El Ejecutivo anunció a bombo y platillo un programa de actos y exposiciones para marcar la agenda, pero ha quedado diluido, ha quedado en nada.
Pedro Sánchez lo ha vuelto a intentar… y ha vuelto a fracasar. El pomposamente anunciado «año antifranquista» se ha quedado, por ahora, en 49 actos vacíos, con solo 8 ministros de 22 participando, y una desoladora imagen de salas desiertas, ministros ausentes y una ciudadanía completamente indiferente. Este intento desesperado por desviar la atención de los graves problemas estructurales que atraviesa España, así como de los múltiples casos de corrupción que afectan directamente a su entorno familiar, no ha conseguido más que evidenciar lo que ya es un secreto a voces: al trilero Sánchez le está saliendo mal la jugada.
Ni siquiera los suyos se lo creen. No acuden a los actos, no los respaldan públicamente, y en muchos casos, ni siquiera los mencionan. El pueblo, por su parte, está harto de que se le manipule con el comodín de Franco. Ya no cuela. Es una estrategia caduca, previsible, y que insulta la inteligencia del ciudadano medio. El socialismo recurre al pasado para no afrontar el presente. Un presente que incluye cifras de desempleo preocupantes, inmigración masiva, inseguridad creciente, okupación impune, y una fractura institucional sin precedentes con la colonización salvaje de los medios de comunicación y la justicia.
Todo esto responde, como bien se ha sabido, a una maniobra diseñada por el gurú de estrategia Aleix Santamaría, quien, ironías del destino, ha terminado fichando por el Partido Popular. Eso significa una sola cosa: la jugada está completamente descubierta. Lo que queda es una obra mal representada, sin actores ni público.
El programa ‘España en Libertad’, presentado el pasado 8 de enero por Pedro Sánchez en el Museo Reina Sofía, debía ser la piedra angular de su nueva batalla cultural y movilización sin precedentes de su electorado contra la derecha. Pero tras tres meses y casi medio centenar de actos, el resultado es un absoluto desinterés. Sólo dos eventos han contado con «pesos pesados» del Ejecutivo: el de apertura y la presentación de la serie documental de RTVE “La conquista de la democracia”. El resto, humo, mucho humo.
El único que ha estado en 11 eventos, ha sido el titular de Política Territorial y Memoria Democrática, el filomasón Ángel Víctor Torres, Y no por casualidad, aparte de sus vinculaciones ideológicas, el masoncete canario es el ministro del ramo.
La comisionada, Carmina Gustrán, prometía mucho: “Habrá más de un centenar de actividades que queremos que sean más. Habrá expertos de 40 universidades españolas e internacionales. Queremos sacar el conocimiento a la calle e invitar a los ciudadanos. Se producirán películas, documentales, programas de radio y televisión para conocer, disfrutar y dialogar”.
La realidad, sin embargo, es que no ha habido conocimiento, ni ciudadanos, ni diálogo. Ha habido silencio, vacío y desinterés generalizado. La estructura creada para esta operación —comisionados, oficina, comité científico, comisión interministerial— ha generado sueldos de hasta 55.000 euros por cabeza, sin que se sepa exactamente cuántos integran estos entes ni cuáles son sus tareas reales. Más gasto, más opacidad, más burocracia innecesaria.
Los nombres académicos vinculados al proyecto podrán llenar papeles y justificar el relato de Moncloa, pero no pueden forzar a los ciudadanos a participar de una narrativa que ya no les interesa.
Esta estrategia, impulsada por una izquierda sectaria radicalizada, solo demuestra que el Gobierno ha perdido el pulso de la calle. Porque cuando hasta tus ministros te dan la espalda, es que el relato se ha roto. Y con él, toda la farsa. Parece que Franco gana batallas hasta después de muerto.
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