Antonio Ponte Anido, otro héroe proscrito

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En cualquier nación su gesta sería motivo de orgullo nacional, pero en España se borra su memoria por tener lugar su acción heroica en la División Azul

Antonio Ponte Anido es un héroe. Así lo acredita que se le concediera, a título póstumo, la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar española para premiar el valor heroico.

En cualquier nación su gesta sería reconocida y un motivo de orgullo nacional. Sin embargo en España se borra su memoria por el simple hecho de que su acción heroica tuvo lugar en la División Azul, mientras que en la Rusia ex soviética se respeta a los caídos de la División Azul, se reconoce el valor de aquellos soldados, bravos en el combate pero respetuosos con la población civil, mientras en España la memoria de los héroes se proscribe con leyes inicuas.

El 10 de febrero de 1943 el Ejército Soviético lanza la formidable ofensiva “Estrella Polar” para romper el cerco de Leningrado. El sector elegido es, precisamente, el guarnecido por la División Azul. Debido al desgaste del ejército alemán, los voluntarios españoles han tenido que extender su despliegue, lo que ha obligado a que la defensa carezca de la necesaria profundidad. El punto de ruptura ha sido muy bien elegido por el mando soviético, pues además de la insuficiente profundidad del despliegue español, la División Azul cierra dos vías de comunicación esenciales; la carretera y el ferrocarril Leningrado-Moscú. Si el mando soviético logra abrir brecha, y luego consolidarla y ensancharla, profundizar en la penetración y envuelve las alas del despliegue, puede repetirse el éxito ruso de Stalingrado… y el desastre para el ejército alemán. Así pues el mando soviético puso toda la carne en el asador

Eran las 06:40, todavía no había amanecido, y se desató el vendaval de fuego con la preparación artillera. El mando soviético empleó cerca de 800 piezas de artillería. Casi mil bocas de fuego si contamos cañones, obuses y morteros pesados. Además de los lanzacohetes Katiushas, los temidos “Organillos de Stalin”. Al cesar el fuego hizo su aparición la aviación soviética, empleando treinta bombarderos y veinte cazas. Cuando el mando ruso consideró que ya no habría resistencia posible, ordenó el avance de sus fuerzas. Cuatro divisiones de infantería (entre 38.000 y 44.000 efectivos) apoyados por unos 100 carros de combate T-34 y KV-1 cuyas corazas eran invulnerables para las armas contra carro de las que disponía la División Azul.

Ponte Anido
Ponte AnidoARCHIVO

El tributo de sangre fue enorme, pues en unas horas la División Azul tuvo más de 2.500 bajas. 1.125 muertos, 1036 heridos, 91 desaparecidos y cerca de 300 prisioneros que habían agotado las municiones. Por su parte los soviéticos tuvieron entre 11.000 y 15.000 bajas. Los españoles resistieron y los rusos ni pudieron romper el frente, ni penetrar en profundidad, ni envolver, ni alcanzar su objetivo. Fue pues una gran victoria defensiva de la División Azul que combatió a 25 grados bajo cero. Contra todo pronostico lo soldados españoles frenan el ataque ruso. Pero dejemos que cuente sus vivencias alguien que lo vivió.

Aún no había amanecido y repentinamente se desencadenó una tempestad de fuego. Un soldado veterano distingue perfectamente el tronar de la pieza al efectuar el disparo y el reventar de la granada cuando se produce el impacto. Tiene incluso, en un frente estabilizado como era aquel, incrustado en su reloj biológico el tiempo que transcurre entre el sonido lejano que retumba y la explosión próxima mucho más atronadora, seguida del escalofriante sonido de la metralla rasgando el aire.

Carta que Ponte Anido mandó a su familia desde Rusia
Carta que Ponte Anido mandó a su familia desde RusiaLA RAZÓN

Habían pasado tan sólo unos minutos y se había desencadenado tal infierno que ya era imposible discernir entre el sonido de los disparos y las explosiones de las granadas: Tampoco distinguir entre calibres, orígenes de fuego y zonas de caída.

Pronto desapareció toda visión. La nieve pulverizada, como densa niebla, constituía una cortina infranqueable para los ojos, tras de la cual se apreciaba el relampaguear de las explosiones, siendo la intensidad del fogonazo, más que el propio sonido, lo que ponía en evidencia la proximidad del impacto.

Llevábamos ya casi una hora azotados por aquel vendaval de fuego y metralla. Ya no era posible ni hablar, ni ver, ni oír. Tampoco dar órdenes ni recibirlas. Las líneas telefónicas estaban troceadas o desaparecidas, al igual que las alambradas. La nube de nieve pulverizada que todo lo cubría, había dejado paso a una ciénaga de barro negro en suspensión que oscurecía aún más el cielo a pesar de que se iniciaba la alborada.

Estábamos cuerpo a tierra, el suelo retumbaba y se estremecía. Ya no escuchábamos las explosiones, estábamos sordos pero seguíamos percibiendo el bombardeo porque la tierra nos transmitía las vibraciones y veíamos los relámpagos mientras alguna explosión próxima nos cubría de barro.

Por mucha artillería que tuviera el Ejército Rojo y por mucha munición que hubieran acumulado, tal intensidad de fuego no podía se eterna. Aquello no podía durar mucho más, y cuando se acabara, quienes vivieran para contarlo, tendrían que hacer frente a las inacabables oleadas de la infantería rusa acompañada por carros de combate con sus repetidos gritos de ¡Hurra! ¡Hurra! Y la consabida cantinela, cadenciosamente repetida al paso del avance, ¡Spanski kaput! ¡Spanski kaput!.

Con una mina, Ponte Anido destruye un carro soviético
Con una mina, Ponte Anido destruye un carro soviéticoLA RAZÓN

Yo pedía a Dios que llegara pronto tal momento, pues prefería morir viéndonos las caras y tratando de pararlos, que ser volatilizado por una granada de artillería sin tan siquiera poder vender caro el pellejo. Todo esto eran pensamientos difusos, mientras completamente aturdido eructaba gases con sabor a cordita y a trilita.

Hacía tiempo que aquel infierno parecía haber alcanzado su máxima intensidad y sin embargo, repentinamente, se incrementó el vendaval de fuego, así en la cadencia como en la potencia de las explosiones y entonces supe que había llegado mi última hora. Comprendí que tenía que morir.

Algo similar a esto debió sentir y vivir Ponte Anido. El caso es que terminada la preparación artillera, uno de los carros de combate que se habían infiltrado en el despliegue por la brecha abierta, se dirigía haciendo fuego de cañón hacia el puesto de mando del batallón de zapadores, donde se acumulaban grandes cantidades de explosivos y estaba situado en las inmediaciones de una Isba transformada en puesto de socorro atestada de heridos. Un impacto del cañón en la Isba o en el polvorín del puesto de mando sería fatal. Y es entonces cuando Antonio Ponte Anido, en un rasgo de valor y abnegación heroico, coge una mina contra carro y entre un diluvio de disparos cruzados de ambos contendientes, corre hacia el carro de combate enemigo, y aprovechando los ángulos muertos, llega hasta él logrando introducir la mina entre la cadena y el tren de rodamiento. Vuela el carro… y él asciende a la inmortalidad.

Sabemos por las cartas escritas a su madre en noviembre, que pensaba pasar esa Navidad en casa, pues incorporado a la División Azul con el primer contingente ya se había iniciado el relevo y las repatriaciones. Relevo y repatriación que el inminente ataque ruso había suspendido. Pero sin embargo, al llegar el momento crucial del combate, no pensó que él ya había cumplido y que debía estar hacía tiempo en casa. No fue presa del conocido temor que vuelve cautos a los soldados cuando saben que están a punto de terminar y que se conoce con el significativo dicho de que “nadie quiere ser el último muerto de la guerra”. Antonio Ponte Anido era un soldado valiente y abnegado, español y gallego, un zapador y un héroe.

La gesta de Ponte Anido
La gesta de Ponte AnidoLA RAZÓN

El artículo 16 de las Reales Ordenanzas, dice textualmente: Los Ejércitos de España son herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar. El homenaje a los héroes que la forjaron, es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra. Por imposición de la infame ley 52/2007 se ha proscrito la memoria de Ponte Anido. Al igual que la de otros héroes, por el simple hecho de que fueron combatientes contra el marxismo. La injerencia de los políticos en la historia, las tradiciones y la moral de los ejércitos, ha suprimido de las efemérides toda referencia a cualquier hecho de armas, por muy heroico que sea, si corresponde a la guerra 1936-1939. Y lo que es más inaudito, a la División Azul. En este empeño de ocultar y profanar la memoria de nuestros héroes, vemos que al cabo Antonio Ponte Anido se le ha suprimido toda referencia en el Ejército. En Coruña sigue la Rua Cabo Ponte Anido pero se ha quitado su nombre a la residencia de tropa que hay en el acuartelamiento Capitán Arenas de Melilla. Sin comentarios.

(Lorenzo Fernandez Navarro de los Panos. Diario La Razon(

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