El Foro Económico Mundial pretende eliminar el 75% de los vehículos del mundo antes de 2050 | Javier Villamor

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En un reciente informe titulado La herramienta de puntuación de la movilidad urbana: Evaluación comparativa de la transición hacia una movilidad urbana sostenible la conocida institución privada supranacional ha propuesto la eliminación del 75% del parque móvil del mundo antes de 2050 como una de las soluciones definitivas para frenar el cambio climático.

La medida se añade a las planteadas por el organismo en los últimos años , que insiste en imponer sus planes. Una frase que está grabada a fuego en la mente de los ciudadanos es «no tendrás nada y serás feliz». Esto es, sin lugar a dudas, un paso más en esa dirección.

Reducir es el único objetivo

Según las estimaciones, en 2050 cerca del 70% de la población mundial vivirá en zonas urbanas. La tendencia es clara y no puede negarse. El abandono progresivo de las áreas rurales tal y como ocurrió en la Revolución Industrial supondrá un aumento de la presión urbanística y un reto para la gestión de la masa poblacional. El aumento de población supondrá el aumento de desplazamientos, así como la complejidad de las cadenas de suministros.

Esta es la premisa innegable a la cual aportan soluciones radicales. El Acuerdo de París es el marco conceptual con el que el Foro Económico Mundial (FEM) parte de base. Las ciudades deben ser «lugares sostenibles, saludables y prósperos» y para eso deben eliminarse el 75% de los vehículos privados con el fin de evitar que se viertan hasta 4.600 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.

El coche eléctrico ya no es suficiente

La industria automovilística lleva años en connivencia con los poderes políticos trabajando en el desarrollo de coches eléctricos con el fin de suplantar los motores de combustión por otros «no contaminantes». Éste es el relato que se ha utilizado para imponer la idea de que es clave la renovación de automóviles. Medidas como Madrid Central y la exclusión de vehículos de una edad determinada son propuestas recogidas en leyes para luchar, en teoría, contra el cambio climático.

Para el FEM, electrificar los vehículos ya no es suficiente. «Sólo si la electrificación se combina con un cambio hacia la movilidad compartida podrán las ciudades lograr las reducciones de emisiones necesarias, abordando al mismo tiempo problemas más amplios de congestión, salud y otros». Este organismo lo lleva diciendo mucho tiempo, no es de ahora.

Es más importante lo que no está proclamando el foro de Davos que lo deja por escrito. La movilidad compartida es la clave del futuro. Un ciudadano cualquiera no tendrá vehículo propio. Y si lo tiene, que sea eléctrico. Como no es posible construir vehículos eléctricos para toda la población por los materiales que utilizan, se entiende que seguramente no tendrá ninguno. En otro artículo se analizó la enmienda Ferrari, que excluye a los vehículos de gran potencia y producción limitada de las restricciones en motores de combustión.

La cifra ideal son 500 millones de vehículos. La conclusión es evidente: sólo los ciudadanos con rentas más altas podrán tener los vehículos más contaminantes y potentes; unos pocos tendrán eléctricos y el resto deberá compartir, como ocurre ahora en muchas ciudades. Y no porque los coches sean especialmente caros, sino porque la capacidad adquisitiva no para de descender año tras año. Para los que no puedan tener uno la solución planteada por el foro es «ampliar los sistemas de transporte público y compartido, conectados y autónomos, y crear ciudades más compactas aptas para los desplazamientos a pie y en bicicleta». Abogan por la ciudad de 15 minutos sin decirlo

El ciudadano común, el gran perjudicado

Aunque todas las propuestas semejantes se comuniquen señalando las ventajas que tendrá para el planeta y lo ecosostenibles que serán nuestras ciudades, el hecho indiscutible es que el ciudadano común es el gran afectado por estas medidas. Mientras que ninguno de los que forman parte de esta u otras instituciones internacionales da ejemplo renunciando a los vuelos privados, en cambio sí diseñan cuánto, cómo y por dónde podremos movernos «por el bien del planeta».

La excusa climática es una vieja conocida para las intenciones totalitarias de un reducido grupo internacional. Hace unos años este tipo de propuestas resultarían ofensivas y tendrían graves repercusiones. Hoy, sin embargo, parece que una parte de la población las ve con buenos ojos. Y gran parte de estos son las futuras víctimas de este tipo de medidas.

Javier Villamor | Periodista | La Gaceta

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