Persecución, allanamientos, cárcel, cierre de medios de comunicación católicos y exilio de religiosos son algunas de las acciones oficiales represivas que enfrenta la Iglesia, en medio de la crisis que vive el país desde 2018, cuando se produjeron protestas masivas contra la dictadura comunista de Ortega.
A pesar de que la iglesia católica es la institución más creíble, de confianza y credibilidad en la población nicaragüense, el sitio al obispo Rolando Álvarez es un episodio más en el forcejo y represión que el dictador – el comunista Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo- están ejerciendo para que se pliegue a sus posiciones. Y es que Daniel Ortega y Rosario Murillo siempre han sentido animadversión por la Iglesia católica
Al prelado le impusieron casa por cárcel, en una forma de amedrentarlo y decirle que está a un paso de ser encarcelado por no someterse a una pareja que se siente elegida por un designio divino para gobernar. Los mandatarios sandinistas quieren humillar a Álvarez porque el obispo ha expuesto su podredumbre y crueldad desde el púlpito.
Obispo retenido
El obispo de Matagalpa Rolando Álvarez se encuentra retenido desde hace una semana, bloqueado por las fuerzas de seguridad en la Curia de esa ciudad situada a 127 km al norte de Managua, acusado de intentar desestabilizar al país. Tanto él como la decena de personas que lo acompañan están bien de salud.
“Nos encontramos gracias a Dios bien de salud, viviendo en comunidad, estamos en las manos de Dios”, dijo Álvarez en una misa que transmitió por Facebook, en la que añadió que están viviendo el “encierro como un retiro espiritual”.
«Estamos con fuerza interior, con paz, serenidad en el corazón, con una alegría en la conciencia que sólo puede proceder de Dios», expresó Álvarez, miembro de la Conferencia episcopal de Nicaragua (CEN).
«Nuestras rodillas se postran» ante el Señor, señaló.
«Nosotros estamos convencidos totalmente que todo ocurre para nuestro bien, porque Dios nos ama», manifestó Álvarez, quien agradeció las «miles» de muestras de solidaridad que ha recibido de los feligreses como de los obispos latinoamericanos. En sus oraciones «reside nuestra fuerza», expresó.
Los oficiales no permiten el ingreso de víveres ni medicamentos a la curia, donde los religiosos han empezado un racionamiento para resistir el secuestro. La propaganda ha pedido en la última semana cárcel para los “delincuentes con sotana”, pero hasta ahora no se han atrevido a arrestar a monseñor Álvarez. Los Ortega-Murillo deben calcular que encarcelar a un monseñor tan querido, en especial en las montañas norteñas de Nicaragua, podría salirse de las manos pese al estado policial impuesto. Álvarez lleva años plantando cara a esta dictadura en la que el culto a la personalidad ya perfila a Ortega como un semidiós sempiterno.
Monseñor Ronaldo Álvarez –de 55 años, fue nombrado obispo de Matagalpa por el Vaticano en el 2011- fue retenido después de denunciar el cierre de cinco emisoras de radio religiosas y exigir al régimen de Ortega que “respete” la libertad de culto ante los “hostigamientos” a la Iglesia.
En su misión pastoral acostumbra visitar los pueblos rurales donde tiene una enorme aceptación de las comunidades.
El obispo nicaragüense Rolando Álvarez, retenido por el comunista Daniel Ortega
Junto con Álvarez se encuentran otros cinco sacerdotes, tres seminaristas, y dos laicos, sitiados por policías en la curia de la Catedral de Matagalpa, que fue merodeada por un dron, cuyo uso es restringido en Nicaragua.
Se trata de uno de los momentos más tensos entre la Iglesia católica y el régimen nicaragüense desde que la histórica imagen de la Sangre de Cristo de la Catedral de Managua fue calcinada el 31 de julio de 2020 en un acto que el papa Francisco calificó de “atentado”.
La persecución continua
Pero esta persecución no solamente no ha terminado sino que continua. el sacerdote Aníbal Manzanares denunció que la Policía Nacional le ha prohibido salir de su parroquia, en el municipio de Terrabona.
“Mis buenos amigos y hermanos, solamente notificarles que la Policía esta mañana me ha notificado que no tengo permiso para salir, no puedo salir a las calles, a procesiones, a actividades fuera del templo parroquial, así que creo que me están vigilando”, dijo el sacerdote Manzanares, de la parroquia San José, en un mensaje grabado el miércoles, y distribuido este jueves en sus redes sociales.
La comunidad eclesiástica de Terrabona, ubicada a unos 73 kilómetros al norte de Managua, pertenece a la Diócesis de Matagalpa cuyo obispo, Rolando Álvarez, cumple hoy ocho días de estar sitiado por la Policía Nacional, que lo acusa de intentar organizar “grupos violentos”.
Ortega, un ex guerrillero comunista del grupo terrorista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) con miles de asesinatos a sus espaldas, gobierna desde 2007 y, además, es acusado de corrupción y nepotismo por sus rivales.
Otras agresiones
Hay agresiones que ameritan mención: el padre Mario Guevara sufrió un atentado con ácido sulfúrico que le lanzó una mujer cercana al partido de gobierno. En 2020 una bomba molotov fue lanzada en la catedral de Managua y calcinó la muy venerada imagen de la Sangre de Cristo. Un acto declarado como atentado por el papa Francisco.
Además de robos y exilio de párrocos, recientemente dos sacerdotes fueron condenados a prisión bajo delitos que fueron montados por la Fiscalía. Hay una política de Estado de decapitar a todo aquel que no sea sumiso al dictado orteguista. Y monseñor Álvarez, un rebelde de naturaleza, no solo no asiente, sino que desafía pregonando un evangelio humanista. El objetivo de los Ortega-Murillo es purgar a los religiosos críticos porque no compaginan con su afán de una Iglesia muda, indolente y si se puede hasta cómplice.
Al hostigamiento del obispo hay que sumar la expulsión de las monjas de la orden Madre Teresa de Calcuta en julio pasado. En Nicaragua hay una persecución religiosa rampante y eso trastoca tratados internacionales, en especial el derecho a la libertad religiosa, consignado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Son cruzadas que el mundo creyó pasadas, pero que hoy son prácticas sistemáticas que siguen vigente ante la indiferencia de muchos, como la torturas de los presos políticos en la lúgubre cárcel de El Chipote.