Horacio Fernando Giusto Vaudagna es autor del libro “El libro negro del ecologismo” así como Director del medio periodístico independiente “La Resistencia Radio”.
Javier Navascués le ha entrevistado por Infocatólica y que por su interés reproducimos fragmentos de dicha entrevista.
¿Por qué un trabajo titulado El libro negro del Ecologismo?
La presente obra es una continuación de aquella tradición que surge primero con “El libro negro del comunismo” y luego siguieron Agustín Laje y Nicolás Márquez con su obra “El libro negro de la nueva izquierda”. En este sentido, “El libro negro del ecologismo” expone tanto una crítica a la hegemonía progresista como al metacapitalismo que se protege políticamente bajo el poder de organismos internacionales.
Tal como bien expone el gran pensador Pablo Muñoz Iturrieta quien prologa el Libro Negro del Ecologismo: “El ecologismo se ubica dentro de un marco ideológico que poco tiene que ver con la ciencia y mucho que ver con la renovación y recreación de la nueva izquierda, la que a su vez es usada como la mano de obra barata del poder financiero internacional, que en definitiva son quienes realmente gobiernan este mundo y en ese programa de reingeniería social buscan controlar la población, eliminar a los pobres (en vez de ofrecerles una solución y salida a su pobreza) y limitar el número de nacimientos para que en un mundo automatizado no exista ninguna persona “de más”.”
Por ello es que resultó prudente seguir con la tradición de exponer todo lo oscuro que hay en una izquierda que se ofrece al mundo como una nueva religión salvífica.
¿Dónde está la negrura de esta ideología verde?
Lo irónico es que antes de hablar de lo “negro” del libro, debería hablarse de lo “rojo”; de hecho, el libro menciona que el ecologista es similar a una sandía en tanto que verde por fuera mientras rojo por dentro. Bien se marca que el movimiento ecologista es, en esencia, un movimiento político-cultural que se consolidó en la agenda pública de los países de Primer Mundo durante la década de 1960.
Explicar las bases teóricas del movimiento ecologista constituye un verdadero desafío. Pues el ecologismo, como tal, no tiene una identidad propia, sino que sus nociones básicas y sus construcciones teóricas son sino premisas contra el sistema de producción capitalista y los valores de la sociedad occidental. Como lo compendia la activista climática Naomi Klein, este movimiento pone “directamente en cuestión nuestro paradigma económico dominante”, al tiempo que “los relatos sobre los que se fundamentan las culturas occidentales […] y muchas de las actividades que dan forma a nuestras identidades y definen nuestras comunidades”.
Lo negro en el ecologismo radica en la falta de claridad, donde surgen exponentes en un inicio de filiación cientificista y eugenésica, hasta pensadores místicos que sin sustento alguno vaticinan catástrofes que nunca se cumplieron.
¿Cuál es, por tanto, la esencia política y filosófica de esta ideología?
El ecologismo por sí carece de esencia. De allí es que el ecologismo, transversal a la Teología de la Liberación, el Indigenismo, la Eugenesia, el Corporativismo, el Eco-Feminismo, la Revolución Cultural de la Nueva Izquierda, como tantos movimientos más.
Hoy el ecologismo es el ocaso de las naciones cristianas que paulatinamente mueren bajo la influencia de metacapitales protegidos políticamente por la Agenda 2030 mientras se le rinde culto pagano a falsas deidades como la Pachamama, la Gaia o la “Madre Naturaleza”.
¿Dónde radica su maldad intrínseca?
La maldad del ecologismo radica en la propia génesis de su pensamiento que considera al hombre como otro ente orgánico a la par de cualquier especie conocida.
La selección natural, la lucha a muerte por el dominio y el poder, está en función de la evolución, la cual corresponde a un sistema de crecimiento orgánico que impregna toda la naturaleza y que Haeckel llamó “monismo”.
¿Hasta qué punto es incompatible con la cosmovisión cristiana?
El ecologismo es incompatible con el cristianismo esencialmente en su filosofía de base. El libro bien explica un punto cultural a tener en cuenta. una izquierda ecologista que comienza a inmiscuirse en aquel opio del pueblo viene a plantear en el Siglo XXI que para “deconstruir” la racionalidad capitalista y dirigir la sociedad hacia un nuevo paradigma ambiental es preciso potenciar un sistema axiológico que defina los valores que guiarán a las acciones concretas. Es este ámbito idea de religiosidad (con sus respectivos rituales, veneraciones, narrativas, conocimiento de la naturaleza caída del hombre, promesa del paraíso venidero, amenaza del castigo, autoridad espiritual, profetas) se amalgama perfectamente al discurso ecológico para un profundo calado cultural. Ello permitiría que con los mítines veganos (rituales), la romantización del animalismo (veneración), las ediciones de “La Bomba Demográfica” (narrativas), los discursos ecofeministas contra el hombre capitalista (pecado original), las promesas del New Green Deal (paraíso venidero), el fatalismo de la obra “La Bomba Demográfica” (castigo divino), las cátedras de Peter Singer (autoridad espiritual), los presagios de Greta Thunberg (profeta), se genere una religión posmoderna que quiebre la cosmovisión tradicional del mundo.
Dos milenios de herencia cultural se interrumpen con la abrupta irrupción de una eco-religiosidad que comienza a germinar hace ya 3 décadas y en los últimos 2 años se consolida (véase el Sínodo de las Amazonias). El modelo de vida occidental es reemplazado por una visión de sostenibilidad que, según expertos en la materia resulta paradójicamente, insostenible; un simple ejemplo concreto y real sirve para exponer el sacrificio involuntario al que se someten millares de persona en ofrenda a la Madre Naturaleza sacra: el Acuerdo Verde.
Allende de lo expuesto, el cristianismo implica una noción realista en torno a la filosofía, mientras que todo intelectual ecologista ha sido netamente inmanentista; conforme al Principio de No Contradiccción, no se puede ser y no ser simultáneamente y en el mismo sentido.
En el caso del culto a la madre tierra, por ejemplo, se ve muy claro…
El “Sínodo para la Amazonía” es un ejemplo claro para entender un fenómeno que mantiene perplejo a muchos católicos. Aquel sínodo dejó preocupantes señales de blasfemia y declaraciones inquietantes que trascienden la Fe para inmiscuirse en las políticas culturales y económicas de cada Estado bajo premisas ecologistas. Prudentes es considerar que el devenir del desarrollo histórico presenta al ecologismo como la más acabada facción antagónica a Occidente que infiltra su pensamiento en cuanto movimiento posible sea. De allí es que resulta común y habitual escuchar a ideólogos anticapitalistas hablar del EcoFeminismo o promover el EcoTerrorismo, pero el reciente “Sínodo para la Amazonía” pone al descubierto un concepto propio de la subversión cultural: la EcoTeología.
¿Por qué las ideologías de izquierda la han tomado como bandera?
El ecologismo apela a la bondad del discurso y la dicotomía con el disidente, donde el escéptico es tomado como un enemigo que atenta contra la naturaleza. Mientras la corrección política inclina todo el espectro cultural hacia la izquierda, los radicales promueven la degradación total del orden natural mientras tantos los tibios le son funcionales.
¿Por qué se ha sacralizado el ecologismo?
Cuán desafiante sería para el ecologismo sostener un absolutismo moral cuando la propia sociedad que engendró a dicha corriente verde era artífice del secularismo que le ofrecía plena libertad moral a sus ciudadanos. Generar obediencia debida implica ofrecer una visión sagrada para cada acción que legitima la norma moral; la propia cultura debía ofrecer una nueva religión que reemplace, tal como expresó Mijaíl Gorbachov (ex presidente de la Unión Soviética), quien sostuvo que “La Carta de la Tierra debe de substituir a los Diez Mandamientos y al Sermón de la Montaña”.
Paulatinamente florecen afluentes externos al político, pero cuya ética implica una forma específica de entender las relaciones humanas; la hermandad entre sí por el amor a la naturaleza permite reconocer en el ecologista ya no un activismo político que no había es saciado por René Dumont o Petra Kelly. Comienzan entrelazarse en un discurso de amor a la Madre Naturaleza los médicos y los curanderos homeopáticos, los vegetarianos y los macrobióticos, los nudistas y los montañeros; era el rejunte de toda una pléyade de visionarios, inadaptados y exotéricos que condicionan la heterogeneidad interna del movimiento ecologista, pero le dan un sentido moral a su identidad externa.
Así es que uno comienza a estudiar el paso a la sacralización del Planeta, donde el hombre renuncia a ser creador y omnipotente para volverse un engranaje más en el sistema; se abandona el lugar que el teocentrismo confería a la dignidad humana como también se abandonó la posición superlativa del antropocentrismo, pues ha emergido el biocentrismo, allí donde la creación está por sobre el Hombre mismo.
¿Qué relación tiene con la Agenda 2030, el Nuevo Orden Mundial, confinamientos?
Para comprender este punto vale considerar simplemente 2 fenómenos concretos:
A) Sobre la digitalización de la vida gracias al encierro masivo: “En el año 2015 Bill Gates fundó, junto a un grupo de 28 inversores dueños de las más grandes empresas globales, la Coalición de Energía Breakthroug. Anunciada durante la COP-21 de la ONU, y conformada por algunos de los inversionistas privados, bancos y corporaciones multinacionales más importantes del mundo, el objetivo de la misma es trabajar mediante el impulso y el financiamiento en infraestructuras de energías limpias “para lograr cero emisiones netas” de dióxido de carbono antropogénicas hacia el año 2050, impulsando la transición energética hacia una economía sin emisiones de GEI. Así es que nació BEV -por sus siglas en inglés- como un grupo de influencia dedicado a contactar a inversores e instituciones, que en 2016 ya contaba con un fondo dotado de 880 millones de euros para “apoyar empresas innovadoras que contribuyeran a detener el cambio climático”.
Entre los integrantes de la misma, encontraremos a personajes como Jeff Bezos, fundador de Amazon; Richard Branson, precursor del grupo conglomerado Virgin, dedicado a diversos sectores de la sociedad de consumo; el inversionista y expresidente de Open Society, George Soros; el director ejecutivo de Alibaba, Jack Ma; el administrador de fondos de cobertura y excandidato presidencial demócrata para las elecciones de 2020, Tom Steyer; John Doerr, inversionista de riesgo y compañero de Al Gore en Silver Spring, junto a otros nombres que ya hemos mencionado: Chris Hohn, fundador de Children Investments Foundation, ONG que integra a la European Climate Foundation, que mantiene estrecho vínculo con Greta Thunberg, y Michael Bloomberg, fundador y propietario mayoritario de Bloomberg LP, que también es patrocinador de la Coalición de Energía Breakthroug; el inversor de telecomunicaciones japonés Masayoshi Son; Meg Whitman, CEO de HP y el cofundador y director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, junto a la empresa de inversiones The Engine (perteneciente al Massachusetts Institute of Technology), entre otros.
B) Sobre la militancia verde gracias al encierro masivo: La militancia ecologista ha sabido usufructuar el estancamiento económico global que trajo miseria y penuria a millones de seres humanos para reafirmar la tesis según la cual somos un “cáncer” para el planeta y que, a falta de actividad humana, el mismo se “recupera”: En este sentido, por ejemplo, el conocido medio de contenido ambiental National Geographic publicaba una nota el 18 de marzo de 2020 titulada “El planeta, el principal beneficiado por el coronavirus”. Aunque también hay quienes han sabido afirmar que, en verdad, la pandemia es culpa de la humanidad, al arrasar con la deforestación el hábitat de numerosas especies, como los murciélagos, haciendo caso omiso al relato oficial de la OMS, o quienes han afirmado que, en esencia, la pandemia por coronavirus tiene su origen en el calentamiento global . La politóloga argentina Flavia Broffoni en “Extinción: ¿Qué estás haciendo para evitar el colapso?”, afirma: “El virus Sars-coV-2 es de origen zoonótico.
Esto quiere decir que su propagación entre los humanos responde a cualquier otra enfermedad: se transmite por un salto desde una especie que no debería estar, en algunos contextos, en contacto con la otra. […] La COVID-19 nos dejó algunas enseñanzas sobre estas interfaces y sus implicancias. David Quammen exploró las razones de las pandemias en su libro de 2012 Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic. Allí sostiene que una población humana enorme, sumada a una creciente población de animales industrializados, combinada con la destrucción de los hábitats naturales y los ecosistemas alterados, resulta en un combo que podría convertirse fácilmente en la venganza final de la naturaleza contra la humanidad”. Finalmente, concluye: “Más allá de las teorías sobre el origen del nuevo Coronavirus […] los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats, a causa de la deforestación y la expansión agrícola”.