España tiene más trabajadores pobres que la mayoría de países de Europa

trabajadores pobres en España

Uno de cada diez trabajadores en España es pobre.

También lidera la tasa de paro del continente desde hace años, con un 10,5% este septiembre, frente al 6% del promedio europeo

El número de trabajadores pobres en España supera al de la mayoría de países europeos. Aunque se trabaje, miles de españoles no llegan a fin de mes. Con una inflación asfixiante y sueldos congelados, España combina los dos peores indicadores del continente: pobreza laboral y desempleo estructural.

España encabeza la pobreza laboral en Europa

Según Eurostat, en 2024 el 11,2% de los empleados en España se encontraban en riesgo de pobreza. El promedio europeo se sitúa en el 8,2%, lo que deja al país tres puntos por encima de la media. Solo Luxemburgo y Bulgaria registran cifras peores, aunque por razones muy distintas: el primero por el alto coste de vida, y el segundo por su debilidad económica.

En cambio, el caso español es paradigmático. Aquí, trabajar ya no garantiza salir de la pobreza. El mercado laboral ofrece sueldos bajos, contratos temporales y una presión fiscal que castiga al trabajador. Esta combinación explica que España sea el tercer país de la UE con más trabajadores pobres.

La tasa de riesgo de pobreza entre ocupados, según Eurostat, demuestra que el problema no se limita a los parados o a las familias sin empleo. Cada vez más españoles con trabajo sufren pobreza energética, alimentaria y habitacional.

El dominio de la inflación ha erosionado el poder adquisitivo. Los precios suben, pero los salarios permanecen estancados desde hace más de una década.

Los sueldos bajos y la inflación ahogan a las familias

El presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza, Carlos Susías, reconoce que “los salarios españoles son bajos, especialmente desde la devaluación salarial por la crisis de 2010, de la que aún no nos hemos recuperado”. Esa devaluación se mantuvo durante los gobiernos socialistas posteriores, que no corrigieron el deterioro del poder adquisitivo.

Mientras tanto, el coste de la vida se ha disparado. La vivienda, los alimentos y la energía suben a un ritmo que deja a millones de familias sin margen. Trabajan, pero no prosperan.

El resultado es una nueva clase social: el trabajador pobre. Personas que cumplen, producen y cotizan, pero que no pueden ahorrar ni mejorar su nivel de vida. Este fenómeno se extiende especialmente entre jóvenes, familias monoparentales y autónomos.

La pobreza crónica también aumenta. En 2024 afectó al 13,6% de la población, un dato que revela la ineficacia de las políticas sociales actuales. El asistencialismo no combate la pobreza, la perpetúa.

Europa avanza, España retrocede

Mientras España encabeza los indicadores negativos, otros países han conseguido reducir la pobreza laboral.
Finlandia, República Checa, Bélgica, Países Bajos e Irlanda presentan tasas de riesgo de pobreza inferiores al 5%. En estos países, la combinación de productividad, estabilidad laboral y salarios competitivos evita que trabajar sea sinónimo de subsistencia.

España, en cambio, sigue atrapada en un modelo de empleo precario, impuestos elevados y burocracia asfixiante. La política económica del Gobierno socialista se centra más en repartir subsidios que en crear oportunidades reales.

El resultado es evidente: más paro, más pobreza y menos esperanza. En septiembre de 2025, la tasa de paro alcanzó el 10,5%, frente al 6% del promedio europeo. Ningún otro país de la UE mantiene cifras tan elevadas de desempleo desde hace tantos años.

Un sistema que castiga el esfuerzo

El mercado laboral español no premia el mérito ni el esfuerzo. Los trabajadores que producen más pagan más impuestos, mientras los que dependen del subsidio encuentran menos incentivos para incorporarse al empleo. El intervencionismo del Estado y la falta de apoyo a las empresas limitan la creación de puestos de trabajo estables.

Las reformas laborales de los últimos gobiernos no han solucionado la raíz del problema. La temporalidad, los contratos parciales y la carga fiscal sobre los autónomos continúan ahogando el crecimiento económico.

La izquierda, en lugar de incentivar el empleo, ha convertido la dependencia del Estado en su modelo de control social. La consecuencia es un país donde se trabaja más para ganar menos y donde la movilidad social prácticamente ha desaparecido.

La España del relato frente a la España real

El Gobierno presume de crecimiento económico, pero la realidad de las cifras desmiente ese discurso. Los datos de Eurostat son contundentes: España no solo lidera el paro, también la pobreza entre los trabajadores.

El relato oficial intenta maquillar el fracaso con estadísticas parciales, pero el día a día de las familias revela otra verdad: la prosperidad no llega a los hogares.

El ciudadano medio no vive mejor que hace una década. Los salarios apenas cubren los gastos básicos y la inflación erosiona el ahorro. La brecha entre el discurso político y la realidad social crece cada mes.

Mientras tanto, el Gobierno gasta millones en propaganda, subvenciones ideológicas y campañas de “igualdad”, pero ignora a los trabajadores que sostienen el país.

El futuro de España no se construirá sobre subsidios ni sobre relatos progresistas, sino sobre la recuperación de la dignidad del trabajo y la defensa de la familia como núcleo económico y social.

Comparte con tus contactos:

Deja un comentario