Dar con el diagnóstico exacto de los males que afectan hoy a Europa es una tarea difícil. Sin embargo, Irene González trata de dar con la clave en su último libro, Salvar Europa .
El periodista Miguel Pérez Pichel le entrevista para El Debate. Por su interés reproducimos dicha entrevista.
Dice que Europa sufre una crisis de identidad, y cita la descristianización, el relativismo y el avance del globalismo como rasgos. ¿Puede explicar en qué consiste esa crisis de identidad?
— Europa se siente en este momento muy perdida, siente que le han arrebatado algo. La gente pertenece a Europa, pero no sabe muy bien qué identidad reivindicar. Lo que está sucediendo ahora en Europa no se corresponde bien a su identidad propia.
Yo en el libro trazo un camino donde se ve que la crisis de identidad de Europa no comienza en esta última década, ni siquiera en el siglo XX, sino que comienza con la descristianización de Europa.
La identidad europea no se puede entender sin su identidad cristiana
Hoy las personas desconocen que la propia identidad europea no se puede entender sin su identidad cristiana. Creen que su identidad es el Estado, una Constitución o unas normas dictadas por otros hombres y desconocen quiénes son realmente.
En este libro he tratado de romper todos los consensos que están vigentes actualmente en Europa, que creo que nos mantienen en una mentira permanente sobre quiénes somos, cuáles son los verdaderos problemas, y eso impide que tomemos medidas para solucionar lo que está mal en Europa. Si no sabes qué es lo que está mal y no sabes quién eres tú no tienes claro qué quieres salvar.
Argumenta que Europa está controlada por unas élites que han impuesto a las naciones del continente un sistema tecnocrático al servicio de las agendas globalistas. ¿Quiénes son esas élites?
— El ejemplo más visible lo tenemos en la Unión Europea. Hemos asistido en lo últimos años al fin de los Estados-nación pero no al poder de los Estado. En la Revolución Francesa se eliminó a Dios de la sociedad, se determinó que el Estado era el nuevo Dios, la democracia la nueva religión.
Posteriormente, en el siglo XX, se estableció que el marxismo era la nueva religión. Ahora, ese poder del Estado-nación, esa legitimad que tenía entre los ciudadanos, es absorbida por entidades supranacionales.
Hay otros intereses distintos de los intereses de los ciudadanos a los que llaman gobernanza global, lo común, la unión… Siempre bajo palabras bonitas, supuestamente buenas, están quitando soberanía a los Estados y libertad política a los ciudadanos.
Entonces, ¿quiénes son esas élites globalistas? ¿Qué es exactamente eso del globalismo? A raíz de la caída del muro de Berlín, esa gran victoria de la democracia liberal, ya no se pelean los intereses públicos frente los intereses privados, sino que hay una fusión de poder de los Estados con esas entidades económicas, financieras o industriales que tienen unos incentivos y unos intereses distintos a los de los pueblos y a los de la propia dignidad humana en muchas ocasiones.
Ese globalismo, que es un mecanismo de poder, ¿qué necesita para arrebatárnoslo todo? Necesita quitarnos nuestra identidad
Muchas veces no se ve dónde termina un poder y dónde empieza otro porque son realmente lo mismo.
Ese globalismo, que es un mecanismo de poder, ¿qué necesita para arrebatárnoslo todo? Necesita quitarnos nuestra identidad, quitarnos nuestra propia dignidad humana… El globalismo está muy identificado con el antihumanismo, que es una fase que forma parte del transhumanismo, que ya estamos viendo con la inteligencia artificial y todo lo que es la construcción de una religión laicista sin Dios.
Es una sustitución total y absoluta del cristianismo pero, a diferencia de lo que es el cristianismo, que es un Dios que se hizo hombre por amor a nosotros, ellos son unos hombres que se creen dioses, que juegan a ser dioses.
Habla del auge del islamismo como forma de erosionar las raíces culturales europeas. Dedicas un capítulo entero a esa cuestión. ¿En qué consiste esa estrategia?
— Hay un capítulo en el libro que se llama ‘El laicismo islamizante’, donde se explica que hay muchas veces que la gente cree que el islam es completamente contrario a este Estado nihilista, antihumanista, en el que vivimos en la posmodernidad en Europa.
La islamización de Europa es una herramienta del globalismo antihumanista para destruir la civilización, una civilización con una identidad muy fuerte, que es el cristianismo.
Sin embargo, en el libro aclaro que la islamización de Europa es una herramienta del globalismo antihumanista para destruir la civilización, una civilización con una identidad muy fuerte, que es el cristianismo.
Por otra parte, cuando al hombre le han separado primero de Dios, luego le han separado de la patria, luego han separado al hombre de la mujer, queda un último paso en ese proyecto de ingeniería social, que es un proyecto antinatalista, que es lograr la sumisión de quien no pertenezca a esa élite.
Entonces, usan esa islamización, que sirve para eliminar todo rastro de cristianismo, porque el cristianismo sí que es una entidad civilizatoria fuerte, con valores fuertes. Valores que hay primero que derribar para poder implantar luego otra cosa.
Entonces, el islam viene a llenar ese barbecho de la nada, cuando te sientes un ser sin ningún tipo de vínculo a tu realidad. Al mismo tiempo, el globalismo piensa que podrá domesticar al islam.
Creen que el islam, como es sumisión, una vez se haya cargado la civilización cristiana, se podrá convertir a la población en una masa dócil a través de otro dios, el dios del dinero.
Por eso el islam no les molesta tanto, porque el islam sirve como herramienta de destrucción de la civilización cristiana occidental y entienden que es una masa poblacional que tiende a la sumisión a ciertas élites. Lo ven menos peligrosos que una sociedad cristiana fuertemente arraigada en las virtudes cristianas: el bien común, la justicia y la verdad.
La revolución basada en valores cristianos y en el patriotismo en curso en este momento es indudable, y, sin embargo, parece que no termina de eclosionar. Siempre sucede algo, o surge un imprevisto que impide un vuelco real y efectivo, de modo que los de siempre terminan gobernando en las grandes naciones europeas y en las instituciones europeas. ¿Es ya demasiado tarde para solucionar Europa?
— No, es demasiado tarde para el Reino Unido, porque está completamente destruido, incluso quizás para Francia sea tarde.
Francia es un país clave para entender el inicio de la destrucción de Europa con el genocidio de la Vendée cometido durante la Revolución Francesa, del que hablo en mi libro.
Otro momento clave para entender ese ciclo que hemos terminado ahora fue la ceremonia de los Juegos Olímpicos de París que vimos el verano pasado. En la ceremonia se vio a aquellos que protagonizaron esas matanzas de cristianos durante la Revolución Francesa pasearse por el Sena victoriosos, ya una vez implantado ese laicismo anticatólico.
Para España no es tarde, pero no nos queda mucho tiempo, porque en España cuando llegan las cosas llegan de golpe, es un mar de fondo. Aquí el catolicismo está más arraigado de lo que estaba en Francia, donde ha habido un absoluto derribo de todo símbolo cristiano.
La revolución (basada en valores cristianos) puede llegar por medio de partido políticos, pero no solo.
Para salvar a Europa lo único que queda es levantar la cruz y recuperar la virtud del coraje a decir la verdad, que es una virtud cristiana, a diferencia de la tolerancia.
Defiende que la democracia ha dejado de representar a los ciudadanos, pero, una gran masa de ciudadanos, parece contenta y satisfecha con esta democracia virtual, y ni siquiera protesta ante el empeoramiento de la vida o la limitación de libertades. ¿Cómo se explica este fenómeno?
— Hay un sector importante que ya se ha sometido, pero no es del todo cierto que no haya revueltas. La verdad es que las hay por toda Europa menos en España. En Francia, otra cosa no, pero saben hacer revoluciones callejeras, en Alemania hay muchísimas protestas, en Holanda…, porque son personas que han visto que ya se lo han arrebatado absolutamente todo.
Si Europa ya no es Europa, ¿qué es ahora?
— Europa todavía no ha sido destruida. El libro es un mensaje lleno de esperanza y es un libro de mucho amor, porque uno lucha por aquello que realmente ama. No creo que Europa esté destruida, pero sí que creo que su destrucción está lo suficientemente avanzada como para ser valientes, adultos y conscientes de la realidad de lo que está sucediendo y no ignorarla.
¿Cómo se salvará Europa?
— Primero, recuperando la verdad y el coraje a decir la verdad, el coraje a defender nuestra propia identidad, y para ello uno tiene ser consciente de quién es.
Posteriormente, es volver a levantar la cruz sin ningún tipo de miedo, porque donde no hay nada se ocupa por cualquier otra cosa.