Cierre de USAID asesta un duro golpe al globalismo y limpia la imagen internacional de EE.UU. | Steven Mosher

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USAID ha promovido la agenda DEI (Diversidad, Equidad, Inclusión), la ideología de género y políticas de control poblacional en distintas regiones del mundo con dinero de los contribuyentes norteamericanos. Estas prácticas no solo se alejaron de los valores fundacionales de EE.UU., sino que constituyeron un ataque a las democracias de Europa e Iberoamérica. Donald Trump ha puesto fin a este tipo de interferencias y ha abierto una oportunidad para que EE.UU. recupere su liderazgo global y su reputación de respeto a la soberanía de las naciones y defensa de la vida y la libertad.

El cierre de una agencia gubernamental corrupta siempre será motivo de celebración. No es que esto ocurra muy a menudo. Como dijo una vez el presidente Ronald Reagan: “Lo más cercano a la vida eterna en la Tierra es un programa gubernamental”.

En el caso de la ahora extinta Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID, su cierre ahorrará a los contribuyentes estadounidenses unos  54.000 millones de dólares al año .

Pero el cierre de esta agencia corrupta por parte de Trump tiene mucho más que ver con reducir el tamaño del gobierno o equilibrar el presupuesto. Ni siquiera estamos hablando simplemente de acabar con el despilfarro, el fraude y el abuso, y hubo muchísimos de estos casos.

Bajo la dirección de su ex directora, Samantha Powers, USAID se había transformado en un fondo secreto para los sueños febriles de los progresistas. Ningún proyecto era demasiado disparatado como para no invertir dinero en él.

Si querías financiación para convencer a las niñas peruanas de que nacieron en el cuerpo equivocado o para promover el activismo LGBT en Serbia, USAID tenía un cheque para ti.

Si necesitabas dinero para financiar cambios de sexo en Guatemala o para abrir una clínica de cirugía transgénero en la India, solo tenías que pedírselo a USAID.

Y aún con lo corrosiva que es la promoción imprudente de la DEI y de la ideología de género para la sensibilidad de la gente normal –y para la imagen de EE.UU. en el exterior, no era lo peor. Nuestra agencia de ayuda exterior También estaba involucrada en planes mucho más nefastos.

Resulta que muchos millones de dólares de ayuda a Oriente Medio han ido a parar a manos de Hamás y Hezbolá. Desde  la financiación de la educación universitaria  del terrorista de Al Qaeda, Anwar al-Awlaki, hasta el envío de 2.000 millones de dólares a Gaza en los dos últimos años, nuestros impuestos se han utilizado para financiar el terrorismo.

Se estima que el 90% de nuestra ayuda a Gaza terminó en manos de Hamás después del 7 de octubre de 2023. Sin la constante infusión de fondos estadounidenses, es dudoso que la organización terrorista hubiera sobrevivido.

Igualmente escandaloso es el debilitamiento de la democracia por parte de USAID. Como  señaló Marjorie Taylor Green en una audiencia en el Congreso: “Lo que hemos aprendido es que los demócratas han utilizado a USAID para lavarle el cerebro al mundo con propaganda globalista para forzar cambios de régimen en todo el mundo”.

Aproximadamente 500 millones de dólares se destinaron a una sola organización, llamada Organized Crime and Corruption Reporting Project, que se promocionaba como una red mundial de periodistas de investigación. Pero su objetivo era promover narrativas globalistas y socavar a los políticos populistas tanto como exponer la corrupción, o quizás más.

Si quiere saber por qué el populista Jair Bolsonaro ya no es presidente de Brasil, por qué los conservadores perdieron en Polonia o  por qué el presidente democráticamente elegido de Rumania –otro populista– ha sido ahora arrestado, las campañas de propaganda masivamente financiadas por USAID contra estos y otros políticos antiglobalización son siempre una constante.

Al igual que en la China de Xi Jinping, donde el dictador chino ha estado purgando a sus enemigos políticos bajo el pretexto de una “campaña anticorrupción”, la campaña anticorrupción de USAID no tuvo nada que ver con la corrupción, sino que en última instancia tenía objetivos políticos.

Al igual que Xi, como dicen los chinos, “colgaba una cabeza de cabra, pero vendía carne de perro”, USAID tienía una agenda oculta motivada por un propósito profundamente corrupto: socavar los estados democráticos para promover el globalismo.

El húngaro Victor Orbán, cuyo gobierno ha sobrevivido a años de embestidas similares, ahora promete acabar con todas las ONG financiadas con fondos extranjeros que operan en su país. Por supuesto la oposición a Orban ha sido financiada principalmente con dinero de los impuestos norteamericanos, a juzgar por los numerosos viajes que Samantha Powers hizo a ese país en los últimos años.

Por muy ruinoso que sea todo esto para la reputación de EE.UU. en el mundo, hay una noticia aún peor: muchos de los miles de millones de dólares que la agencia estaba tirando por el retrete no fueron a parar al extranjero, sino que se gastaron en el pantano de Washington DC y sus alrededores.

Y casi todo esta exorbitante cantidad de dinero –más del 95 por ciento– fue a parar a grupos controlados por los demócratas.

¿Cuánto de la incesante guerra legal contra Trump que comenzó tan pronto como anunció su candidatura a la presidencia en 2015 fue financiada indirectamente por nuestros dólares de impuestos?

¿Cuánto de los 2.000 millones de dólares del tesoro de la campaña de Kamala salió de nuestros propios bolsillos, lavado por USAID a través de ONG bien conectadas y políticos de izquierda?

A pesar de las crecientes pruebas de corrupción, todavía hay quienes sostienen que USAID hace mucho bien y que debería ser reformada, no clausurada. “No hay que tirar al bebé junto con el agua de la bañera”, decía un reciente titular.

El problema es que USAID nunca tuvo como objetivo primordial alimentar a los hambrientos, dar de beber a los sedientos o, en todo caso, salvar bebés. De hecho, desde el principio fue concebida para ser un instrumento de control de la población.

Su objetivo declarado era la “estabilización de la población”. Para ello, se dedicó a reducir el número de nacimientos, todo ello en nombre de la lucha contra la “superpoblación”, la “eliminación de la pobreza” y, más recientemente, “salvar el planeta”.

Esto está explicado claramente en el Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200 de Richard Nixon, que dejó claro que la ayuda extranjera debía utilizarse para sobornar o presionar a los países para que redujeran sus tasas de natalidad.

Incluso hoy, hasta hace unas semanas, USAID estaba promoviendo el aborto  en Malawi, llevando a mujeres a realizarse abortos en Uganda y  presionando a Sierra Leona  para que legalizara el aborto como condición para recibir ayuda extranjera.

Los defensores de USAID insisten en que sus programas fomentan la buena voluntad entre las naciones. Sin embargo, cuesta imaginar cómo podría generarse buena voluntad al decirles a hombres y mujeres africanos que lo mejor para su futuro es esterilizarse o abortar a sus hijos. Esa no es cooperación, es imposición ideológica disfrazada de ayuda.

Vale la pena preguntarse: ¿cómo reaccionarían los estadounidenses si, por ejemplo, China financiara programas en nuestro propio territorio para promover la vasectomía entre los hombres? Deténganse a reflexionar sobre eso por un momento.

La promoción por parte de USAID de la DEI, la ideología de género y el control de la población en todo el mundo, junto con sus esfuerzos por socavar las democracias en Europa e Iberoamérica han dañado enormemente la imagen internacional de EE.UU.

Sin embargo, el verdadero crimen que por sí solo justifica la disolución total de USAID es haber atentado directamente contra los cimientos mismos de la república: la soberanía de las naciones, la dignidad de la vida y el respeto por la voluntad de los pueblos.

Destinar los impuestos de un pueblo libre para financiar acciones que socavan su propia libertad no es solo una contradicción, sino una forma de traición por donde se le mire.

(*) Steven W. Mosher es presidente de Population Research Institute y autor de  El diablo y la China comunista .

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