Nueva normalidad: Expulsar feligreses de las iglesias | Alejandra Soto

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El pasado domingo, como ya viene siendo habitual en ciertas regiones de España, como Castilla y León, se aglomeraban en la puerta los feligreses (de edad avanzada en su mayoría) a poco más de 4 grados centígrados, durante cerca de 40 minutos para entrar en misa… Y terminar quedándose en la calle. Las últimas imposiciones del Gobierno regional obligan a limitar el aforo a 25 personas. No porcentajes según capacidad, sino numero estancos. Iglesias como la de San Benito, en Valladolid, de más de 1.600 metros cuadrados se ven obligados a contar hasta 25 y expulsar del templo al resto – ni una persona por cada dos bancos -, mientras ven como el número de misas se reduce considerablemente por el cada vez más temprano toque de queda.

Ya ha habido sanciones a parroquias que han incumplido la desproporcionada restricción y habrá quien lo vea hasta como un éxito, sin tomar en consideración no solo las gélidas temperaturas y las largas esperas a las que se obliga a los feligreses, sino la concentración que se origina en las inmediaciones y el cruce que se produce – a corta distancia – entre los que salen todo apurados para que se limpie el templo y los que «luchan» por poder entrar. Al final el conflicto está servido.

«Usted se ha colado», «Permitame entrar que soy mayor», «llevo 30 minutos esperando para nada» y así una y otra vez, a medida que se caldean los ánimos frente a las cámaras de televisión que evidentemente están ahi cubriendo el suceso aunque luego la televisión determine que no es noticia. Por lo visto contra los cristianos todo está permitido, hasta que nos tomen por tontos. 25 personas, 1600 metros cuadrados o 30 metros cuadrados si se tratara de una pequeña capilla en la que también podrían entrar 25 personas y desde luego nadie pillaría el covid, porque claro, allí es que no cabría ni un alfiler.

Y nos pretenden hacer creer que es por nuestra salud, por nuestra seguridad, mientras en comercios y teatros la gente entra y sale con una facilidad pasmosa. Puedo estar 40 minutos en una pequeña frutería charlando con la dependienta pero no sentada a 5 metros de la persona mas próxima escuchando misa. Los verdaderos culpables (partidos teóricamente «conservadores») seguirán dándose palmaditas en la espalda, orgullosos de su gran capacidad para hacer cumplir normas evidentemente inconstitucionales, mientras feligreses y clero se enzarzan en discusiones absurdas entre ellos, perdiendo completamente de vista que, si bien la oposición es necesaria, a quién hay que exigir responsabilidades no es al poder religioso sino al político.

¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido! – Santa Catalina de Siena. 

Alejandra Soto | Abogada

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