«El nacionalismo catalán y su “complejo de superioridad” les hace acoger todas las revoluciones sexuales y los postulados de la Agenda 2030»

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Cataluña es la segunda comunidad autónoma más poblada de España, pero las cifras de aborto y eutanasia están incluso por encima de su peso proporcional.

–Sí, eso es evidente en ambos casos. Para explicarlo, yo veo varios factores que confluyen, principalmente tres. En primer lugar, Cataluña fue la primera región de España que llegó a la posmodernidad. Siempre se ha sentido como «punta de lanza», e incluso en tiempos de Franco se veía a Barcelona como una sociedad liberal y liberada, frente a la conservadora Madrid. Pero la posmodernidad genera desarraigo y contiene unas dosis muy altas de nihilismo: la cultura nihilista no es compatible con la vida.

–Habla de tres factores, ¿cuál es el segundo?

–Yo creo que es el sistema sanitario. Cataluña tiene una tradición médica muy importante, y concentra un tejido sanitario y hospitalario muy denso, con grandes profesionales y centros punteros. Pues esto ocurre también en la cultura de la muerte: Cataluña ya era pionera en reproducción asistida, y cuando empezaron a abrirse abortorios privados en España, aquí se abrieron muchos, también por el gran negocio que suponen.

–El gobierno saliente, de ERC, se jactaba hace unas semanas de haber extendido el aborto quirúrgico a todos los rincones de Cataluña.

–Sí. Al contrario de lo que pueda ocurrir en otras comunidades, aquí el gobierno autonómico no pone ningún tipo de obstáculo, y el aborto está perfectamente institucionalizado. No son solo los centros privados, sino también en la sanidad pública… Y tú mención a los políticos nos lleva al tercer factor que observo.

–¿Que es…?

–El nacionalismo. Creo que actúa indirectamente, de dos formas. Primero, secularizando la sociedad: a medida que se desploma la práctica religiosa, se abandonan los límites morales al aborto. Y en segundo lugar, el nacionalismo siempre ha ido acompañado de un cierto complejo de superioridad. «Somos más modernos que el resto de España», entendiendo la modernidad como acoger todas las revoluciones sexuales y los postulados de la Agenda 2030, digamos. Es un aparente localismo que se apoya en un falso universalismo.

¿La diferencia con otras comunidades autónomas es algo intrínseco a Cataluña o es simplemente una cuestión de haber llegado a este punto antes?

–Claro, no se puede hacer una comparativa de «Cataluña está muy mal, pero Madrid –por ejemplo– muy bien», porque Madrid y el resto acabarán siguiendo los pasos. Vamos más avanzados, pero la debacle civilizacional y el fracaso de la cultura de la vida arrastra a todas las comunidades, y todas acabarán cayendo. De hecho, está estudiado que gente de fuera de Cataluña vienen a abortar aquí.

El nuevo presidente de la Generalidad, Salvador Illa, presentó su gobierno como basado en el «humanismo cristiano», pero mencionaba el «derecho al aborto» en su programa electoral. ¿Por qué cree que se da esta incoherencia?

–Es la esquizofrenia absoluta, pero así ha funcionado Cataluña durante 40 años. Convergencia y el PSC, los dos grandes partidos que han vertebrado la política catalana, nacen de entornos cristianos. Convergencia nace en Montserrat, al amparo de un clero catalanista, pero con la vocación de ser moderno. Y el PSC lo mismo: nace de las grandes redes de cristianos por el socialismo que habían surgido en la Acción Católica y en muchísimas parroquias de Cataluña. Y de ahí la contradicción: gente de misa y de derechas votando a Convergencia, cuando estos han hecho políticas antinatalistas o han promovido las parejas de hecho, la homosexualidad o la educación de género.

El proceso que analizábamos al principio, ¿cree que es reversible?

–Humanamente, creo que no, porque donde se asienta una cultura de la muerte… Tenemos paradigmas históricos, como la famosa caída demográfica del Imperio Romano, que ya era una cultura anticonceptiva. Para mucha gente, el aborto no deja de ser el último método anticonceptivo. No, es muy difícil revertirlo… a menos que hubiera una profundísima renovación espiritual. Pero aquí ya hablamos más de lo divino que de lo humano.

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