El boicot a la Vuelta: más que un incidente deportivo. Lo que ha ganado Sánchez

boicot a la Vuelta y Sánchez

El boicot a la Vuelta alentada por Sánchez no puede analizarse solo como un episodio deportivo marcado por incidentes de seguridad o por la presencia de radicales de extrema izquierda pro Hamás. Lo esencial es entender lo que este movimiento ha generado en la estrategia política de Pedro Sánchez.

Detrás de las imágenes mediáticas hay un cálculo claro: el presidente del Gobierno ha logrado transformar un problema en una oportunidad. Ha capitalizado el ruido para avanzar en sus intereses políticos.

Son cuatro las grandes ventajas que Sánchez obtiene de este episodio: desviar la atención de sus escándalos, consolidar una bandera ideológica, controlar la agenda y movilizar al voto de izquierda.

Sánchez desvía la atención de sus escándalos

Uno de los primeros efectos que ha conseguido Sánchez alentando el boicot a la Vuelta es el desvío de la atención pública. Los medios y la opinión ciudadana han centrado sus debates en el conflicto palestino y en la dimensión internacional de la protesta.

De esta manera, los graves escándalos que rodean al presidente han quedado en segundo plano. La estrategia del PSOE siempre ha sido la misma: generar un foco alternativo que eclipse los problemas internos. En este caso, la maniobra ha funcionado con precisión.

La ciudadanía ha visto cómo durante días las portadas han dejado de hablar de corrupción, pactos inconfesables o crisis de gestión. La cortina de humo se ha desplegado con éxito.

Una bandera ideológica para unir a la izquierda

El boicot a la Vuelta también ha permitido al Gobierno abrazar una bandera ideológica que moviliza a su electorado: la causa propalestina. El PSOE y sus socios de gobierno necesitaban un elemento unificador capaz de superar tensiones internas.

La izquierda siempre se ha nutrido de causas externas para construir identidad política. Ahora, con la bandera palestina como símbolo, Sánchez intenta cohesionar un bloque desgastado y fracturado. El discurso propalestino se convierte en una palanca de propaganda y en un arma de movilización.

No es casualidad que desde Moncloa se haya intensificado la retórica sobre la “defensa de los pueblos oprimidos”. Se trata de una narrativa diseñada para reavivar el espíritu militante de una izquierda que empezaba a perder fuelle.

Control de la agenda política: Sánchez siempre al mando

El tercer logro de Sánchez es el control absoluto de la agenda. El presidente ha vuelto a demostrar que domina el tiempo mediático y político.

En lugar de que los temas de corrupción o la debilidad parlamentaria marquen la actualidad, Sánchez ha conseguido que la opinión pública se centre en lo que él quiere. La conversación nacional gira en torno a la causa propalestina, y no sobre su gestión interna.

Este control de la agenda es una de las especialidades de Sánchez. No gobierna con estabilidad, pero gobierna con relato. Maneja los titulares, coloca a la oposición a la defensiva y evita que se hable de los problemas reales de los españoles: la inflación, la corrupción, el desempleo juvenil o el deterioro de los servicios públicos.

Movilización del voto de izquierda en tiempos de desgaste

La cuarta gran ventaja del boicot a la Vuelta es la movilización del electorado izquierdista. Durante los últimos meses, un PSOE a la defensiva y en declive ha visto cómo parte de su base más moderada se acercaba a Sumar o incluso al PP.

La instrumentalización de la causa palestina sirve como estímulo emocional. Reaviva a quienes habían perdido entusiasmo y genera un nuevo motivo de adhesión ideológica. El votante que duda entre quedarse en casa o volver a las urnas encuentra en este discurso un elemento de identificación.

La estrategia es clara: reforzar el voto de izquierda, incluso a costa de dividir aún más al país. Lo importante para Sánchez no es la unidad nacional ni la estabilidad institucional, sino su permanencia en el poder.

Un patrón de manipulación política

Lo ocurrido con el boicot a la Vuelta no es un hecho aislado. Responde a un patrón que Pedro Sánchez ha utilizado de forma reiterada: generar crisis controladas, abrazar causas internacionales y desplazar los debates incómodos.

Así lo vimos con la exhumación de Franco, que le permitió reactivar el relato ideológico en plena crisis interna. O con su política de pactos con separatistas, que siempre envolvió en un discurso de “diálogo” para ocultar cesiones inadmisibles.

En este sentido, la Vuelta ciclista no ha sido más que otra herramienta de propaganda. El deporte se ha utilizado como escenario para un experimento político cuyo fin último siempre es el mismo: garantizar la supervivencia de Sánchez en la Moncloa.

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