El Gobierno de Sánchez ya admite que va a «resignificar» la nave de la Basílica y la Cruz del Valle de los Caídos

Hipocresía: Ahora, la jerarquía de la Iglesia encabezada por los cardenales Cobo y Parolín, y tras haber pactado con Sánchez, abandona el jurado

El ataque directo del Gobierno contra la Cruz y la Basílica

El Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido resignificar la Cruz del Valle de los Caídos y la Basílica. Así lo recoge el acta nº1 del concurso de ideas impulsado por el Ejecutivo, fechado el 23 de julio de 2025 y revelado por La Gaceta.

El documento detalla que la transformación afectará directamente a la Cruz monumental y al templo, hasta ahora respetados formalmente en los planes de memoria democrática. Esta decisión supone un paso sin precedentes en la política de profanación y reescritura de la historia reciente de España.

Una profanación disfrazada de “resignificación”

El acta confirma que los símbolos religiosos más visibles del monumento ya no quedan fuera del plan político. Bajo el eufemismo de resignificar, el Ejecutivo quiere intervenir tanto la Basílica como la Cruz.

El punto 5.5 del documento es explícito: por primera vez un plan oficial del Gobierno incluye la posibilidad de actuar sobre la gran Cruz que corona el Valle de los Caídos. Hasta ahora, las medidas se habían centrado en las exhumaciones de restos y la manipulación del espacio bajo el pretexto de la memoria democrática.

El objetivo final de Sánchez es claro: eliminar o transformar los símbolos religiosos que recuerdan la fe, el sacrificio y la reconciliación de miles de españoles.

El jurado del concurso y la ausencia de la Iglesia

El jurado que evaluará los proyectos de transformación incluye representantes de varios ministerios, de Patrimonio Nacional, del Colegio de Arquitectos y de asociaciones vinculadas a la memoria histórica. Llama la atención que la presidencia recaiga en un amigo de la infancia de Sánchez, lo que siembra dudas sobre la imparcialidad del proceso.

La Iglesia Católica ha decidido no participar, dejando vacante su asiento. Según recoge el acta, el derecho canónico impide avalar cualquier iniciativa que altere el carácter sagrado de la Basílica. Ahora, tras haber avalado el proyecto, quiere lavar su imagen no participando activamente en la profanación. La tibieza – cuando no cobardía- previa de la jerarquía eclesial ha permitido que Sánchez avanzara hasta este punto.

Fondos europeos al servicio de la profanación

El acta confirma además que el proyecto contará con recursos vinculados al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR). Esto significa que el Gobierno pretende usar fondos europeos para resignificar la Cruz del Valle de los Caídos.

Se trata de una maniobra que muchos califican de inadmisible: destinar dinero comunitario a un proyecto que no protege el patrimonio, sino que ataca directamente la libertad religiosa y el legado cultural de España.

El uso del PRTR para estos fines añade un componente de escándalo internacional. Bruselas se presenta como cómplice de una profanación que vulnera derechos fundamentales.

Un monumento bajo amenaza irreversible

La decisión del Gobierno de resignificar la Cruz del Valle de los Caídos supone alterar de manera irreversible la fisonomía del monumento. La Basílica del Valle de los Caídos y la gran Cruz no son simples elementos arquitectónicos, sino símbolos de fe y reconciliación que forman parte del alma y la esencia de España.

Destruirlos o transformarlos no solo significa reabrir heridas y manipular la historia para adaptarla a la ideología socialista. Los planes de Sánchez van más allá de la política: buscan eliminar un referente espiritual que incomoda al sectarismo laicista del Gobierno.

Lo que Sánchez llama resignificación no es otra cosa que la destrucción del sentido original del monumento. El Valle nació como un lugar de reconciliación tras la Guerra Civil, donde descansan combatientes de ambos bandos.

Convertirlo en un espacio de «memoria democrática» según los parámetros ideológicos del PSOE significa borrar su verdadero significado. Y al incluir la Cruz y la Basílica en el plan, el Gobierno ataca directamente a la fe católica y a la libertad religiosa de millones de españoles.

La traición de la jerarquía eclesial

La actitud de la jerarquía católica merece un análisis aparte. Encabezada por el cardenal José Cobo en Madrid y el cardenal Pietro Parolín desde Roma, la Iglesia había avalado la exhumación de Franco, José Antonio y otros pasos previos de Sánchez. Ahora, cuando el ataque es ya directo y visible, decide apartarse para salvar su imagen. Esta retirada, sin embargo, llega tarde. Su silencio previo abrió la puerta a la actual profanación. El abandono del jurado se percibe como un gesto de hipocresía que no defiende con firmeza ni la Cruz ni la Basílica.

La cobardía de la jerarquía no solo permite que Sánchez impulse la resignificación, sino que deja a los fieles huérfanos de una defensa clara del patrimonio espiritual más imponente de España.

La tibieza de la jerarquía católica se ha convertido en un lastre insoportable para los fieles que esperan claridad y valentía en la defensa de lo sagrado. En lugar de alzar la voz con firmeza frente a un Gobierno que pretende profanar la Cruz y la Basílica, los prelados prefieren mirar hacia otro lado, como si la neutralidad fuese una opción moral en este ataque frontal contra la fe. Esa actitud no solo resulta cobarde, sino que transmite la imagen de una Iglesia temerosa de incomodar al poder político y dispuesta a renunciar a su misión de proteger los lugares santos.

Con su silencio y su inacción, los obispos dejan huérfanos a millones de católicos que contemplan cómo el símbolo más visible de la fe en España queda indefenso frente al asalto ideológico de Sánchez. La jerarquía, más pendiente de mantener sus privilegios y de no ser señalada por los medios izquierdistas, renuncia a la responsabilidad de defender lo más sagrado. Esta traición espiritual hiere profundamente a los fieles y confirma una amarga realidad: mientras el Gobierno avanza en su proyecto de resignificación, quienes deberían ser pastores se convierten en cómplices pasivos de la profanación.

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