Llevo unos días en la onda que mueve a la Sociedad Española y, sin duda, también a la Mundial. Inexplicablemente, la religión Católica se ha convertido en el eje sobre el que se mueve el mundo. Vivimos una jornada excepcional con la celebración de este domingo, en la que ciento cincuenta y cuatro, nada más y nada menos, delegaciones de otros tantos estados han estado presentes en la logia situada en la plaza principal del Vaticano; frontera entre el minúsculo estado, el más pequeño del planeta y la Italia que se apropió de aquellos Estados Pontificios que desaparecieron con Garibaldi y sus camisas rojas.
Bueno, pues ese minúsculo estado ha juntado este fin de semana, y otro anterior, a los poderes políticos y religiosos de prácticamente todo el mundo. Curioso, ¿no? Pues ese “Resurgimiento” de estos días es mucho más importante que aquel de 1870, aquel que, incluso en ese primer momento, dejó sin territorio físico a aquel Estado Pontificio que existió entre el 756 y el 1870, y que ocupaba prácticamente un tercio de lo que es la Italia actual. No es sino hasta 1929, en que Pio XI y el denostado Benito Mussolini llegan al acuerdo de las 44 hectáreas que en la colina Vaticana crean ese espacio físico que hoy es un estado independiente, aunque muy dependiente de Italia.
Y esa Iglesia tan poderosa, sobre todo, mientras las armas católicas de los reyes de España o sus estados secundarios la defendieron, paso y ha estado pasando día a día, con una caída, a veces libre y desesperada y a veces más liviana o lábil, pero caída, en fin. Pero…, algo ha sucedido, mejor dicho, algo sucedió en esos años noventa del siglo pasado, que han hecho cambiar la situación. Digamos que mientras la catolicidad crecía en el mundo, con el esfuerzo de los misioneros, como Robert Prevost, hubo quien apostó por la religión y sus valores y eso sirvió para acabar con el principado diabólico del comunismo y el socialismo en el estado más extenso del planeta, es decir la U.R.S.S.; y el impulso recibido de los que luchan por determinados intereses, no todos de mi gusto, sirvió para resucitar a la Iglesia Católica. Esa apuesta de quienes hicieron a España Grande y, también, pero menos, a los que se preocuparon de quitarle todo lo que pudieron durante la “era borbonica”.
Desde esa lucha contra el mal, el social-comunismo y sus valedores, -que han pasado a ser los woke de este siglo XXI-; en el que dos grandes hombres, surgidos de ambos bandos verdaderos de la Segunda Guerra Mundial, lograron sentar las bases de un “Resurgimiento” de valores morales y espirituales. Pero los woke no se rindieron, y la lucha continuó y continuará. Pero ese Espíritu que sobrevuela la colina Vaticana cuando hace falta, ha logrado que alguien que a base de méritos, esfuerzo, trabajo, voluntad y principios morales lleva hoy el anillo del pescador, se haya convertido en la luz de muchas soluciones. Veamos, pues, esa reunión de hace unos días entre Trump y Zelensky o la de estos días, nuevamente entre Zelensky y el Papa y, este con el segundo de Trump, que pueden llevar al Mundo al buen camino.
Mientras, los que medran a base del robo, como si sisasen a la dueña de la casa, el insulto o la mentira se mantienen curiosamente, y contra viento y marea, al mando y con la llave de la caja de los dineros y el poder de esta España que durante cientos de años ha sido la defensora de la FE y que tristemente representada este domingo por dos oportunistas y “el repelente niño Vicente”, del otro que aspira a heredar prefiero ni acordarme; se revuelca cada vez más en la ignorancia propia y la de que les reconozcan los demás. Un rey al que conocí de forma muy cercana a sus 17 años, que acapara el tiempo más largo en el saludo a León XIV en este domingo, y que es la reminiscencia de quienes fueron los defensores y el brazo armado y político de esos Estados Pontificios, y del que muchos esperan ayude a acabar de una vez con los Rinconete y Cortadillo que se han hecho con el poder en esta la España de nuestras desgracias.
¿Hasta cuándo? El demérito será el billete a la Moncloa o a los miles de chiringuitos que la sostienen ahora y, ¿desde cuándo?, debemos de esperar que el mérito, igual que en el Cónclave, ayude a que España vuelva por sus fueros, tenga su Resurgimiento y mandemos al rincón, no de pensar, sino de pagar lo esquilmado a esos desvergonzados, que desde telecuatreros y asociados, se ríen de nosotros y de nuestro trabajo, nuestros frutos y se apoderan vilmente de ellos.
Necesitamos urgentemente a ese pueblo que vertió su sangre en las calles de Madrid un dos de mayo de 1808, para que destierre a los especialísimos clientes de los paradores y las villas de recreo, que pagamos todos y aúpe, de una vez, a quien de verdad sienta y lleve adelante a España… Y ahí lo dejo.
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