El «Año de Franco» se convierte en la venganza de Franco

El "Año de Franco" se convierte en la venganza de Franco

El Año de Franco: un desastre propagandístico con efectos inesperados

El Año de Franco debía ser, según el Gobierno, una gran ofensiva política, mediática y cultural para reforzar el relato de la izquierda. En la práctica, ha sido un completo fracaso que está terminando por fortalecer la imagen de Franco entre los ciudadanos, mientras los casos de corrupción del Ejecutivo se multiplican sin freno.

La directora de contenidos de este programa ha sido Carmina Gustrán, con rango de subsecretaria, directamente subordinada al ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres. Este último, por cierto, está en el punto de mira de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, cuyos informes lo señalan como posible implicado en uno de los próximos escándalos de corrupción.

El presupuesto total para esta operación política: 20.391.229 euros. Sí, más de 20 millones de dinero público para celebrar… la muerte por causas naturales de un jefe de Estado. Todo muy épico, sin duda.

Millones en publicidad y casi ningún impacto: El fiasco del año

Como era de esperar en un gobierno que ha hecho del marketing su única política de Estado, el 40% del presupuesto se ha ido directamente en publicidad: 8,05 millones de euros. El resto, 12,3 millones, destinados a actividades con un eco mediático nulo. El «Año de Franco» está resultando tan invisible como irrelevante. Una iniciativa que ni siquiera ha conseguido despertar el interés de los jóvenes.

Si alguien intenta buscar qué se ha hecho en este programa, se topará con un páramo absoluto. Apenas aparece una presentación con la cantautora lesbiana Jimena Amarillo, haciendo una caótica versión autotuneada de «Libertad sin ira». Poco más.

Una excepción: una obra de teatro en la Universidad de Granada sobre Federico García Lorca, homenajeando a las víctimas del barranco de Víznar. Lo demás, silencio. La propaganda ha fracasado.

De propaganda a bumerán: El Año de Franco se vuelve contra el Gobierno

La intención de Pedro Sánchez era clara: utilizar a Franco como comodín político. A falta de propuestas, a falta de gestión, a falta de ética… ¡resucitemos a Franco! El objetivo era doble: desviar la atención de los escándalos de corrupción que ya afloraban y reactivar el espantajo del «fascismo que viene» para unir a la izquierda.

Pero lo que ha sucedido ha sido lo contrario: ni la ciudadanía ha mordido el anzuelo, ni los medios han amplificado el relato oficial. El resultado: más atención hacia los logros sociales, políticos y económicos del franquismo, más revisiones críticas de la Transición desde fuera de la ortodoxia socialista, y un ambiente donde, paradójicamente, Franco ha salido reforzado.

Así es como el Año de Franco se ha convertido en la venganza de Franco. Cincuenta años después de muerto, gana la última batalla a una izquierda desnortada y sin proyecto.

Corrupción rampante y fracaso narrativo: Dos golpes en uno

Mientras el Gobierno invertía millones en intentar demonizar a la derecha a través del revisionismo histórico, los escándalos de corrupción se multiplicaban. La trama Koldo, el caso Begoña Gómez, los contratos con empresas afines, y ahora las sospechas que apuntan a Ángel Víctor Torres y Francina Armengol. Todo mientras el Ejecutivo se dedicaba a hablar de un enemigo muerto hace cinco décadas.

Lo más irónico es que, en paralelo, se han organizado muchos actos destacando los aspectos sociales, políticos y culturales positivos del régimen. Lo que iba a ser una demolición simbólica ha resultado ser una reivindicación.

La izquierda pierde el relato y la calle

El fracaso del Año de Franco no solo es un error de comunicación. Es un síntoma del colapso ideológico de la izquierda española. Incapaz de conectar con los problemas reales de los ciudadanos, obsesionada con batallas culturales anacrónicas y de odio, y aferrada a una narrativa que cada vez cala menos en la sociedad.

Mientras la economía se deteriora, la inseguridad crece, y la corrupción salpica a todo el Ejecutivo, Sánchez se aferra a fantasmas del pasado. Pero ya no funciona. La ciudadanía empieza a valorar otras voces, otras narrativas, otros referentes. Y, curiosamente, Franco aparece con más fuerza en el debate social que nunca. Y no precisamente como el villano que esperaban.

Franco gana por abandono del adversario

El Año de Franco debía ser una pieza clave en la estrategia de la izquierda para consolidar su hegemonía cultural. Ha terminado siendo un boomerang. Ni moviliza a sus bases, ni construye relato, ni oculta la corrupción galopante.

La ironía no puede ser mayor: mientras Sánchez intentaba demonizar al franquismo, ha logrado reactivarlo en el imaginario colectivo. Y no como amenaza, sino como alternativa histórica que muchos redescubren sin los filtros del adoctrinamiento izquierdista.

Franco ha ganado la última batalla. Y lo ha hecho sin mover un dedo.

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