Cuando uno no pierde la capacidad de asombro ante tanta belleza es que está frente a un lugar único y eso mismo nos ocurre las decenas de veces que hemos pateado el bellísimo casco urbano de Carmona, ciudad amurallada cuyo caserío trepa por la ladera de un barranco hasta el mismo borde del abismo (253m) y desde ahí, al pie de la cornisa, uno contempla una de las vistas más espectaculares de toda España, una llanura infinita por la que discurre el río Corbones, la Vega.
Carmona, con un término de 924 Km2, al pie de la autovía Sevilla-Córdoba, es torre, faro, mirador, un conjunto urbano armonioso que se muestra como una villa de tronío, de sobrada personalidad y que sin duda nos dejará huella, una huella ciertamente imborrable, porque Carmona te enamora.
Una de las fortunas más importantes e intensas que atesoramos es haber conocido a un carmonense como fue Rafael Serrano, “El Periche”, un gran amigo, todo un caballero, que hizo de la caza menor en tiempos de la posguerra un modo de supervivencia y al que tuve el honor de escribirle un libro con sus andanzas cinegéticas, obra que lleva su apodo; otra es haber cazado en la Vega de Carmona durante varios años, recorriendo carreteras y carriles hasta los distintos cazaderos, contemplando haciendas bellísimas, almorzando en el campo un arroz con liebre y pan del Viso (El Viso del Alcor), pateando aquellos cazaderos que, aún hoy, cuando me viene a la memoria alguno de sus nombres, un estremecimiento recorre todo mi ser y mi mirada, sin remedio y sin demora vuelve a un tiempo de juventud: Campaniche, las Arroyuelas, la Restinga, Buena Esperanza, Hornitos, el Romeral, Caslero, Boquino-Mármol, Plata-Platilla, Chamorrito, Loguiri, Pedro Cuñao, Cerro Gordo, las Tinajuelas…
Rafael Serrano (El Periche) y José Riqueni
Entre los paisajes de España que como parte distintiva de uno hemos ido recopilando a modo de cromos en nuestro álbum de la nostalgia, contemplar esa planicie infinita que es la Vega carmonense, un mantel que va cambiando de colores según las estaciones el año y que simula un puzzle cuyas piezas poligonales son sembrados, barbechos, tierras aradas… delimitadas por las carreteras, carriles, arboledas, arroyos y linderos que discurren en distintas direcciones, sin duda ocupa una posición de pódium. La Vega, vista desde lo alto, sin duda entra en el top ten de los espectáculos naturales de España.
La Vega de Carmona
En su día, en nuestro primer libro, “Días de caza menor”, no tuvimos por menos que volcar toda nuestra emoción en una emotiva y descarnada descripción de la Vega de Carmona contemplada desde la terraza del Parador Nacional, el lugar ideal para encontrarnos y asistir a este espectáculo grandioso: “¡Vega de Carmona, reina de todas las llanuras del universo! Las brisas más sutiles acarician tus mejillas, las sierras más bellas de Andalucía coronan tu frente de horizonte, se rinden a tu hermosura y alaban tu esplendor; las lunas más blancas iluminan la vastedad de tu tersa piel, mimándola con su luz de talco cuando, relajada, duermes en las noches de verano.
¡Vega de Carmona, mirarte y mirarte, remirarte una y otra vez, mientras el paso del tiempo se detiene… ¡”
Entrando en Carmona desde Sevilla se llega a ”El Paseo” y a su frente encontramos el teatro Cerezo, si bordeamos dicho teatro, a la derecha baja una calle que da a la Alameda y de continuar recto tenemos a nuestra derecha la iglesia de San Pedro y más allá el convento de la Concepción, justo cuando se nos abre a la vista la Puerta de Sevilla que, con su doble arco de herradura, sirve de entrada a la parte vieja de esta ciudad. Si comenzamos nuestra ascensión, entrando por la Puerta de Sevilla, llegaremos a la plaza de San Fernando y al lado de la misma visitaremos la Plaza del Mercado.
Reanudamos nuestro pasear -más bien trepar- contemplando notables palacios, casas señoriales, iglesias, conventos…hasta llegar a la cima en la que protegido por una muralla aparece el Alcázar, Parador Nacional. Se trata de una antigua fortaleza romana que fue ampliada por los almorávides y que sirvió de residencia a Pedro I. Visita obligada es este Parador Nacional que, justo al fondo, tiene una terraza con vistas a la Vega.
San Bartolomé, San Felipe, San Pedro, iglesia del Salvador, Santa María la Mayor, convento de las Descalzas, convento de Santa Clara, convento de la Concepción… conforman un conjunto de edificios religiosos de gran valor. En un lateral de la ciudad vieja se halla la Puerta de Córdoba que exhibe dos torreones de origen romano.
Nuestra visita a Carmona, por lo general en las mañanas, siempre sigue los mismos pasos: Dejamos el coche en un lateral del teatro Cerezo, en la Alameda o junto a la Puerta de Sevilla por la que accedemos al casco histórico, llegamos a la Plaza de San Fernando y reservamos mesa para almorzar al sol en el bar San Fernando. Callejeamos sin prisas, subimos al Parador y tomamos café, leemos en la Plaza del Mercado, hacemos tiempo hasta la hora del almuerzo. Tras el almuerzo buscamos la cafetería San Pedro, frente al teatro Cerezo, y solemos pedir torta del inglés y café con leche. Buscamos el coche y regresamos a Sevilla.
Alrededores: Necrópolis romana.
José Riqueni Barrios | Escritor