La rebelión del campo no es un hecho aislado ni fruto de un capricho. Es la consecuencia lógica ante unas medidas que están arruinando al campo europeo. En Polonia, los agricultores paralizaron Szczecin exigiendo freno al grano ucraniano y al Pacto Verde. Así mismo, en Irlanda, el propio Gobierno barajó el sacrificio de 200.000 vacas en nombre de la «transición ecológica».
En los Países Bajos, el plan gubernamental para cerrar un tercio de las granjas y eliminar la mitad del ganado encendió las calles. España no ha quedado al margen: tractores en las carreteras, estiércol frente a supermercados, puertos colapsados y miles de agricultores clamando contra el abandono del Ejecutivo sanchista.
Bruselas impone, el campo se arruina
El desprecio de las élites europeas hacia el sector primario alcanza niveles alarmantes. Mientras millones de familias viven del campo, la UE dicta desde sus despachos normas imposibles, importaciones desleales y exigencias climáticas suicidas.
La rebelión del campo responde no solo al abandono de Bruselas sino al intento descarado de arruinarlo. En los Países Bajos, la agricultura sostiene la segunda mayor exportación alimentaria del planeta. En Polonia genera 1,2 millones de empleos. Por otra lado, en España, 750.000 familias viven de la agricultura y ganadería.
Bruselas, sin embargo, prefiere mirar hacia Marruecos, por ejemplo. Las importaciones agrícolas superan los 170.000 millones de euros al año. Se destruye la producción europea para depender del exterior.
Ideología verde: hambre garantizada
Las normas de emisiones impuestas por la ideología fanática climática están llevando a la quiebra al campo. A cambio, ¿qué nos ofrece Bruselas? Frutas y verduras de terceros países, en peores condiciones sanitarias y laborales.
La rebelión del campo es también la revuelta de los consumidores, aunque muchos aún no lo sepan. Hoy son ellos los que protestan; mañana seremos todos los que suframos los estantes vacíos. Bruselas ignora esta realidad con arrogancia suicida.
Europa al borde del desabastecimiento
Si se extingue el campo europeo, también desaparece nuestra soberanía alimentaria. El Pacto Verde Europeo se ha convertido en una amenaza directa contra la estabilidad económica y social del continente.
La rebelión del campo avisa de un futuro que se acerca rápidamente: un futuro sin ganaderos, sin frutas de temporada, sin leche ni carne producida en suelo nacional. La Agenda 2030 está ejecutando un suicidio programado del sector primario.
No es su futuro: es el nuestro
No estamos hablando solo de los agricultores. La rebelión del campo es la primera línea de defensa del sentido común, la dignidad del trabajo rural y el derecho de todos a alimentarnos con productos sanos, seguros y locales.
Mientras los gobiernos callan ante Bruselas, las protestas crecen. El silencio institucional contrasta con el estruendo de los tractores en las carreteras. La desconexión entre gobernantes y gobernados es total.
La lucha que marcará el rumbo de Europa
El campo ha dicho basta. Ha dicho no a la Agenda 2030, no a la destrucción planificada del medio rural, no a las cuotas imposibles y a los sacrificios irracionales de ganado.
La rebelión del campo podría ser la chispa que despierte a Europa del letargo globalista. La agricultura no solo alimenta; también enraíza, sostiene pueblos y forja naciones. Sin ella, no hay futuro.
La rebelión del campo está señalando el colapso de una política fracasada. Es una llamada de auxilio. Pero también es una advertencia: sin agricultores, no hay comida; sin comida, no hay libertad.