El odio del Gobierno de Sánchez al Valle de los Caídos: Pretende retirar las capillas dedicadas a la Virgen María

Ángel Víctor Torres, señalado en diversos círculos como masón y ferviente anticatólico, ha asumido el papel de ejecutor de las políticas más agresivas del Ejecutivo contra el Valle de los Caídos. Bajo su dirección, el ministerio no ha cesado de diseñar estrategias para desacralizar y desvirtuar este símbolo de la fe y la historia de España. Según se denuncia, su nueva maniobra es convertir Cuelgamuros en un parque temático con un «concurso internacional anexo», cuya temática sería la exaltación de la II República, ignorando el carácter religioso y conciliador del lugar.

Pretende retirar las capillas dedicadas a la Virgen María

El ministro masón parece no conformarse con los ataques previos. “Ahora se pretende retirar las capillas dedicadas a la Virgen María: ¿a qué viene esto?”.

Torres ha propuesto cerrar las capillas laterales de la basílica, un acto que no tiene justificación lógica ni cultural, salvo el odio.

Este empecinamiento, lejos de ser una acción política estratégica, parece responder a una motivación más profunda, alineada con una agenda que busca borrar cualquier rastro de la fe católica en la vida pública.

La cruz, los monjes y la resistencia católica

El odio del Gobierno hacia el Valle de los Caídos tiene en la cruz monumental su mayor símbolo. Sin embargo, a pesar de las amenazas iniciales de derribarla, incluso el Ejecutivo ha reconocido que esto sería imposible. Así, han cambiado su estrategia: atacan desde dentro, contra los monjes benedictinos liderados por el padre Santiago Cantera y contra los elementos religiosos de la basílica.

Los monjes han sido un obstáculo constante para los planes del Gobierno. A pesar de que el Ejecutivo les debe más de 2 millones de euros, intentan ahogarlos económicamente. Sin embargo, estos religiosos, firmes en su vocación, han logrado sobrevivir gracias a las limosnas y a su fe inquebrantable. El Valle sigue siendo un lugar de espiritualidad, con su hospedería, escolanía y servicios religiosos, a pesar de los constantes ataques.

Tal como se ha señalado,

“el Gobierno debe a los monjes 2 millones de euros y subiendo, pero Cantera no se rinde y continúa viviendo de limosnas y entregando su vida en aquel camposanto de concordia nacional”.

Este sacrificio personal del padre Cantera y su comunidad contrasta con el ensañamiento de un Gobierno que, incapaz de construir, se dedica únicamente a destruir, como bien se ha descrito: “Tanto empecinamiento en destruir sin construir… bueno, esa es la marca de Satán”.

Desacralización: el objetivo final

El proyecto del masón Torres no se limita al ámbito administrativo o político; su meta es desacralizar el Valle, pieza por pieza. Empezaron con la exhumación de Francisco Franco, continuaron con la amenaza constante a los monjes y ahora avanzan hacia el cierre de las capillas dedicadas a la Virgen María. Estas acciones son un claro ataque al carácter católico del lugar y, por ende, a la libertad religiosa de todos los españoles.

Además, el silencio de la jerarquía eclesiástica es preocupante. En este contexto, las negociaciones entre el ministro Félix Bolaños y el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, parecen insuficientes.  La Iglesia no puede permanecer impasible ante estos atropellos.

El Valle de los Caídos: un símbolo que resiste

El Valle de los Caídos no es solo un lugar físico, sino un símbolo de reconciliación, fe y resistencia. Los ataques del Gobierno de Sánchez y su ministro masón Ángel Torres no son acciones aisladas; forman parte de una agenda más amplia que busca eliminar cualquier rastro de la influencia católica en la sociedad española. Es el odio a todo lo católico. Es cristofobia pura. Y el cierre de capillas, la transformación del lugar en un parque temático y el desprecio hacia los monjes son pruebas claras de este odio.

Sin embargo, la resistencia del padre Cantera y su comunidad, así como la firmeza de los fieles que siguen apoyando el Valle, son un recordatorio de que la fe no se destruye tan fácilmente. La cruz sigue en pie, los monjes permanecen y el Valle continúa siendo un centro de espiritualidad, a pesar de todos los intentos por destruirlo.