Econoicos | Mariano Martínez-Aedo

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O «ecotalibanes» o «ecofanáticos» o «ecolocos» o como queramos llamarles. Aquellos que han asumido la ideología de un ecologismo extremo como una auténtica pseudoreligión, y que pretenden imponérnosla a todos hasta las últimas consecuencias.

Hoy ha crecido la conciencia ecológica, y todos entendemos la necesidad de respetar y cuidar la naturaleza y de no contaminar. Pero de ahí a sacrificar nuestra sociedad y nuestra vida a una ensoñación donde los animales, las plantas o la tierra son seres con «derechos» equiparables a los humanos, va una distancia inmensa.

Lamentablemente hoy existen estos econóicos en número cada vez mayor y, lo que es peor, han logrado en muchas partes llegar al poder, imponer sus ideas como dogma público asumido por la mayoría de los medios, seducir a muchos gobernantes, o simplemente han crecido al asumir muchos revolucionarios izquierdistas su bandera tras la caída del muro de Berlín. Por otra parte, sirven como excusa para otros objetivos del NOM.

Y Europa es la que está más infectada por esta alucinación colectiva. Así, pudimos asistir, días antes del inicio de la invasión rusa de Ucrania, a las críticas del comisario europeo a Putin porque con sus movimientos «distraían del principal problema: el cambio climático».

Otros ejemplos a nivel nacional, entre los miles de estas actuaciones surrealistas pero reales, son la ley sobre «derechos animales» o las actuales pretensiones podemitas de dar «derechos» también a los árboles o de establecer el delito de «»ecocidio» como juzgable por el Tribunal Internacional.

Sin embargo, todavía la gente compra ese ecologismo desaforado como bueno y no se rebela ante los pasos cada vez más desquiciados hacia esa utopía inhumana.

Porque mientras se llegan a extremos absurdos en estos delirios (eso sí, impuestos legalmente, con fuertes penas si se incumplen), esos mismos «ecologistas» legislan contra el ser humano, desprecian la ecología humana, atacando la familia y promueven el aborto humano como derecho junto con la prohibición de cualquier daño a los animales.

En suma, aunque parezca ridículo pero es trágicamente real. Es necesario despertar y denunciar esas aberraciones. Es urgente parar las medidas en marcha y derogar las ya aprobadas. Ni los animales ni la tierra tienen derechos, sólo los humanos podemos tenerlos. Y todo lo que vaya en contra de esta situación sólo provocará dolor y desastre social. No podemos seguir aceptando acríticamente estás medidas sí no queremos suicidarnos como sociedad.

Mariano Martínez-Aedo es Presidente del Instituto de Política Familiar (IPF)

 

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