La chispa de Nuñez de Balboa prende en España

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GRAF6464. MADRID, 16/05/2020.- Vecinos del madrileño barrio de Salamanca se manifiestan contra el Gobierno por su gestión en la crisis del coronavirus, este sábado en Madrid. EFE/ Mariscal

Este viernes se cumplieron nueve años desde que unos jóvenes tomaron la Puerta del Sol en protesta por el sistema, entre otras cosas, para mostrar su repulsa a la alternancia en el poder de los dos partidos mayoritarios, PP-PSOE, por aquel entonces incuestionable. Hoy, ese grupo de «indignados», tal y como ellos se llamaban, comparte la mesa del Consejo de Ministros con esos socialistas contra los que entonces se manifestaba y ven cómo son otros los que no están de acuerdo con su modo de hacer las cosas. Y se lo hacen saber.

A la misma hora, en la misma ciudad, casi una década después, en la capital se vuelve a oír el ruido de las protestas. El foco no está muy lejos del Kilómetro Cero, en concreto, a unos tres kilómetros, aproximadamente a media hora andando. Los gritos más repetidos también se oyeron el día en el que se sembró la semilla de lo que después sería Unidas Podemos: «Libertad» y «Democracia». Pero, ahora, el fondo es bien distinto.

Los vecinos del madrileño Barrio de Salamanca, el que cuenta con el metro cuadrado más caro de España, se han lanzado a una de sus calles más emblemáticas, Núñez de Balboa, como gesto de repulsa a la gestión que el Gobierno está haciendo de la crisis del coronavirus y, más concretamente, para mostrar su oposición a un estado de alarma que, según anunció ayer Pedro Sánchez, Moncloa busca que continúe vigente un mes más.

Se autodenominan Resistencia Democrática, un grupo que lucha por la defensa de ésta y de la Constitución, esos valores que ahora consideran amenazados. Ayer, minutos después de la comparecencia del presidente del Gobierno, hicieron público un comunicado en el que animaban al resto de ciudadanos a saltarse el «confinamiento político para exigir la devolución de libertades constitucionales ilegalmente suspendidas con el estado de alarma, la dimisión del Gobierno y la formación de un Ejecutivo de salvación nacional capaz de contener la pandemia sin robarnos la libertad ni hundir la economía, como han hecho Alemania, Corea del Sur, Japón o Taiwan».

El texto lo firma María Luisa Fernández, portavoz de este movimiento de ciudadanos «independiente y no afiliado políticamente». En él recuerdan que las protestas «no deben parar hasta que consigamos librarnos de esta dictadura de hecho sustentada en la suspensión de nuestros derechos y libertades constitucionales».

Ruido y dos metros de distancia

Como tantos medios, LA RAZÓN acude al lugar en el que se convoca la cacerolada minutos antes de la hora a la que está previsto que empiece. El ritual se repite cada día desde el pasado 10 de mayo. Las protestas del 15-M han dado paso a las del 10-M. El jueves es el primer día que Delegación de Gobierno ordena el despliegue de un operativo especial para atajar disturbios e impedir que se vulnere la distancia social que se ha establecido. En el cielo sobrevuela un helicóptero de la Policía Nacional. «Es una vergüenza, nos tratan como delincuentes, parece que aquí está ocurriendo una concentración de ultras de equipos de fútbol», denuncia un hombre.

Los asistentes cumplen con las indicaciones que recuerdan los efectivos policiales por megafonía, ya que de esa manera se aseguran de no recibir sanciones por desobedecer el estado de alarma: se debe guardar un mínimo de dos metros de distancia con el resto de los viandantes y está prohibido pararse en la vía pública, y hay que estar caminando constantemente en el tramo que comprende los cruces de Núñez de Balboa con las calles Ayala y Don Ramón de la Cruz. En su canal de Telegram dan más pautas para garantizar que no haya problemas durante las protestas: «Hazlo de forma individual y evita aglomeraciones» o «Colabora con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, también son víctimas de las negligencias de Gobierno» son algunas. Nadie se enfrenta a los agentes. Joaquín Ariza, el vecino que sembró la semilla de la revolución, recuerda ambas indicaciones con ayuda de un megáfono.

Una mascarilla, una gorra roja y una chaqueta azul ocultan la mayor parte de su rostro, aunque allí todos saben que él les ha animado a salir a la calle. El paisaje es una exaltación de la enseña nacional y la rojigualda aparece en mascarillas, banderas y camisetas. Algunos decoran estas últimas con mensajes que no pueden ser más claros: «Sánchez vete ya» o «Gobierno dimisión». «No hay derecho a que España dé la imagen al mundo de ser un Estado comunista», reclama otro manifestante.

La consigna está clara: afirman rotundos que el Ejecutivo de Sánchez e Iglesias ha aprovechado un mecanismo excepcional como es el estado de alarma (algunos lo tildan de excepción encubierto) para sacar adelante otros decretos que nada tienen que ver con la crisis sanitaria que asola al país. También para aprobar otras medidas impopulares, como las recientes competencias del vicepresidente segundo en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). No están dispuestos a permitir que esta situación se alargue más.

Un grupo heterogéneo

«No somos solo unos pijos del Barrio de Salamanca, estamos aquí por toda España», subraya una joven. Y es que el grupo no puede ser más heterogéneo. Lo forman desde mujeres mayores que bajan a la calle cacerola en mano hasta jóvenes con el patinete, pasando por matrimonios de mediana edad que gritan mientras pasean cogidos por el brazo. Otros muchos muestran su apoyo desde los balcones.

Aunque el núcleo de Núñez de Balboa haya sido el que más expectación ha generado, el sentimiento se está empezando a reproducir en otros puntos de España, en especial, de Madrid, donde la crispación aumentó tras el anuncio del ministro de Sanidad, Illa, de que la región debe permanecer al menos una semana más en la fase 0 de desescalada. Las concesiones no convencen. En Alcorcón, en el parque de Lisboa, reivindican que no solo los de clase alta están descontentos con la gestión del Ejecutivo de Sánchez. «Somos trabajadores hartos de tanta mentira», espeta una vecina.

También en el distrito de Pinar de Chamartín o en la céntrica Plaza Nueva de Sevilla. La Resistencia Democrática de Núñez de Balboa ha prendido la llama de una revolución aún tímida que puede ser alimentada por la crisis social y económica que afronta un país golpeado psicológicamente por dos meses de confinamiento y unas perspectivas de futuro nada halagüeñas.

(Olaya González.Diario La Razón)

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