Cuando es imposible seguir el ritmo | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Queridos amigos y lectores, siento deciros que estoy desazonado por la situación. Y, ¿por qué? Sencillamente, no soy capaz de seguir el ritmo de descubrimiento de chanchullos, trinques, traiciones, estúpidas explicaciones, aún más estúpidas acusaciones para desviar la atención. Y así, hasta el infinito de la vorágine en la que están metidos los, las y les, protagonistas de esta mascarada que se llama la política en nuestro Patria.

 

Lo de esta semana es lo mismo de todas las semanas, desde que el crecimiento en espiral surgió en el devenir de nuestra vida política. En realidad, debiéramos hablar de la vida delincuencia de esta, la actual generación, de trincadores profesionales, de corruptos patológicos, de ladronzuelos de mucho presumir, pero poca profesionalidad en lo suyo. Y no me refiero a su capacidad y talento político, sino a lo cutres y poco profesionales en lo que realmente hacen a diario, que es, ni más ni menos, que llevárselo crudo. Son de tal bajeza que ni siquiera podemos decir que se llevan la “pasta gansa”. Estos tienen tan pocos escrúpulos y son tan miserables que prefieren llevarse la caja y de paso pedir un préstamo al banco, en este caso el europeo, o el que sea, para además dejar endeudado a quien le han levantado la cartera de una forma tan indecente.

 

Pero vayamos al principio de la cuestión, del tema que nos trae a mal traer desde hace relativamente poco, aunque podríamos empezar hace relativamente mucho, casi mejor. Si ustedes recuerdan algunos escritos míos, se habrán dado cuenta que yo siempre retrotraigo nuestros problemas con los sinvergüenzas profesionales a años antes del fallecimiento del anterior, así mismo del anterior, Jefe del Estado. Como ya les conté anteriormente, las multinacionales de Wall Street pagaron, no sabemos si mucho o poco, a personajes que encubrieron las prospecciones petrolíferas en Guinea para que, cuando España renunciara a extraer conjuntamente con Guinea ese petróleo y ese gas, las empresas norteamericanas que subvencionan a la “granja de Langley”, pues subvencionará de paso a los que mandan en los terrenos de esa parte de África.

 

Tres cuartos de lo mismo sucedió con el Sáhara, aunque ahí la cosa estuvo más difícil, porque el gobierno de principio de los años setenta del siglo pasado, sí sabía lo que había debajo del desierto sahariano. De modo que, ante el “no” de quien controlaba la situación aquí, le enviaron al cielo con escolta y coche incluido. Siguiendo hacia el siguiente de la lista a convencer, no hubo gran problema, pues estaba “pelado” económicamente y distaba de tener claro su futuro. Unos millones después y un seguro de buena vida acompañando, facilitaron el que los que iban a ser subvencionados desde la Germanía socialdemócrata, tampoco pusieran pegas al fabuloso negocio que se veía venir, y acabó viniendo. El año 1975 será clave, y el 1978 el de la señal de salida para el concurso de quien se llenará antes los bolsillos.

 

De modo que desde ese momento empieza la carrera por el premio más gordo, competición libre en la que ni el “pelado” que no tenía muy buen futuro, ni sus compañeros de elección de las mejores artistas del cine, la televisión, o lo que sea en los castings que realizaban cerca del Paseo de la castellana, decidieron no pisarse entre ellos. Ya saben, entre bomberos no hay que pisarse la manguera. Y el que cada uno realizara sus negocios sin cortapisas se puso de moda. Si ustedes se molestan en echarle un vistazo a la prensa de la época, menos subvencionada que la actual, pero tecnológicamente más identificada, encontrarán igual que ahora, auténticos chanchullos, pero similares a los actuales, es decir cutres hasta decir basta.

 

Temas como el del “Casino Militar de Madrid” del que “el hermanísimo” gestionará su venta a El Corte Inglés, hasta que el notario que tenía que realizar las escrituras de compraventa, entre la citada empresa y el Ejército, descubrió que los dueños eran los socios y no era patrimonio del Ministerio. No tuvo tanta suerte el de la Plaza de Cataluña en Barcelona, que estaba en situación similar, pero nadie se dio cuenta. Luego, un tupido velo cubrió el despiste notarial. Vean, por lo tanto, que nada nuevo bajo el sol. ¿De qué estoy hablando, pues? De cerca del treinta por ciento de las propiedades del actual Ministerio de Defensa que fueron enajenadas en esos primeros años setenta-ochenta del siglo pasado. Y dirán ustedes, ¿qué tiene que ver eso con lo de ahora? Pues todo.

 

Ahora que ya apenas se puede trincar vendiendo propiedades de la Administración, después de que se pasase de un déficit del estado estructural, es decir, menos del cinco por ciento, del presupuesto de 1975, es decir, menos que nada, a en la actualidad un par de billones de euros en este momento. Lo cual es fatal, porque ese “3%”, que en realidad era mucho más al final de cualquier proyecto, llegó a una situación en que la vaca no daba más leche. Prueba de ello es el estado de las carreteras de este país, que tan bonitas lucían hace veinte años y que tan mal están ahora.

 

En definitiva, y voy terminando, los hermanos mayores de los que ahora nos desgobiernan, habían secado las ubres de la vaca y, además, habían hecho los deberes, es decir, habían conseguido que el trinque, aun siendo escandaloso, pasase desapercibido. Pero…, “no sirvas a quien sirvió y etc.…” porque, cuando las nuevas generaciones, que se formaron a la sombra de los de aquel trinque llegaron a mayores, tenían los bolsillos lo suficientemente vacíos como para querer llenarlos como fuera, siendo las prisas malas consejeras. Y lo primero que hicieron fue no respetar lo de no pisarse la manguera. De ahí que alguien se tuvo que ir a vivir a las playas del Golfo Pérsico, y otros se buscaron pasaportes americanos de países sin extradición.

 

Por eso la avidez, las prisas en trincar y la falta de valores morales que imprime un sistema partidocrático han llevado a que, sin ningún tipo de remordimiento, se haya jugado con la salud de los demás. Recuerden el número desconocido de fallecidos en las residencias de ancianos, o lo que viene cuando nos pongamos al nivel de lo que en U.S.A. se está poniendo en valor con las vacunas. Mientras aquí se ha trincado a la primera, con absoluto descontrol y sobre todo sin guardar las apariencias. Es decir, si los demás han trincado y no pasa nada, pues yo, ¡a saco! Y ahí lo dejo…

 

José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional.

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