Por tierras de España: Viento del Norte en Santiago de Tormes | José Riqueni Barrios

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Por tierras de España: Viento del Norte en Santiago de Tormes

 

Tomando como cuartel general el Parador de Gredos, un remanso de paz, en especial a la hora del café de sobremesa, saboreándolo sorbo a sorbo en una de las mesitas de su terraza contemplando el pinar próximo y las montañas lejanas, envuelto el ambiente en un frescor y silencio que nos llenan de una paz absoluta, dispusimos las mañanas para conocer eso que los urbanitas cursis llaman la “España vaciada”, cuando en esencia se trata de la España olvidada, dejada de la mano de Dios, la España de nuestras raíces, nuestra madre tierra cargada de tradiciones, leyendas e historia.

Una de esas rutas de mañana la dedicamos a conocer el municipio de Santiago de Tormes que agrupa seis núcleos de población: Aliseda de Tormes, Horcajo, Navasequilla, la Lastra del Cano, Lastrilla y El Cardedal.

Un siempre completo y variado desayuno en el Parador, justo a las ocho de la mañana, el primer turno, y sobre las ocho y media, prontito para aprovechar el día, partimos en dirección al Barco de Ávila. Antes de arrancar, como de costumbre, ponemos el cuentakilómetros parcial a cero (Km 0).

Km 30,3: A la altura de La Aliseda de Tormes, desvío a la derecha en dirección a Horcajo de la Ribera. Buena carretera. La entrada a Horcajo es un bosque galería de gran belleza. La iglesia de la Asunción presenta una cuerda que baja desde el campanario por la fachada exterior para ser tocada desde fuera. En la plaza, una señora espera la llegada del pan sobre la diez de la mañana: “¡Hoy se retrasa!”.

Km 38,4: Ermita de la Concepción: Romería el 3er domingo de junio a la que acuden vecinos de Horcajo y Navasequilla. Barbacoas de piedra al otro lado de la carretera. El lugar es un rellano en un alto, a modo de meseta, de una belleza soberbia. Muy próximo se inicia un camino que sube a un picacho donde se levanta una gran antena. De ese alto, un parroquiano de Navasequilla nos contó la leyenda de “La cama de la Virgen”. Al parecer, en la corona del citado cerro, una senda nos lleva a una piedra plana, la cama.

Ermita de la Concepción (Ávila)

Km 40,1: Navasequilla. Los de Navasequilla presumen de tener el pueblo más alto de España con 1.693m, aunque no lo tienen del todo claro. Charlamos un buen rato con Teodora, Francisca y Eusebio, los tres de apellido Moreno.

–De niño, había nevadas que cubrían los tejados. Hacían un túnel para pasar personas y animales. Hace un rato, de una huerta de ahí abajo me ha salido un corzo y ha tirado para arriba, ¡que chicos saltos pegaba el animal! –nos comenta Eusebio.

–¿Es usted escritor?, –me pregunta Teodora– ¡Como le veo escribiendo en esa libreta!

–Más o menos, –le respondo.

–Pues a ver si escribe un reportaje y nos arreglan la carretera o nos dan mantas –interviene Eusebio.

–¿Y qué refranes tenéis por aquí? –les pregunto.

–Hay uno sobre el pueblo de ahí abajo, pero ese no se lo digo. “En Navasequilla, buena gente, buena familia” –interviene Teodora.

Volvemos sobre nuestros pasos y al llegar al cruce de abajo giramos a la derecha en dirección a La Lastra del Cano.

Km 50: La Lastra del Cano. Un cafecito, que ya es la hora, entrando en el pueblo a la derecha, en “La Taberna de la Lastra”. Con gran amabilidad nos atiende Adela, la dueña. A mi pregunta de si justo enfrente del bar se encuentra “un potro”, ella me dice que sí, de seguido sale del bar, cruza la carretera y nos explica cómo erraban las vacas en él. Antes de marcharnos le pregunto por un lugar para almorzar y me dice que si queremos nos prepara un entrecot de ternera del lugar con unas patatas fritas de huerta. ¡Hecho, señora!, le respondo. Mire, subimos a El Cardedal, damos una vuelta por la zona y quedamos sobre las dos de la tarde.

El potro. Lastra del Cano (Ávila)

Km 51,9: El Cardedal. Un alto al que combaten todos los vientos, un conjunto de una decena de casas a los lados de una sola calle. Fin de la carretera. El lugar lo preside un abrevadero con fuente en uno de sus extremos y al frente aparece una casa con una espadaña de piedra que alberga una campana, antigua escuela. Al fondo de la calle aparece una era con un potro de errar vacas. La soledad, el silencio, el peso del paso del tiempo nos transmiten la sensación de contemplar uno de los lugares con más encanto y sabor de la grande y extensa España, la España de los mil paisajes, esa amada España cargada de historia e historias, costumbres, usos y desusos. Sin duda es la España que están vaciando por puro desconocimiento y falta de amor a un país, porque ese vaciado, en cierta forma puede frenarse potenciando el turismo de interior.

El Cardedal (Ávila)

Desde Cardedal llegamos en breve visita a La Lastrilla, Aldeanueva de Santa Cruz con su antiguo convento de las monjas (S.XVI) y Avellaneda (fin de la carretera, no dejar de ver casita en la parte baja, entrando a la derecha). Volvemos a la Lastra del Cano, allí nos espera el almuerzo.

Km 73,5: La lastra del Cano (1:55 pm) Almorzamos en la terraza del bar bajo un techado que da sombra espesa, acariciados por una brisa fresca y constante que viene y va. El entrecot está soberbio, las patatas fritas de huerta, aceitosas y doradas, tampoco se quedan atrás. ¿Un café? ¡Sí! Entro a pagar y a despedirme, le doy las gracias por todo a Adela, la dueña, que nos invita a que volvamos en invierno y me explica que han recuperado la cocina tradicional a la lumbre y preparan por encargo y con reserva anticipada carnes a la brasa, judías blancas de la zona, calderetas y cocidos en tres vuelcos cocinados a fuego lento en pucheros de barro individuales. Tenga usted, llévese la tarjeta.

Volvemos al Parador de Gredos. Ducha, ropa de tarde y zumbando a tomar un café en la terraza de atrás, frente al pinar, nuestro lugar preferido, pero antes solicito en recepción si puedo leer uno de los libros de la biblioteca del gran salón con chimenea del Parador y de título “Exaltación y Estirpe de las cosas de España”, escrito por J.E. Casariego. ¡Claro, señor, acompáñeme y se lo entrego! Y así, leyendo sobre las cosas de España, reparo en ese dolor que uno siente por la tierra que ama. La belleza de las montañas que contemplamos en el horizonte, un soberbio cuadro natural que nos gusta contemplar llegado el verano, nos hace caer en la cuenta que uno ciertamente sólo conoce aquello que ama de verdad.

José Riqueni Barrios | Escritor

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