510 toneladas de traición: El secuestro del oro que España nunca recuperó | Albert Mesa Rey

El 25 de octubre de 1936, mientras la Guerra Civil desgarraba España y el país se debatía entre el fuego y la incertidumbre, un convoy secreto partió del puerto de Cartagena. A bordo viajaba un tesoro incalculable: 510 toneladas de oro, la mayor parte de las reservas del Banco de España. Su destino no fue Londres, París ni Nueva York, como cabría esperar en tiempos convulsos, sino la lejana y gélida Moscú, bajo la promesa soviética de custodiarlo “para la República”. Aquella decisión, tomada en el vértigo de la guerra, se convertiría en uno de los episodios más controvertidos de la historia contemporánea española.

El oro de Moscú no solo financió la resistencia republicana; se transformó en símbolo de división y en fantasma recurrente de la memoria colectiva.

Las consecuencias de aquel viaje clandestino resuenan aún hoy, en el recuerdo y en el bolsillo de un país que nunca recuperó su oro, pero tampoco ha logrado olvidar su nombre.

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El envío del oro: Operación secreta bajo el manto de la guerra

El traslado del oro español a la Unión Soviética fue una operación marcada por la urgencia, el secretismo y la controversia. En septiembre de 1936, el gobierno republicano, presidido por Francisco Largo Caballero, contemplaba con angustia el avance implacable de las tropas Nacionales hacia Madrid. Con gran parte del territorio bajo control insurgente y las reservas de oro amenazadas, la República optó por una decisión extrema: sacar el tesoro nacional antes de que cayera en manos enemigas.

El 13 de septiembre, el Consejo de Ministros autorizó el traslado del oro del Banco de España a un lugar seguro. Las opciones eran escasas: Francia y Reino Unido se mostraban reticentes a apoyar abiertamente a la República, mientras que la URSS, bajo Stalin, se ofrecía como único aliado dispuesto a respaldar al gobierno legítimo con armas y financiación. Así nació la idea de enviar el oro a Moscú, no como obsequio, sino como garantía para adquirir material bélico.

El oro, custodiado en las cámaras acorazadas del Banco de España en Madrid, fue trasladado en camiones blindados hasta Cartagena, bajo estrictas medidas de seguridad.

El 25 de octubre de 1936, cuatro buques soviéticos —el Neva, el Kine, el Volgoles y el Kursk— zarparon desde Cartagena hacia Odessa, escoltados por barcos republicanos para evitar interceptaciones. El secreto fue tal que ni siquiera todos los ministros conocían los detalles de la operación.

Una vez en Moscú, el oro fue depositado en el Gosbank, el Banco Estatal Soviético. Oficialmente, se trataba de un depósito en garantía para financiar la ayuda militar soviética. Sin embargo, Stalin nunca devolvió ni un gramo. La URSS comenzó a descontar el valor del oro según sus propios términos: armas sobrevaloradas, comisiones opacas y gastos de gestión nunca detallados. En 1939, tras la derrota republicana, la URSS declaró que el oro se había agotado por completo.

Décadas después, documentos desclasificados revelaron que el gobierno republicano nunca tuvo control real sobre el oro. Juan Negrín, entonces ministro de Hacienda, confió en la buena fe de Moscú, pero los soviéticos jugaron a dos bandas: mientras vendían armas a la República, negociaban en secreto con intermediarios alemanes. Algunos historiadores sostienen que, sin este oro, la República habría sucumbido antes; otros lo consideran un saqueo encubierto que dejó a España sin reservas y financió, indirectamente, la maquinaria de guerra de Stalin.

El oro de Moscú alimentó la guerra y se convirtió en símbolo de la dependencia republicana de la URSS, así como en argumento propagandístico para el bando Nacional. Franco lo utilizó como prueba de que “la República vendió España a los comunistas”.

Lo único cierto es que España nunca lo recuperó, y su sombra sigue proyectándose sobre uno de los episodios más oscuros de nuestra historia.

El oro de Moscú: ¿En qué se gastó? Las reclamaciones imposibles y una deuda nunca saldada

El oro español que llegó a Moscú en 1936 no fue guardado para su eventual devolución. Stalin lo consideró desde el principio un botín de guerra, garantía de la lealtad republicana y fuente de financiación para sus propios intereses. ¿En qué se empleó exactamente? ¿Intentó España recuperarlo?

La URSS proporcionó a la República aviones, tanques, fusiles y asesores militares, pero nada fue gratuito. Los soviéticos impusieron precios inflados: un caza Polikarpov I-15, que costaba unos 40.000 dólares, se facturó a España por 100.000; ametralladoras y fusiles se cobraron hasta un 300% más que su valor real, y los gastos de transporte resultaron exorbitantes. Según archivos soviéticos desclasificados, en menos de dos años Stalin había consumido más del 60% del oro español en armamento y “servicios”.

Parte del metal no se destinó directamente a la guerra. Investigadores como Gerald Howson han demostrado que la URSS fundió lingotes españoles para disimular su origen y los vendió en mercados internacionales. Entre 1937 y 1938, grandes cantidades de oro aparecieron en Londres y Nueva York, con los seriales borrados. Los fondos se emplearon en la industrialización soviética, en proyectos como la fábrica de tractores de Stalingrado.

La ayuda humanitaria, defendida por Moscú como destino del oro, fue en realidad mínima. Los exiliados republicanos en la URSS vivieron en condiciones precarias, muchos en campos de trabajo, y la asistencia estuvo siempre controlada por el NKVD.

Tras la guerra, Franco intentó recuperar el oro mediante notas diplomáticas y propaganda anticomunista, pero nunca presionó en serio, priorizando acuerdos con Estados Unidos en plena Guerra Fría. Los gobiernos republicanos en el exilio también exigieron cuentas a Moscú, pero Stalin ignoró todas las peticiones. En 1956, el Partido Comunista de España aceptó tácitamente que el oro “se gastó en la lucha antifascista”, cerrando el tema para la izquierda. Con la Transición, España normalizó relaciones con la URSS y ningún gobierno reabrió el caso, temiendo conflictos diplomáticos y ante la falta de documentos fiables.

En 2017, el economista Juan Velarde calculó que, con intereses, el oro equivaldría hoy a 50.000 millones de euros. Sin embargo, ningún partido ha impulsado una reclamación formal. El oro de Moscú no solo se gastó en armas o se fundió para beneficio soviético: simbólicamente, selló la dependencia de la República de Stalin y alimentó décadas de resentimiento. Para la derecha, fue un “robo comunista”; para la izquierda, un mal necesario para resistir al fascismo; para Rusia, un botín de guerra que nunca devolvería.

Hoy, el oro sigue en el limbo, y ningún gobierno se ha atrevido a reabrir este capítulo. Quizá porque, más que oro, lo que se llevó Stalin fue un pedazo de la memoria dividida de España.

El coste económico del oro perdido: El agujero que duró décadas

La salida de las reservas de oro en 1936 no fue solo un episodio político: tuvo consecuencias económicas profundas que marcaron la capacidad de España para financiarse, estabilizar su moneda y recuperarse tras la guerra. ¿Cuánto perdió realmente España? ¿Cómo se notó en la economía de posguerra?

En 1936, el Banco de España contaba con una de las reservas de oro más grandes del mundo —unas 710 toneladas—, fruto de la neutralidad en la Primera Guerra Mundial y las remesas de la emigración a América. El envío a Moscú (510 toneladas) dejó al país con apenas 200 toneladas, muchas de las cuales Franco empleó durante la guerra para comprar material a Alemania e Italia.

Las consecuencias fueron inmediatas: la peseta se devaluó un 60% entre 1936 y 1939, disparando la inflación; Franco tuvo que pedir préstamos a Hitler y Mussolini, endeudando al Estado. Tras 1939, España quedó sin reservas internacionales, agravando la crisis: el régimen Nacional imprimió dinero sin control, provocando hiperinflación (los precios subieron un 400% entre 1939 y 1941), y las cartillas de racionamiento se mantuvieron hasta 1952. La falta de divisas imposibilitó importar alimentos y bienes básicos.

A diferencia de Francia y Reino Unido, que emplearon sus reservas de oro para reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial, España no pudo financiar su recuperación. El Plan de Estabilización de 1959, que abrió el país al mercado internacional, se realizó con ayuda de Estados Unidos y el FMI, no con reservas propias. De haber conservado el oro, España habría gozado de mayor independencia económica.

La pérdida del oro de Moscú no solo afectó a la República: condenó a España a décadas de estancamiento, inflación y dependencia exterior. Franco utilizó su desaparición como arma propagandística, pero su régimen nunca pudo sustituir ese vacío en las arcas del Estado.

Hoy, el debate sigue abierto: ¿fue un robo? Sin duda, pues Stalin nunca rindió cuentas. ¿Era inevitable? Quizá, dada la desesperación de 1936. ¿Sigue doliendo? Económicamente, España lo superó, pero como símbolo de lo que pudo ser y no fue, el oro de Moscú sigue brillando en los libros de historia.

La España que pudo ser: ¿Cómo habría cambiado la economía con el oro de Moscú?

La fuga de las reservas de oro en 1936 fue un punto de inflexión económico que condenó a España a décadas de penuria financiera. ¿Qué habría ocurrido si ese oro se hubiera quedado? ¿Cómo sería hoy la economía española de haber conservado aquel tesoro?

Imaginemos que el oro no sale de España, pero se utiliza estratégicamente: la República lo deposita en Francia o Reino Unido, países más fiables que la URSS, y negocia ayuda militar con garantías, evitando la dependencia soviética. Probablemente, la guerra habría durado menos, la República habría evitado el estrangulamiento económico de 1938-39 y las potencias occidentales habrían presionado antes por un armisticio. Es posible que Franco hubiera ganado igualmente, pero con menos destrucción.

Si Franco hubiera recuperado el oro intacto en 1939, se habría evitado la hiperinflación de posguerra, las reservas habrían respaldado la peseta y se habría frenado la devaluación. La dependencia del Eje habría sido menor, y la recuperación más rápida: en los años cuarenta, España podría haber importado alimentos y maquinaria sin recurrir a la autarquía. El “milagro español” habría llegado antes, y con 710 toneladas de oro intactas —el cuarto mayor reservorio mundial en 1945—, la peseta habría sido una moneda fuerte, capaz de atraer inversiones y acelerar la industrialización.

La gran incógnita es si el oro habría cambiado también la política. Un Franco menos débil económicamente quizá habría caído antes, o, por el contrario, un régimen más próspero habría durado más. En 2024, con 50.000 millones extra en reservas, el Banco de España tendría el doble de oro que Alemania, la deuda pública sería menor y España tendría mayor influencia en el BCE. El oro de Moscú no solo se llevó riqueza: se llevó un futuro alternativo. España pagó su pérdida con cuarenta años de retraso económico, y aunque luego remontó, lo hizo desde más abajo.

Quizá, en algún universo paralelo, hay una España donde ese oro nunca salió de Madrid y hoy es la décima economía del mundo, no la decimoquinta. Pero en este, solo nos queda la lección: las guerras no las ganan solo los ejércitos, sino también los bancos centrales.

Conclusión: El oro que robó el futuro de España

El oro de Moscú no fue solo un tesoro perdido: fue el precio de sangre que España pagó por su división. Aquel metal que viajó a la URSS en barcos fantasmas se llevó consigo algo más valioso que lingotes: la estabilidad económica de un país, su credibilidad internacional y décadas de progreso malgastado en miseria y aislamiento.

Stalin lo convirtió en armas sobrevaloradas y propaganda. Franco lo usó como excusa para su relato de victoria. Los exiliados lo lloraron como símbolo de traición. Y la democracia, temerosa de reabrir heridas, lo enterró en el silencio. Hoy, cuando el Banco de España guarda menos oro que el de Rumanía, aquel saqueo sigue enseñándonos una lección brutal: los países que regalan sus reservas pierden más que dinero —pierden soberanía, tiempo y destino. El oro de Moscú acabó fundido en las fábricas soviéticas, pero su sombra sigue aquí, recordándonos que las guerras, al final, las ganan o pierden quienes controlan el oro, no solo quienes disparan los cañones.

España nunca lo recuperó. Pero tampoco ha podido olvidarlo. Porque algunos robos no se denuncian ante los tribunales: se inscriben a fuego en la memoria de un pueblo.

Referencias historiográficas sobre el oro de Moscú

El episodio del oro de Moscú ha sido objeto de numerosos estudios y debates historiográficos desde la década de 1970, a partir de la apertura de archivos oficiales y privados. Entre los autores más destacados se encuentra Ángel Viñas, cuya obra El oro de Moscú: alfa y omega de un mito Nacional (Ediciones Grijalbo, 1979) es considerada la investigación más exhaustiva y documentada sobre el traslado, gestión y destino de las reservas españolas. Viñas sostiene que el envío del oro a la URSS fue la única opción viable ante el avance de los sublevados y la política de no intervención de las democracias occidentales, permitiendo la supervivencia de la República durante la guerra civil.

Otro historiador de referencia es Enrique Moradiellos, quien en sus trabajos sobre la Guerra Civil española y la intervención internacional analiza el contexto político y diplomático que llevó al gobierno republicano a tomar la decisión de transferir el oro a Moscú. Moradiellos coincide en que la República se vio forzada por las circunstancias y la negativa de Francia y Reino Unido a prestar apoyo efectivo.

Por otro lado, autores como Francisco Olaya Morales, dirigente de la CNT, han defendido la tesis opuesta: que el traslado del oro fue uno de los factores determinantes de la derrota republicana, responsabilizando directamente a Juan Negrín de la pérdida de las reservas nacionales.

En el plano internacional, el historiador británico Gerald Howson ha estudiado el destino del oro español en los mercados internacionales y su papel en la financiación de la industrialización soviética. Su obra Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil War (1998) aporta datos sobre la sobrevaloración de los suministros bélicos y la opacidad de las transacciones. [uvadoc.uva.es]

La bibliografía sobre el tema es amplia y diversa. Entre los títulos más relevantes se encuentran:

  • Ángel Viñas, El oro de Moscú: alfa y omega de un mito Nacional (Grijalbo, 1979).
  • Gerald Howson, Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil War (St. Martin’s Press, 1998).
  • Enrique Moradiellos, La Guerra de España, 1936-1939 (Marcial Pons, 2001).
  • Francisco Olaya Morales, El oro de Negrín (CNT, 1987).
  • Mónica Motrel Pinales, El oro de Moscú (Trabajo de Fin de Grado, Universidad de Valladolid, 2021). [uvadoc.uva.es]

Además, el episodio ha sido tratado en obras generales sobre la Guerra Civil española, como las de Paul Preston, Ian Gibson y Antony Beevor, quienes abordan el impacto económico y simbólico del oro de Moscú en el devenir del conflicto y la posguerra.

Para profundizar

Quien desee consultar fuentes primarias y análisis detallados puede acudir a los archivos del Banco de España, los documentos diplomáticos publicados por Ángel Viñas, así como los estudios académicos disponibles en repositorios universitarios y bibliotecas especializadas.

Albert Mesa Rey es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy en 2022 y en 2023. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) del Grupo de Regulares de Ceuta Nº 54, Colaborador de la Red Nacional de Radio de Emergencia (REMER) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. 

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