La pesadilla de Gabriela: «La huésped se convirtió en okupa. He sufrido maltrato»

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La propietaria había alquilado su vivienda a una familia que iba de vacaciones a Málaga.

Gabriela Barrios todavía se encuentra recuperándose del drama que le ha supuesto que le usurpen su vivienda. Esta uruguaya de 49 años invirtió en un inmueble en el centro de Málaga, con el fin de asegurarse unos ingresos mínimos mediante el alquiler vacacional. «No encontraba trabajo y pensé en realizar este esfuerzo económico para poder salir adelante de alguna manera. Me hipotequé doblemente. Vivía en mi casa de Torremolinos y alquilaba a turistas el inmueble de Málaga. Nunca pensé que, de este modo, podían ocuparme la casa, pero lo han hecho», cuenta a Libre Mercado la afectada.

Su pesadilla se remonta al pasado verano. Llegado el desconfinamiento, Gabriela decide alquilar el mes completo de junio a una turista paraguaya con dos hijos. Pero, las vacaciones de esta familia nunca terminaron. Llegado el momento, no entregaron las llaves y decidieron pasar de ser turistas a okupas. A partir de ese momento, Gabriela empezó padecer un verdadero infierno psicológico que, según describe, «le llenó el cuerpo de quistes«, debido a la tensión emocional y la crisis nerviosa que padecía: «Esto es lo mismo que si tienes que llegar a un acuerdo con un violador. Me ha maltratado tanto psicológica como físicamente», explica la víctima de ocupación.

La okupa, además, organizaba fiestas y «amenazaba de muerte a una vecina sin que tuviera ningún tipo de consecuencia penal», revela la propietaria. «Me llamó la mujer llorando porque la okupa le había dicho que le iba a rajar el cuello. Ella tenía mucho miedo».

La impunidad legal de la que gozaba la okupa la llevaba a plantar cara a Gabriela y negarse a salir de la vivienda. La sorpresa de la dueña de la vivienda fue mayúscula cuando al acudir de urgencia a la policía no encontró la ayudaba que esperaba. «La policía me dijo que no podía hacer nada aunque fuera un alquiler vacacional. Yo fui con la legislación en la mano. Como piso turístico, a los huéspedes se les puede desalojar en el momento, pero los agentes me contestaron que eso no estaba tan claro. Si se equivocaban al echar al okupa y este demostraba ser una persona vulnerable, podían tener ellos consecuencias penales. También me informaron que unas leyes se pisan con otras y, ante la duda, prefieren no actuar», relata la uruguaya.

Desesperada, Gabriela le rogó a su okupa que se apiadara y abandonara el domicilio, pero, de nada servía. «Ella cobraba dos ayudas de sus exparejas con las que tuvo dos hijos. Además, no era una persona vulnerable económicamente. La Seguridad Social le negó la ayuda del Ingreso Mínimo Vital porque tenía patrimonio«. Para más inri, la okupa le comunicaba que ella no tenía problemas económicos y que ya le pagaría. Mientras tanto, Gabriela comprobó que hasta un peluquero iba diariamente a peinar a la okupa a su domicilio.

«He sufrido maltrato psicológico y físico y ahora tengo problemas económicos», confiesa la arrendadora. Desamparada y sin saber a dónde ir, acudió a la plataforma StopOkupas.org, una asociación que atiende a los afectados por ocupación. Allí, sus miembros le aconsejaron que llamara a una empresa privada especializada en desalojos. Después de varios meses de angustia, Gabriela se decidió a llamar y una compañía malagueña de desokupación consiguió que la turista okupa abandonara la casa.

Pese a este desenlace, a Gabriela todavía le cuesta narrar su dura historia, «es que se me saltan las lágrimas», comenta con la voz quebrada. «Estoy en rehabilitación y he tenido que ser intervenida quirúrgicamente. Se me han reproducido los quistes. Y estoy segura de que ha sido a cuenta de toda la ansiedad de la ocupación», cuenta.

Después de un golpe así, la afectada no quiere ni oír hablar sobre volver a alquilar su casa. No lo hará ni con inquilinos de larga duración, ni con turistas. Ha escarmentado. «Es surrealista lo que he vivido en España. Vine a este país y mira lo que me ha pasado. Es indignante. Se vive una impotencia tremenda y nadie hace nada», lamenta. «Por lo pronto, mi casa ya está cerrada, le he puesto una puerta antiokupas y una alarma. Se acabó. No volveré a alquilar nunca más. Tengo mucho miedo».

Consciente del abandono político e institucional que sufren los propietarios, su mala experiencia la ha llevado a formar parte de la plataforma StopOkupas.org, la misma que le ayudó a ella. Ahora, Gabriela se centra en ayudar y prestar apoyo psicológico a las víctimas de ocupación en España. «Nos llaman todos los días propietarios llorando. Lo primero que les decimos es que se tranquilicen y les ofrecemos terapia. Es así de triste, pero esta es la realidad. Lucharemos desde la plataforma para ver si algún día los políticos hacen algo. Esto es inadmisible», concluye con esfuerzo Gabriela. La propietaria todavía se encuentra postrada en su cama y en fase de rehabilitación.

(Elena Berberana. Libertad Digital)

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