos Estados costeros de su Golfo de América, hoyando sus sandalias las tierras de sus actuales Estados de Alabama, Misuri, Luisiana (que antes era la Florida española) y Texas, hasta llegar a la ciudad de México.

Pero desde el año 1513 fue un español, también bajito y muy simpático, quien descubrió ese mar Pacífico que usted domina hoy, y que fue llamado durante dos siglos el Lago Español; cuatro años más tarde, los españoles se asomaron a la parte sur de su ya famoso Golfo de América, descubriendo y conquistando un bellísimo territorio que hoy es objeto de sus debilidades y preocupaciones, llamado Nueva España.

Para no calentarle más la cabeza al Sr. Trump, le recordaremos, por si no lo sabe, y para completar la situación geográfica del Golfo de México, que hay una españolísima Isla asomada a ese Golfo, muy próxima a la mencionada Florida, que se llama Cuba, que perteneció a la Nueva España, que cierra por el Este ese nuevo Golfo de América

Para terminar, Sr. Trump, le diremos que bien les parecerá a los norteamericanos, con Google a la cabeza, que se cambie el nombre del Golfo de México, pero los españoles siempre afirmaremos que la identidad de ese nuevo Golfo de América será española cien por ciento, y nunca será una seña de identidad norteamericana.

Intuimos que, a los mexicanos, no les gustará ese cambio de nombre de su Golfo; y los españoles, aunque ya es muy tarde para movimientos nacionalistas y absurdos, no podremos ahora reprochar a este país amigo que mantuviera  ese nombre a un Golfo cuyo título más idóneo, e históricamente correcto, hubiera sido llamarle, por derecho, Golfo de Nueva España.

Esa es su verdadera identidad, Sr. Trump. No nos invente usted las sopas de ajo en España porque hace ya muchos siglos que los españoles las comieron cuando se pasaban “canutas” en el siglo XV.

Si usted piensa un poco más en la Historia del mundo, llegará a la conclusión de que, salvo retazos ingleses y algunos franceses (muy escasos en la Luisiana y Florida) desde ese Golfo de Nueva España, nuestro país, España, se podría considerar, además, como la inventora de su gran nación, los Estados Unidos de América. Quedo a su disposición para contárselo, cuando usted tenga algo de tiempo.

Ah! Se me olvidaba. En el gran recinto circular del Capitolio, donde hace unos días, en sin par ceremonia, le entregaron a usted la llave de USA, no estoy seguro de que se diera cuenta de que, entre las estatuas de los Padres de su Patria que adornan el rededor del recinto, hay un hombre español, más bajito todavía, (apenas medía metro y medio) que se llamaba Júnipero Serra. Pero esta Historia se la contaré en otra ocasión, Sr. Trump.

Madrid, días de golfos geográficos, y de los otros, a 1 de febrero de 2025

Juan Hernández Hortigüela | Historiador y escritor

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