Se le retiró el soporte vital tras negarse a sus padres un traslado fuera del país.
La cultura de la muerte avanza inexorablemente. Esta vez no ha ocurrido en España sino en Gran Bretaña. El Estado ha legislado en contra de la vida y de los padres. Es un caso más en el que se muestra el evidente y perverso totalitarismo de un estado y de unos médicos que niegan a unos padres el derecho a decidir sobre la vida de sus hijos.
Alta Fixsler, la niña británica de dos años cuyos padres lucharon por mantenerla con soporte vital, murió la semana pasada después de que se le retirara dicho soporte. «Triste noticia, el soporte vital de la pequeña Alta Fixsler ha sido desconectada esta tarde y ha fallecido en el hospicio con sus padres a su lado», dijo un comunicado de un representante de sus padres, Chaya y Abraham Fixsler.
Al parecer, Alta Fixsler vivió durante más de una hora una vez que se le retiraron las máquinas.
Debido a una grave lesión cerebral sufrida al nacer, Fixsler no podía comer ni respirar sin ayuda y había pasado toda su vida en el Royal Manchester Children’s Hospital. Sus padres se opusieron a retirarle el soporte vital y lucharon para que siguiera recibiendo cuidados.
Los médicos habían dicho previamente que Fixsler sólo viviría unas horas tras su nacimiento debido a la gravedad de la lesión. El Manchester University NHS Foundation Trust, responsable de su cuidado, pidió permiso en mayo para retirar el soporte vital de Fixsler.
El caso de Fixsler atrajo la atención internacional cuando sus padres intentaron trasladarla del hospital de Manchester para que recibiera un tratamiento experimental en otro lugar.
Un portavoz de la familia Fixsler expresó su decepción por la decisión judicial de octubre que acabaría provocando la muerte de Alta, y pidió que se legisle para proteger los derechos de los padres a tomar decisiones médicas por sus hijos.
«Dedicamos nuestros mejores esfuerzos y argumentos de peso para continuar con los cuidados críticos de Alta y darle la mejor calidad de vida posible, y estamos consternados por la decisión tomada por el tribunal de acabar con su vida», dijo el portavoz. Y añadió: «Creemos firmemente que tomar decisiones que cambian la vida de los niños debería ser un derecho de los padres y es importante que abramos el debate en torno a esto. Pedimos al gobierno que revise la legislación actual y la cambie».
El padre de la niña, que es ciudadano tanto de Estados Unidos como de Israel, obtuvo un visado para su hija con el fin de llevarla a Estados Unidos para recibir atención médica. No se les permitió salir del hospital. Su madre también es ciudadana israelí.
En mayo, el Tribunal Superior británico falló en contra de los Fixsler, afirmando que la niña debía recibir cuidados paliativos y que se le debía retirar el soporte vital. El Alto Tribunal dijo que «Alta no tiene edad ni está en condiciones de conocer y adoptar los valores de sus padres».
La Justicia europea, a favor del crimen de estado
Tanto el Tribunal de Apelación como el Tribunal Supremo confirmaron la decisión del Tribunal Superior de retirar el soporte vital a Alta, al igual que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Los jueces dijeron que trasladarla del hospital no aportaría «ningún beneficio médico» y era arriesgado.
Tras perder sus recursos, los Fixsler preguntaron si podían sacar a su hija del hospital para que muriera en su casa. También se lo denegaron y un juez dictaminó que debía morir en un centro de acogida para niños.
Un hospicio, dijo el juez, «se adapta mejor a la necesidad de bienestar de Alta de recibir cuidados especializados al final de su vida bajo un sistema fiable, seguro y sostenible de cuidados de alto calibre protegidos de las interrupciones, al tiempo que permite, en la medida de lo posible y en consonancia con el interés superior de Alta, que la familia y la comunidad cumplan con las obligaciones religiosas sagradas de la fe judía ortodoxa».