Ya no hay política, solo relato. El PSOE ha elevado la mentira y la manipulación a categoría de gobierno. Domina el relato, controla los medios y explota el cansancio de los ciudadanos, que llegan a casa sin fuerzas para pensar.
Los medios afines repiten las consignas. Los tertulianos fabrican titulares. Las redes sociales multiplican los mensajes prefabricados. En esta maquinaria de propaganda, la izquierda ha perfeccionado el arte de la manipulación, mientras la derecha se mantiene a la defensiva. Y quien sale a la defensiva casi siempre pierde,
El dominio del relato socialista
Sánchez ha comprendido que la verdad ya no importa. Lo que cuenta es controlar la percepción. Así, cada día su Gobierno repite mensajes diseñados para emocionar, no para informar. Y mientras tanto, una ciudadanía sin conciencia crítica los asimila sin cuestionar.
Las aulas, los medios y la cultura repiten la misma idea: “todo lo que viene de la derecha es malo, extremista o peligroso”. En cambio, lo que procede de la izquierda es “justicia, igualdad y progreso”. Se trata de una manipulación cultural de largo alcance, que ha modelado la mente de varias generaciones.
En este escenario, el pensamiento libre se castiga y la crítica se silencia. Muchos españoles viven desconectados de la política real y solo reciben los fogonazos de información que las redes deciden mostrarles. Y de eso, el Gobierno de los mil asesores sabe mucho. Lo domina. Lo aplica sin parar.
El PP sigue sin aprender la lección
En comunicación, el PSOE siempre gana. Lo hace porque entiende que el poder ya no reside en los hechos, sino en las emociones, en los sentimientos, en las «ideas fuerza». Mientras tanto, el Partido Popular continúa sin estrategia, confiando en que la razón y los datos bastan para convencer. No tiene ideología, no tiene relato, no tiene proyecto. No es alternativa. Solo gestión económica. Ha renunciado a la batalla cultural y política. Y por eso el PSOE siempre va por delante del PP.
El caso de Carlos Mazón lo demuestra. Mientras los socialistas convierten cualquier desastre en una oportunidad mediática, el PP sigue actuando con ingenuidad. La izquierda domina la narrativa; la derecha aún no ha comprendido que, en el siglo XXI, el relato es poder.
La mentira institucionalizada
El Gobierno de Pedro Sánchez ha transformado la mentira en arte político. No hay comunicado ni rueda de prensa sin manipulación. Esta semana lo ha vuelto a demostrar: el PSOE publicó una fotografía sobre las inundaciones de Valencia, presentando al pueblo como héroe socialista.
La imagen mostraba voluntarios retirando barro. El texto insinuaba que el mérito era del Gobierno. Una apropiación moral intolerable. En cuestión de segundos, el mensaje se propagó en redes, con los comentarios bloqueados para evitar la réplica. Así funciona la censura moderna: no se impide hablar, simplemente se evita que te escuchen.
Los asesores de la Moncloa repiten el mismo mensaje en miles de grupos de WhatsApp. Los bots amplifican la consigna. El resultado: una mente colmena, donde todos repiten la versión oficial y nadie se atreve a contradecirla.
La justicia, también bajo el relato
El caso del Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, resume la perversión del sistema. Acusado de revelación de secretos, se sienta en la mesa de los fiscales con la toga de fiscal, no en el banquillo. Así, cualquier espectador distraído puede creer que es el acusador y no el acusado.
Este teatro mediático forma parte del mismo patrón: convertir al culpable en víctima y al poder en inocente. La lógica indica que un hombre honesto no cambia de móvil ni borra mensajes. Pero García Ortiz lo hizo. Y no ordenó ninguna investigación interna.
Los guionistas del sanchismo confían en la ignorancia colectiva. Incluso intentan convencernos de que Pilar Sánchez Acera, otra implicada, también cambió de teléfono “por casualidad”. Cada mentira se blanquea con otra mentira. Cada fraude se justifica con el “relato”.
La cultura del relato frente a la verdad
España vive una época en la que la propaganda sustituye a la política. La izquierda domina el discurso cultural y mediático, mientras la derecha se defiende con las reglas del pasado. En esta batalla, quien controla el lenguaje controla la realidad.
La verdad se convierte en un obstáculo, no en un valor. Por eso, el PSOE no teme mentir: sabe que su público ya no busca hechos, sino sensaciones. El ciudadano medio consume titulares emocionales, no argumentos. Así se construye una sociedad dócil, incapaz de distinguir entre realidad y ficción.
Ya no hay política, solo relato. Y ese relato lo controla la izquierda. El PSOE ha convertido la mentira en su principal herramienta de gobierno. Su estrategia se basa en manipular la opinión pública y en vaciar el debate político de contenido moral y ético.




