Decencia | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Hace unos pocos días nos decía, desde la capital del imperio, “Antonio”, nuestro sátrapa particular, que si bien la presentación de las candidaturas de CUARENTA Y CUATRO TERRORISTAS convictos y confesos, que sepamos, pues de los más de mil asesinados en España por supuestamente los terroristas de ETA, desconocemos los autores de más de Trescientos. Algo, que, en cualquier democracia, ¿si existe?, sería causa más que suficiente para no autorizar esas candidaturas. Mejor dicho, ni siquiera para autorizar a los partidos políticos que las avalan.

Pero, esto es “el reino de taifas”, donde los chanchullos y la corrupción política y social crece como la espuma de un champagne recién descorchado y, donde el plato de lentejas se mide en “enchufes” y “poder”. Porque ese es el tema. El poder, que da acceso a lo demás: dinero, dinero y dinero, en definitiva. En este País, donde la inflación crece alegremente, donde los presupuestos que no necesitan aprobación y pueden ser ejecutados sin que se valoren y ni siquiera se anuncian, se suman unos a otros automáticamente. Un país, en definitiva, donde se hacen cuatro contratos de 9.999 euros a empresas, para sumar los 40.000 euros, menos cuatro euros, que se pagan finalmente al amiguete que con ese dinero cambia las flores marchitas de las calles de una ciudad del Sur de Madrid.

Donde se ponen a convictas y confesas asesinas que no han cumplido su condena, y se pueden presentar a la alcaldía de una capital, pero lo hacen por un partido de izquierdas. Mientras, el partido de la “ultra-derecha” es tan cateto que exige a todos sus candidatos previamente el certificado de antecedentes penales, aunque sea público y notorio, como diría un yankee que tiene un pasado más limpio que las sabanas de un predicador. Pero, eso sucede, porque los mismos que presentan 44 terroristas reconocidos, dirían a los cuatro vientos y en sus medios de comunicación que pagamos todos, barbaridades de ese partido y lo darían aire, mientras ellos tienen varios diputados, que en su momento fueron protagonistas y condenados por sus temas de terrorismo o cualquier otra ilegalidad.

Pero la mayor de las ilegalidades es precisamente el asesinato y, por supuesto, el no arrepentirse de ello, como sucede con algunos que ocupan u ocuparan sillones en la representación del pueblo soberano. Lo peor ni siquiera es eso, sino que presumen y presumirán de ello. Y las familias de los asesinados tendrán que agachar la cabeza y casi seguro irse de sus pueblos o ciudades, porque los asesinos y sus cómplices ocuparan las instituciones y desde allí perseguirán a quien no solo perdió un ser querido, sino también fue ya estigmatizado tras la muerte de su familiar, su amigo o su deudo.

En mis programas de radio de este fin de semana he recordado al “Caballero Alumno Cadete” que en la Academia de Suboficiales del Ejército de Tierra vivía y dormía en la camareta frente a la mía. Años después, dos cobardes le esperaron en un paso de peatones, y cuando llego a él tuvo que frenar para darles el paso preferente. Los dos asesinos dispararon contra él y su acompañante. Dispararon tantas veces como balas se encontraron en los asesinados: TREINTA Y CUATRO BALAS. Toda una heroicidad por parte de Urrusolo Sistiaga y su acompañante en la tarea de asesinar. Hicieron bien parte del trabajo, que fue parar un pequeño vehículo Ford Fiesta, un poco más chapucero fue asesinar a un sargento primero y un brigada músicos, aunque alguien pueda pensar que un clarinete es un arma peligrosa, pero necesitar TREINTA Y CUATRO BALAS para asesinar a dos hombres desarmados, indica claramente la calidad como asesinos de los dos etarras.

Urrusolo Sistiaga, que sepa, asesinó a 16 personas y secuestró a otras dos. En febrero de 2016, tras 19 años de cárcel, salió en libertad, pues dijo haberse arrepentido. Dieciséis muertos, dos secuestrados. Un año por cada delito y, que yo sepa, este asesino se pasea por las calles de su pueblo o del de usted. Y no solo eso, sino que, si se hubiese suicidado, “Antonio” hubiese hecho un comunicado diciendo lo mucho que sentía su muerte. Juan Antonio Querol Queralt, murió un 16 de enero de 1992. Hoy estaría casi recién jubilado, pero estaría vivo. Si falleciera mañana, estoy seguro que “Antonio” no le enviaría ningún mensaje de pésame a su familia.

Cuatro de los cuarenta y cuatro terroristas, que sepamos, que se presentan a las elecciones tienen sus manos manchadas de sangre, de víctimas inocentes, de víctimas que en las provincias vascongadas calificarían de: ¡Algo habrán hecho! Para que ETA acabase con ellas. En el caso de Juan Antonio, tocar el clarinete, algo verdaderamente opresor para los libertadores de las provincias vascongadas y que van a votar a esos cuarenta y cuatro, sin ningún empacho. Simplemente los votaran por que sí.

Ahora lo preocupante, lo verdaderamente preocupante, es que el Presidente del Consejo de Ministros de España, esté sentado presidiendo ese Consejo, gracias al apoyo de los compañeros de los asesinos de ETA, gracias a personas como la portavoz de Bildu, a la que usted paga el sueldo y le da poder, cuando vota a Podemos o PSOE. Una mujer que, desde su pasado, como directora de un periódico financiado con su dinero, una mujer que señalaba a los asesinos sus objetivos desde las páginas de su periódico, estará tomando un chiquito y una tapa, mientras usted lee esto.

Pero la culpa no es de usted, es de todos los españoles, que consentimos que “Antonio” diga en la puerta de “la Casa Blanca”, sede del emperador, lo que dijo. Hablo de legalidad y luego condenó verbalmente la indecencia de lo que estaba sucediendo. Acuérdese de eso cuando usted vaya a votar el día 28. Y ante tanta indecencia democrática, ahí lo dejo…

José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional.

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