La intifada sanchista devuelve al PSOE a 2004 del ‘no a la guerra’ y marcar la agenda política

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Sánchez usa el conflicto con Israel para marcar agenda y tapar sus problemas internos.

El regreso al “no a la guerra”

Han pasado veintiún años desde que el PSOE capitalizó el lema “no a la guerra” contra Aznar y la intervención en Irak. Hoy, Pedro Sánchez recurre a la misma estrategia: un discurso internacional agresivo contra Israel que busca oxígeno político dentro de España y desviar la atención de los numerosos casos de corrupción que le asfixian.

La intifada sanchista se ha lanzado a través de decretos, vetos y gestos diplomáticos. Moncloa pasó en dos semanas de hablar de “masacre” en Gaza a acusar a Israel de “genocidio”. Se trata de un salto calculado, acompañado de cifras de impacto: 63.000 muertos, 159.000 heridos y más de dos millones de desplazados.

El Gobierno ha impulsado medidas de máximos: embargo legal de armas, cierre de puertos, prohibición de espacio aéreo y sanciones a responsables de crímenes de guerra. Incluso ha pedido la exclusión de Israel de la vida deportiva internacional, un terreno con más repercusión mediática que la diplomacia clásica.

El uso político del conflicto

Moncloa vende esta ofensiva como convicción política. Sin embargo, la coincidencia con los escándalos judiciales que rodean a Sánchez lo desmiente. Mientras se habla de Gaza, en España avanzan causas sensibles: la imputación de Begoña Gómez, de su hermano David, sumarios que llegan al Supremo y un fiscal general imputado.

El PSOE repite el patrón de 2004: explotar la política exterior para recuperar aliento interno. Entonces fue Irak; hoy es Israel.

Los gestos contra Israel coinciden además con la celebración socialista interna. La militancia lo vive como un regreso a las grandes causas de izquierda internacionalista. Un relato que sirve para reavivar a las bases, incluso en medio de la crisis institucional que vive España.

La batalla en el terreno deportivo

La ofensiva no se limita a la diplomacia. Sánchez ha pedido a la FIFA y al Comité Olímpico Internacional el veto de Israel en todas las competiciones deportivas. Busca replicar lo ocurrido con Rusia tras la invasión de Ucrania.

El impacto ya se nota. En la Vuelta Ciclista, los disturbio propalestinos alentados por el mismo Sánchez obligaron a modificar recorridos y se colaron en la retransmisión televisiva. El fútbol, sin embargo, representa un terreno más delicado. Retirar a España de Eurovisión puede sonar anecdótico. Pero un Mundial mueve millones, diplomacia y orgullo nacional.

Por eso el Gobierno mide los tiempos. Según la ministra Pilar Alegría, no se planea aún una retirada de España del Mundial 2026. La intifada sanchista mantiene la presión, pero dosifica los pasos para no abrir una crisis deportiva irreversible.

El pulso con Sumar

El conflicto también divide al propio Gobierno. La comunista Yolanda Díaz y Sumar reclaman medidas aún más radicales: la retirada definitiva de la embajadora y un corte total de relaciones con Israel. Moncloa, en cambio, opta por dosificar gestos para evitar consecuencias económicas y legales.

El ejemplo más claro fue el embargo de armas. Estaba previsto aprobarlo, pero los ministerios económicos advirtieron de litigios millonarios por los más de cuarenta contratos vigentes. Técnicos de Interior exigieron “acotar” la medida.

La secuencia se repite. Primero Sumar lanza una iniciativa. Semanas después, Sánchez la presenta como propia. En agosto, Díaz pidió la expulsión del equipo Israel-Premier Tech de la Vuelta. Dos semanas más tarde, Sánchez exigió un veto internacional en el deporte. Lo mismo ocurrió con el embargo de armas: iniciativa de Sumar, anuncio final del presidente.

La intifada sanchista se convierte así en un campo de batalla interno. El PSOE y Sumar compiten por ver quién capitaliza mejor el relato anti-Israel. Una pugna que recuerda al 2004, cuando PSOE e IU se disputaban la bandera del “no a la guerra”.

La paradoja socialista

La paradoja es evidente. El PSOE que en 2004 llegó al poder retirando tropas de Irak fue el mismo que en 2011 apoyó bombardear Libia. Y el mismo que en 2023 vendía armas a Israel ahora impulsa un embargo total.

La intifada sanchista demuestra que no se trata de coherencia, sino de estrategia política. Lo que ayer fue pancarta de oposición, hoy se escribe en el BOE. El socialismo español repite su vieja fórmula: usar la política exterior para distraer de los problemas internos y recuperar impulso electoral.

La intifada sanchista como maniobra

El regreso al “no a la guerra” no nace de convicciones morales, sino de una necesidad política. La intifada sanchista funciona como un salvavidas para un PSOE golpeado por escándalos judiciales y tensiones internas.

La historia lo demuestra: el PSOE repite la estrategia de 2004. Pero hoy, con el país fracturado, el precio de estas maniobras puede ser mucho mayor. La intifada sanchista no representa a España. Solo representa la desesperación de un partido que se aferra al poder a cualquier coste y que intenta tapar los numerosos casos de corrupción que le acechan.

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