¿Cuál sería el coste político y económico de un Ejército europeo y qué papel jugaría España en el mismo?

coste político y económico de un Ejército europeo

España aportará hombres, sobre todo, ya que incumple los compromisos financieros.

El Ejército europeo ha vuelto al centro del debate tras la guerra entre Rusia y Ucrania y la creciente inestabilidad global. La idea de crear una fuerza común capaz de defender al continente parece atractiva en el papel, pero plantea interrogantes serios: ¿qué coste político y económico tendría realmente y qué papel jugaría España en este proyecto?

El análisis de varios think tanks europeos, como Bruegel, señala que levantar una fuerza de este tipo requeriría un gasto colosal y una cesión de soberanía difícil de asumir. Mientras algunos países presionan por avanzar en esa dirección, otros, como España, mantienen dudas, especialmente por su debilidad financiera y su reticencia histórica a incrementar el gasto en Defensa.

El coste económico de un Ejército europeo

El mayor obstáculo del Ejército europeo es el financiero. Según los cálculos de Bruegel, una fuerza integrada necesitaría 300.000 soldados adicionales, 1.400 tanques, 2.000 vehículos de combate de infantería, 700 piezas de artillería y al menos un millón de proyectiles de 155 mm para cubrir solo los tres primeros meses de un eventual conflicto.

El coste anual rondaría los 250.000 millones de euros, lo que equivaldría al 3,5 % del PIB europeo. Una cifra desorbitada, especialmente para economías debilitadas como la española, que aún lucha por cumplir los objetivos de déficit y deuda.

A ello se suma un problema logístico: la fragmentación actual de los ejércitos nacionales. Europa cuenta en total con más soldados que Estados Unidos, pero su capacidad de combate es muy inferior por la falta de interoperabilidad y el rechazo de muchos países a un mando único.

En este escenario, avanzar hacia un Ejército europeo exigiría reformas profundas y un sacrificio financiero sostenido durante décadas.

Los retos políticos de un Ejército europeo

Más allá del dinero, el Ejército europeo enfrenta enormes trabas políticas. La Defensa sigue siendo una competencia nacional y el Tratado de la Unión Europea solo contempla la ayuda mutua en caso de agresión, pero no una cadena de mando única ni un ejército común.

Crear una fuerza militar centralizada implicaría ceder soberanía, armonizar intereses nacionales y acordar una estrategia de defensa común. Hasta ahora, la Unión Europea ha fracasado en todos estos intentos.

Ejemplos como el Eurocorps o los Battlegroups de la UE muestran esa debilidad. Aunque existen desde hace años, no han logrado operatividad real ni coordinación efectiva. Europa sigue dividida en pequeños ejércitos nacionales con recelos hacia un liderazgo supranacional.

Los defensores del proyecto argumentan que el Ejército europeo daría autonomía estratégica al continente frente a Rusia, China o Estados Unidos. Sus detractores, en cambio, señalan que un ejército único diluiría la soberanía nacional y podría imponer la visión de las grandes potencias, como Francia o Alemania, sobre el resto.

España y el Ejército europeo: un reto financiero

El papel de España en un eventual Ejército europeo sería actualmente poco relevante y problemático. Con unos 121.000 soldados activos, España podría aportar en torno a 24.000 efectivos adicionales en un reparto proporcional. Eso situaría a nuestro país entre los cinco principales contribuyentes en número de tropas. Aportaría la carne de cañón.

El verdadero reto, sin embargo, sería financiero. Mientras países como Polonia ya destinan más del 5 % de su PIB a Defensa, España apenas se acerca al 1,5 %, muy por debajo de los compromisos adquiridos en la OTAN. Incluso con el objetivo de llegar al 2 % en 2030, el esfuerzo económico sería insuficiente para sostener un proyecto como el del Ejército europeo.

El contraste europeo: Polonia, Francia y Alemania

El debate sobre el Ejército europeo también pone de relieve las diferencias entre países. Polonia se ha convertido en el ejemplo de compromiso militar, con un Ejército de 200.000 efectivos, el más grande de la Unión Europea y el tercero de la OTAN tras Estados Unidos y Turquía.

Francia, potencia nuclear, y Alemania, con su músculo económico, serían los motores del Ejército europeo, imponiendo probablemente su visión estratégica. Eso deja a países como España en una posición muy secundaria, obligados a seguir las directrices de los grandes mientras cargan con una parte del coste, sobre todo, el humano.

Estas diferencias hacen aún más difícil imaginar una estructura militar única. Mientras algunos Estados están dispuestos a gastar más y asumir un rol protagonista, otros apenas cumplen sus compromisos mínimos.

¿Un sueño imposible?

El Ejército europeo sigue siendo más una idea política que un proyecto realista. En el plano político, la cesión de soberanía y la falta de consenso hacen inviable, al menos por ahora, una estructura militar integrada. El riesgo es que, en lugar de fortalecer a Europa, este proyecto genere más divisiones y debilite aún más a países como España, obligados a sacrificar recursos humanos sin tener un papel decisivo.

El debate, sin embargo, seguirá abierto mientras Rusia, China y Estados Unidos marquen el rumbo de la geopolítica global. La pregunta es si Europa será capaz de superar sus divisiones y construir un ejército común, o si seguirá siendo un gigante económico con pies de barro en materia de defensa.

Lo que parece claro es que España, en su situación actual, quedaría subordinada a los intereses de las grandes potencias continentales.

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