Uno, sin saber por qué, se enamora de un lugar y entrega su alma a unos recodos de la carretera, a unas panorámicas, a un rincón, siempre a la majestuosidad de las paredes rocosas de un circo glaciar o incluso a una praderilla, un claro o calva en la frondosidad de un bosque.
Y esto mismo nos pasó en su día, un intenso enamoramiento a primera vista que sucedió recorriendo el valle de la Pineta, un valle lleno de tanta luz que los verdes brillan y el cielo es de un celeste limpio, como a estrenar.
De modo que, una vez declarado nuestro amor rendido a un espacio natural, amor sin condición alguna, mismamente a este valle pirenaico, valle oscense por más señas, entreguémonos a describir el donaire y la belleza insuperable de nuestra amada, ahora transformada en unos paisajes de ensueño, en una carretera inolvidable que desde los bajos del valle sube hasta alcanzar el éxtasis, un circo glaciar ciertamente sublime que se graba en la memoria modo de un primer beso, a fuego.
El valle de Pineta ve nacer al río Cinca y forma uno de los cursos fluviales más espectaculares del Pirineo aragonés. Su paisaje es un compendio entre la hierba verde, las aguas de deshielo, las piedras desnudas y las nieves eternas.
Desde Bielsa hasta la ermita de la Virgen de Pineta, la carretera se rodea a ambos lados de un tupido bosque de pinos, abetos y hayas. Ello produce una sensación de angostura que sobrecoge y hace diferente, singular, pero muy grata y guapa, esta carretera. La citada sensación de estrechez también proviene del entorno rocoso que nos rodea, con picos de más de 2.000 metros, que van sucediéndose y alcanzando altura hasta sobrepasar los 3.000 metros allá en lo más alto del valle, léase el tan nombrado Monte Perdido (3.355 m.), Marboré, Tuca Roya…
Son muchas y muy variadas, pues, las rutas de senderismo que discurren por este espacio natural. Ahora sí, dejemos el coche quieto, que también lo agradecerá, calcemos botines de montaña, y, al menos, por una vez en nuestra vida, hagámonos senderistas de alta montaña en este valle inolvidable.
Llanos de la Larri
Esta es la ruta más conocida del valle de Pineta. Se trata de un recorrido apto para toda la familia -ahí nos incluimos nosotros, aunque sin familia-, ya que no presenta dificultad.
El citado itinerario se inicia al final del valle, junto al Parador Nacional (Bielsa), y en una hora y media más o menos, subiendo a la sombra de hayas y algún que otro abeto, llegaremos a nuestra merecida meta, verdes praderas, un paisaje paradisíaco. que culminan la excursión. Las hayas, entre las que se intercala algún abeto, convierten la subida en un sombreado y agradable paseo.
Balcón de Pineta
Este ascenso, no obstante, es bastante más exigente que el anterior y además dura unas cinco horas, partiendo igualmente desde el Parador Nacional (Bielsa). Al final del recorrido se llega al Balcón de la Pineta, un mirador que nos ofrece una inigualable y espectacular panorámica del valle. Y de quedar fuerza, en unos treinta minutos más, se alcanza el Lago de Marboré, un lugar ideal para contemplar la vista del glaciar.
© José Riqueni Barrios | Escritor