Sánchez contra España | María Menéndez

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Lo que esconde la amnistía de Sánchez.

Poniendo por delante el asunto del perdón a los secesionistas catalanes, como escenificando una obra de teatro para el público, mientras por detrás se organizaba otra obra con los etarras…

A cada uno le da lo que quiere, pero no de lo suyo, sino lo de los demás. Porque España no es de Sánchez, pero la trocea y vende como si fuera suya.

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad … Que Dios juzgará todas las acciones, aun las ocultas, sean buenas o malas» (Eclesiastés).

Todo es pasajero. Solo Dios permanece.

Frente a los malos y poderosos que quieren gobernar para hacer maldades, ocuparse de pararles y hacer bien las cosas, ¿qué hará el siguiente? No sabemos. Puede continuar tu obra o no. No te afanes tanto por hacer y ganar.

“¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas» (Eclesiastés).

Nosotros no podemos cambiar las cosas solo con nuestro esfuerzo y empeño.

Basta lo que nos falta, que es la Gracia de Dios, la acción de Dios, la confianza en Dios. Él es el Señor de la historia, es el dueño de la Creación.

¿Entonces no es posible cambiar el mundo para que haya más justicia?

¿Quitar al malo y vencerlo? Pues es que luego vendrá otro, otro malo, peor. Vino Zapatero y luego apareció Sánchez. Un tipo que le echaron del PSOE, de su partido. Y consiguió volver, ser candidato, ganar y llegar a la Moncloa.

La batalla que se libró contra el proyecto de Zapatero pareció culminar en victoria ante la mayoría absoluta del PP con Rajoy. Sin embargo, la fuerza descansó en un partido, en algo mutable, en lo que no permanece. Otra cara de la misma moneda.

Afánate en las cosas que permanecen, en Dios. No en las cosas mutables, de este mundo, vanas. Pues así tú esfuerzo será vano.

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Eclesiastés).

¿Y qué hacer? Nada puedes. Por mucho que luches contra uno malo, luego vendrá otro peor.

Con Dios todo lo podrás. Por eso la lucha es espiritual. No un combate por quitar el poder a uno y dárselo a otro. Así todo será vano.

Se necesita un hombre nuevo que haga nuevas todas las cosas. Ese es Cristo. Es el único poder contra el mundo.

«Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas». (Apocalipsis 21,5)

Trabaja y pelea como si todo dependiera de ti, pero pon todo bajo la confianza del Señor y podrás cambiar las cosas. Es Cristo el que lo cambia a través tuyo. Judas el traidor no lo entendió así. ¿Y tú?

María Menéndez | Historiadora. 

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