Las autoridades europeas trabajan desde 2021 en esta propuesta a pesar de las dudas sobre la privacidad ante el control total por parte del BCE
La digitalización de la economía es un proceso en el que llevamos inmersos años. Las tarjetas de débito o crédito fueron un primer paso. Las aplicaciones de telefonía permiten el envío de dinero y otras operaciones en apenas unos minutos. Otras herramientas como Bizum o plataformas similares permiten realizar envíos en cuestión de segundos.
El comportamiento del usuario se amolda a los avances tecnológicos con gran facilidad, en muchas ocasiones sin que este sea consciente de las implicaciones que existen a la hora de preservar la identidad, la privacidad o la seguridad de las transacciones.
Propuesta legislativa
El aumento de estas herramientas es la razón por la cual la Comisión Europea presentó el pasado 28 de junio una propuesta legislativa para poner en marcha un euro digital y la nueva fase comenzará a más tardar entre finales de 2023 y principios de 2024.
La cantidad disponible serían 3.000 euros por ciudadano a modo de prueba para estudiar el comportamiento inicial, limitaciones, etc. También se espera que esta moneda digital conviva con el dinero físico, al menos por el momento.
No es una criptomoneda
En contraposición a las famosas criptomonedas como el Bitcoin, el euro digital sería una moneda digital del Banco Central Europeo (BCE) y, por tanto, fácilmente controlable y rastreable por el BCE. Sería básicamente dinero electrónico. Según la Comisión Europea, el objetivo sería ofrecer a los consumidores una solución de pago alternativa a escala europea, además de las opciones ya citadas que existen en la actualidad. Los datos oficiales señalan que el 55 % de los ciudadanos europeos prefieren pagos electrónicos, un 22 % continuar con los pagos en metálico y un 23 % que no se posiciona.
En la práctica es cierto que no cambiará el día a día de los pagos y transacciones si se está acostumbrado a trabajar con las herramientas y aplicaciones digitales actualmente existentes.
¿Va contra la privacidad?
La única y gran diferencia es que con el euro digital todos los pagos quedarán registrados por el BCE. El rastro de cada usuario será muy simple de seguir y toda nuestra vida digital económica quedaría en manos de un solo ente: lo que uno come, viste, lee, etc. Estos datos son elementales para nutrir el análisis de lo que se conoce como Big Data. Si a esto se le suma el deseo de implantar el pasaporte digital europeo por parte de mandatarios como Ursula von der Leyen, el cóctel puede resultar realmente dañino para la privacidad y el deseado anonimato en determinadas áreas de la vida de los europeos.
Por poner un ejemplo actual, en China se utiliza algo semejante con el sistema de crédito social que permite saber qué ciudadanos son más o menos afines al Partido Comunista Chino y con eso tomar medidas a favor o en contra de estos. El resultado es una limitación de libertades básicas como movilidad o acceso a determinados empleos para aquellos que no dispongan de una puntuación alta.
(Con información de Javier Villamor | La Gaceta)