El crecimiento de las denuncias refleja más bien, la gravedad de un problema que, a pesar de los esfuerzos, sigue afectando a miles de menores. El propio informe del Ministerio de Educación publicado en la primavera de 2023 indica que dos de cada diez alumnos de primaria han sufrido acoso o ciberacoso en el colegio, lo que sitúa a España en una situación crítica en cuanto a la convivencia escolar. Es alarmante que, de todas estas víctimas, solo el 31% se atreva a comunicarlo a sus profesores, lo que sugiere que el miedo y la inseguridad aún prevalecen en muchos casos, y que los mecanismos de protección no están funcionando como deberían.

Un problema en toda España, con especial incidencia en Cataluña

Aunque el bullying es un fenómeno extendido por toda España, en Cataluña ha alcanzado una incidencia particular. Los servicios sociales de la Generalitat han registrado un incremento notable en las denuncias y los Mossos d’Esquadra han intervenido en 557 casos en los primeros nueve meses de 2024. Este aumento de la intervención policial pone de relieve que, más allá de las campañas de sensibilización, el bullying se está convirtiendo en un problema de seguridad que requiere la actuación de las fuerzas del orden.

El hecho de que se haya tenido que recurrir a las fuerzas policiales para mediar en 300 casos de bullying es un claro indicativo del fracaso de las políticas educativas y de prevención. Los centros educativos deberían ser espacios seguros donde se resuelvan estos conflictos antes de que sea necesario recurrir a la policía. Sin embargo, la realidad muestra que el acoso escolar sigue fuera de control en muchas instituciones, con consecuencias devastadoras para las víctimas.

Además, el impacto del ciberacoso ha añadido una nueva dimensión al problema. Los Mossos advierten que, en el 100% de los casos de bullying que gestionan, también hay ciberacoso involucrado. Esto ha amplificado los efectos del acoso escolar, que ya no se limita al espacio físico del colegio, sino que persigue a los menores en sus hogares, a través de sus dispositivos electrónicos. Las nuevas tecnologías han acelerado y agravado los procesos de acoso, convirtiendo cada insulto o amenaza en algo omnipresente y continuo, lo que aumenta el sufrimiento de las víctimas.

Ciberacoso y nuevas modalidades de acoso en línea

El ciberacoso no es solo una extensión del acoso escolar tradicional, sino que ha generado nuevas modalidades de violencia, como el acoso a través de videojuegos en línea. Los juegos en línea, que permiten la comunicación en tiempo real entre los jugadores, se han convertido en una nueva plataforma para el acoso. Los agresores se organizan para hostigar, amenazar y excluir a las víctimas dentro del juego, lo que refleja cómo las dinámicas de poder y exclusión se adaptan y amplifican en el entorno digital.

La inclusión de este tipo de acoso digital en el análisis de los Mossos demuestra que el problema del bullying ha evolucionado y ahora requiere estrategias más complejas para su abordaje. Las medidas tradicionales, como las charlas en los colegios o las campañas de sensibilización, no son suficientes para hacer frente a una forma de violencia que ha encontrado en Internet un terreno fértil para expandirse.

El fracaso de las administraciones y la falta de soluciones efectivas

El incremento del acoso escolar y del ciberacoso refleja, en gran medida, el fracaso de las administraciones en ofrecer soluciones reales y efectivas para proteger a los menores. Aunque se han impulsado campañas de sensibilización, estas no han ido acompañadas de una respuesta adecuada en términos de políticas de intervención y apoyo a las víctimas.

El informe del Ministerio de Educación en vez de abordar el problema sigue echando balones fuera resaltando que una gran parte de las víctimas no sabe cómo actuar o no recibe el apoyo necesario de sus profesores o del entorno escolar. O sea, los culpables son otros, no la administración. Esta desconexión entre la realidad de los alumnos y las medidas adoptadas por las administraciones es preocupante, ya que evidencia la falta de herramientas efectivas para frenar el acoso antes de que escale.

El propio sistema educativo ha mostrado graves deficiencias a la hora de enfrentar el bullying. Aunque se han implementado protocolos en los colegios para la detección temprana de casos, la realidad es que estos protocolos no siempre se aplican de manera eficiente.

Las instituciones, tanto autonómicas como estatales, deben asumir la responsabilidad por esta crisis y actuar con más determinación. Es necesario reforzar los programas de formación para los educadores, dotar a los colegios de recursos suficientes para detectar y gestionar los casos de acoso, y establecer mecanismos de seguimiento para garantizar que las denuncias no queden en el limbo, sino que se investiguen y resuelvan de manera adecuada.

En definitiva, el aumento de las denuncias por bullying en Cataluña y el resto de España pone de manifiesto la magnitud del problema, así como el fracaso de las administraciones en ofrecer soluciones efectivas. El acoso escolar sigue siendo una realidad cotidiana para muchos menores, quienes no solo enfrentan violencia en los colegios, sino también en el entorno digital a través del ciberacoso.

Es necesario un cambio profundo en la forma en que se aborda el bullying en España. Las administraciones deben implementar políticas más efectivas, los centros educativos deben ser más proactivos en la detección y gestión de los casos de acoso, y la sociedad en su conjunto debe involucrarse para crear un entorno más seguro y solidario para los menores. Solo así se podrá frenar esta forma de violencia que sigue afectando la vida de miles de niños y niñas en todo el país.

(JM Casas | Redacción)

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