Los índices de aprobación en caída, los escándalos de corrupción y la mala gestión de la guerra hacen cada vez más evidente que Zelensky no es el chico dorado que Bruselas lo hace parecer.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se enfrentó a un intenso escándalo político tras la reacción negativa de la opinión pública que lo obligó a revertir una controvertida decisión que habría debilitado a dos de los principales organismos anticorrupción de Ucrania. A las 24 horas de que Zelenski firmara una ley que despojaba de su independencia a la Oficina Nacional Anticorrupción (NABU) y a la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAP), estallaron protestas masivas que obligaron al presidente ucraniano a dar marcha atrás.
Las manifestaciones se convirtieron rápidamente en un movimiento nacional. Veteranos de guerra, soldados en activo y civiles se unieron en la oposición, condenando lo que consideraban una peligrosa erosión del progreso democrático. Inicialmente, Zelenski se mostró indiferente ante la reacción, pero la indignación pública no hizo más que intensificarse, e incluso las tropas de primera línea expresaron su indignación.
Sevgil Musayeva, editora jefe de Ukrainska Pravda, hizo una comparación histórica: “Nos encontramos ante el acontecimiento más peligroso de todos los años desde Maidán”.
Ante la creciente presión, Zelenski reconoció su derrota y se comprometió a restaurar la independencia de las agencias. Se espera pronto una nueva ley que restablezca su autonomía. «Es fundamental no perder la unidad. Escuchar a la gente, dialogar, etc.», declaró Zelenski en una rueda de prensa, presentando su cambio de postura como un acto de liderazgo responsable.
Bruselas ha evitado en gran medida criticar el retroceso democrático de Ucrania durante la guerra; los funcionarios europeos no han hecho ningún comentario sobre el deterioro de las instituciones democráticas ni del Estado de derecho, si es que lo hubo incluso antes de la guerra. Miembros de la UE como Hungría o Eslovaquia están siendo bombardeados con acusaciones de violación del Estado de derecho y ataques políticos solo por oponerse a Bruselas, pero Ucrania recibe un trato diferente .
La corrupción sigue siendo la principal preocupación interna de Ucrania, y encuestas recientes muestran que el 51% de los ucranianos la considera una amenaza mayor para la democracia que la propia guerra. Algunos analistas especulan que existe un creciente pánico en el círculo íntimo de Zelenski a medida que sus índices de aprobación disminuyen y sus perspectivas de reelección se reducen.
El excomandante de las Fuerzas Armadas, el general Valery Zaluzhny, es considerado ahora uno de los principales contendientes en futuras elecciones. Adrian Karatnycky, autor de Battleground Ukraine , argumentó que este paso en falso podría ser políticamente fatal: «Es el segundo clavo en el ataúd tras el despido de Zaluzhny».
La presidencia de Zelenski se ha caracterizado cada vez más por sus esfuerzos por consolidar el poder y marginar a sus rivales. Su administración ha impuesto sanciones al expresidente Petro Poroshenko que podrían impedirle postularse a un cargo, lo que genera preocupación por la represión política. Mientras tanto, las campañas para erradicar a los colaboradores rusos han parecido en ocasiones más purgas políticas que auténticas medidas de seguridad.
Ante el creciente temor de que Zelenski intente orquestar unas elecciones manipuladas, la sociedad civil ucraniana ha demostrado resiliencia. Las recientes protestas demuestran que los ucranianos, a pesar de la guerra, no sacrificaron sus vidas ni sus libertades solo para ver su democracia socavada desde dentro.
Zolta Győri | The europeanconservative.com.