Sánchez logra la investidura de la vergüenza con la legislatura en interrogante
Finalmente lo logró. Puso el país en almoneda. Aceptó pulpo como animal de compañía y logró los apoyos necesarios para la investidura. Prometió romper la caja única de la Seguridad Social, socializar entre todos los españoles la mala gestión de la Generalitat catalana y amnistiar a quien había cometido el peor de los delitos; atentar contra la nación. De esta manera, no es que el gobierno perdona los delitos, es que pide perdón a los secesionistas que ni piden perdón, ni se arrepienten de nada. Es más, aseguran que lo volverán a hacer. ¿Cabe mayor humillación?
No es que Sánchez haya optado por humillarse. Es que Sánchez ha optado por humillar a la nación. De aprobarse la amnistía, el Supremo, que actuó con todas las garantías y cautelas, habría actuado como un activista judicial contra la supuestamente legítima aspiración del pueblo catalán. Y el Rey que cubrió la orfandad ese 3 de octubre de 2017 habría sido desleal con el pueblo catalán. Y de ahí a la República y a la ruptura del Estado de derecho no hay un paso. Ya llegamos. ¡Alucinante!
¿Es un golpe de Estado? Si pensamos en el modelo Tejero, obvio que no. Aparentemente se mantienen las formas. Pero la pulsión totalitaria es evidente. El autócrata acaba de iniciar un proceso revolucionario por capítulos especialmente peligroso. Aboga por un pluralismo sin derechas. Normaliza Bildu pero demoniza a Vox y al PP. Honra a la princesa Leonor, pero coloca a la Corona a los pies de los caballos. Dice respetar la división de poderes, pero pacta con quien hace listas negras de jueces supuestamente desafectos que son sino profesionales aplicando el estado de Derecho. Afirma defender la Constitución pero dice que hay que interpretarla con el arreglo a los tiempos actuales.
Ese es el proceso revolucionario en el que estamos inmersos. La tensión está asegurada porque Junts ya exige el referéndum de autodeterminación. Puigdemont asegura que vigilará al gobierno a diario. Y Bildu se suma a la subasta y reclama el “referéndum a la escocesa”. Todo esto garantiza una legislatura tensa y conflictiva, probablemente corta y judicializada y claramente estéril y destructiva. ¿De verdad que valía la pena?
Luis Losada Pescador | Periodista