“La azotaría hasta hacerla sangrar” | Javier Toledano

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Eso pensaron los agentes de la Policía Moral iraní que trasladaron a Mahsa Amini, de 22 años, hasta una comisaría de Teherán a bordo de una de sus siniestras furgonetas de servicio. Previamente fue detenida en una estación de tren “por llevar mal el velo”. Esa función valorativa sobre el pudoroso atuendo de las lugareñas recae en una agente femenina cubierta con “chador”. La sanción a Mahsa por su punible conducta (según la estricta normativa islámica que informa la vida cotidiana de las iraníes) habría de consistir en unas horas de intensa “reeducación”. Mahsa no regresaría jamás a su casa por culpa, presuntamente, de esa “reeducación” en demasía administrada.

Las autoridades iraníes dicen que a la chica le dio un síncope, un paro cardíaco, y por ese motivo la trasladaron comatosa a un hospital, donde falleció tres días más tarde. Testigos presenciales afirman que ya fue golpeada en la furgoneta. Al parecer, la unidad policial de marras no tiene la prevención de utilizar vehículos de cristales opacos que impidan a los transeúntes ver qué sucede en su interior.

 No sabe uno si esos polis usan látigo, vírgula de madera de avellano al gusto de las dominatrices de Sacher-Masoch, porras recauchutadas, toallas húmedas, para no dejar moratones, en ningún caso “cardenales” por su rigorismo religioso, listines telefónicos o se valen directamente de sus puños. Parece que la reeducación se les fue de las manos. Que su celo excitado se extralimitó a la hora de repartir candela. “La azotaría hasta hacerla sangrar”, pensaron. Y dieron cumplimiento a sus deseos más extraviados y concupiscentes, entenebrecidos por la abominable pulsión del sadismo: azotes, ligaduras, grilletes. La hicieron sangrar más de la cuenta.

Tiempo atrás, Pablo Iglesias, no mucho antes de ser Vicepresidente del gobierno de Pedro Sánchez, trabajó en un programa de televisión de HispanTV, una cadena vinculada al régimen de los ayatolas, para impartir doctrina a los suyos, a guisa de imán coletudo, que no barbudo… de telepredicador de las barricadas y de los cócteles molotov. Daba fe en el plató de lo emocionante que era ver imágenes de esos manifestantes oprimidos que patean en manada a un antidisturbios tendido en el suelo. Un espectáculo que digería ávidamente el interfecto entre el babeo salaz y el lagrimón sentimental. En uno de sus mensajes en las redes, y refiriéndose a la periodista Mariló Montero, manifestó un deseo un tanto bizarro: La azotaría hasta hacerla sangrar. Cabe decir que si hiciéramos un sondeo sobre la percepción que la mayoría de los hombres tiene de la “azotable” dama que, además de reputada profesional de los medios audiovisuales, es un auténtico monumento celular, pues hay que ver cómo entre sí se ensamblaron todas esas células, un elevadísimo porcentaje de los encuestados se inclinaría por establecer una relación con ella de muy distinta naturaleza a la pregonada por Iglesias, descartados, claro es, los azotes por improcedentes.

Vaya por delante que al poner en relación a Pablo Iglesias con la teocracia iraní, no pretendo enfeudar al profesor suplente de la Complu a la aplicación de las leyes islámicas en aquel país. No quiero decir que Iglesias, paradójico apellido para el caso presente, sea un agente propagandista de lo que se predica en aquellas mezquitas. No recurro al principio de la magia imitativa que Lévy-Bruhl, autor del clásico antropológico “El alma primitiva”, enunció del siguiente modo: lo similar produce lo similar, es decir, los efectos se parecen a las causas. No se trata de que Iglesias aplauda con las orejas la “ejecución” de homosexuales ahorcados como peleles de grúas a más de 40 metros de altura, estampas horripilantes que todos hemos visto, o que el interfecto se licúe de gustirrinín contemplando la lapidación de supuestas adúlteras en estadios deportivos con el graderío abarrotado de un público rugiente mientras vendedores ambulantes ofrecen a la concurrencia gaseosas y altramuces.

Sólo digo que Iglesias aceptó el mecenazgo de Irán y eso crea servidumbres. Nadie muerde, dicen, la mano que le da de comer. Y por no violentar al idolatrado macho alfa de la secta, las “mandamasas” de Podemos no se han cortado ni un mechoncito de la melena en homenaje a la difunta Mahsa Amini. Como dijo sobre el particular Yolanda Díaz: “Ando tan ocupada que no he tenido ni tiempo de ir a la pelu”. Y porque ellas van ya servidas solidarizándose con Juana Rivas, Marta Sevilla (Infancia Libre) y Rocío Carrasco, “hermana Rocío, yo sí te creo”, el nuevo vector televisivo para incorporar a las filas del ultrafeminismo revanchista a las amas de casa con estudios elementales y mayores de 50 años.

Preguntado años ha en una asamblea estudiantil por qué aceptaba trabajar en un medio financiado por esos carcundas avinagrados de los ayatolas (disponible en las redes), Pablo Iglesias respondió, y con ese excusa zanjó el debate, que cada quídam debía “cabalgar sus propias contradicciones”. Antaño se cabalgaba “el tigre”, como decía Julius Evola, pero ahora basta hacerlo, por causa del “relativismo-klinex” de usar y tirar de la izquierda, con las incongruencias que nos sirve la ocasión. No obstante, cualquiera que haya seguido la trayectoria del personaje, ve que la contradicción es en su caso relativa. A fin de cuentas Irán ha supuesto para muchos un estimable foco de irradiación anti-occidental y eso gusta en los ámbitos de la izquierda woke más radical para la que nuestro modo de vida y nuestro modelo de sociedad (democracia, libertades civiles y políticas, un cierto grado de iniciativa económica, dicho así, a grandes rasgos) es la bestia apocalíptica a derrotar. Y va de suyo, quienes combaten a mis enemigos, piensa Iglesias, son mis amigos. Y qué decir de las excelentes relaciones de Irán con Venezuela y los demás regímenes entre bolivarianos e indigenistas que crecen como champiñones en la otrora llamada Hispanoamérica.

La larga mano de Irán, es sabido, mucho tuvo que ver en el atentado perpetrado contra la aseguradora de matriz israelí AMIA de Buenos Aires que costó docenas de vidas. Correlato de aquello, el fiscal Nisman, al que “suicidaron”, cáspita, de un disparo mientras se daba un baño, elevó acusación contra Cristina Fernández de Kirchner por obstrucción a la justicia y encubrimiento (hablamos del atentado). La mandataria argentina ha sido y es asesorada por la alegre troupe de Iglesias. Entretanto a las damas del “lesbofeminismo podemoide”, que es el que rompe la pana, el que manda y dicta leyes, no en vano se autodenominan la “inqueersición”, les complacen los austeros y minimalistas modelitos de las “pasarelas” mahometanas: el chador, el hiyab, el burka, tan favorecedores. Pues esas prendas-sábana sustraen a las mujeres de las libidinosas miradas de los hombres, esos cerdos verriondos, permanentemente empalmados, réplicas a escala (aumentada) de El Fary, que consigo llevan a un monstruo heteropatriarcal y violador.

(Javier Toledanos | Escritor)

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