María Blasco y la necesidad imperiosa de su cese | Alfonso P. Sanz

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El caso de María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), es un ejemplo demoledor de cómo la prevaricación, la mala gestión y el abuso de poder pueden poner en jaque a una de las instituciones científicas más importantes de nuestro país. Lo que debía ser un baluarte en la lucha contra el cáncer se ha convertido en un escenario de nepotismo, despilfarro y decisiones nefastas que claman por una respuesta contundente: su cese inmediato o, en su defecto, una dimisión que ya debería haberse producido.

Las cifras son demoledoras. Mientras la directora blinda su posición con un gabinete de 21 asesores, cuyo coste asciende a un millón de euros anuales, las investigaciones oncológicas ven cómo se desangran los recursos. Según los sindicatos, ese gasto es equivalente al presupuesto necesario para financiar dos grupos de investigación senior, un golpe directo al propósito mismo del CNIO. Este despilfarro no solo atenta contra la eficiencia de la institución, sino que se traduce, en última instancia, en vidas humanas que podrían haberse salvado con un uso adecuado de los recursos.

No menos preocupantes son las acusaciones de nepotismo. La relación entre Blasco y su pareja, la activista de extrema izquierda Ruth Toledano, no solo es personal, sino que parece ha contaminado la esfera profesional. El convenio firmado con la Fundación radical animalista Franz Weber, donde trabaja Toledano, y valorado en 2,4 millones de euros, está bajo la lupa por presuntas irregularidades. En una institución pública, este tipo de vinculaciones despierta sospechas legítimas y requiere una investigación profunda que despeje cualquier sombra de duda. Y más cuando está tu pareja por medio.

A esto se suman los sobresueldos que María Blasco ha percibido en paralelo a su abultada nómina de 230.000 euros anuales, situándose entre los salarios más altos de la administración pública. Estos ingresos adicionales, de 30.000 euros anuales, coinciden temporalmente con la compra de dos propiedades al contado en Galicia.

Los efectos de esta gestión no se limitan a las irregularidades económicas. Desde que comenzaron estos desmanes, y lucro personal, siete científicos de prestigio internacional han abandonado el CNIO por falta de recursos, instalaciones en decadencia y la imposibilidad de desarrollar investigaciones de calidad. Lo que alguna vez fue un referente europeo se ve ahora reducido a un modelo de lo que no debe ocurrir en una institución científica pública.

El Gobierno de Sánchez, que hasta ahora ha sostenido a Blasco, debería actuar de inmediato. Más allá de los procesos judiciales en curso, los indicios de prevaricación, malversación y abuso de poder son razones suficientes para exigir su inmediata inhabilitación. Mantenerla en el cargo no solo perpetúa el daño al CNIO, sino que envía un mensaje peligroso: la impunidad tiene cabida en la administración pública. Y es más, cuando se es sabedor de delitos y no se actúa se convierte en cómplice.

El CNIO no puede seguir siendo el escenario de estas prácticas. La lucha contra el cáncer, que afecta a tantas miles de familias en nuestro país, exige una dirección comprometida, ética y eficiente. Cada día que María Blasco continúa en su puesto es un día perdido para la ciencia, para los pacientes y para el prestigio de España en el ámbito de la investigación oncológica.

Es el momento de actuar con responsabilidad. El CNIO y los ciudadanos lo merecen. María Blasco debe ser cesada de inmediato.

Alfonso P. Sanz | Jurista

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