Juan Carlos I, ¿y cierra España? | María Sánchez

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Hay sucesos de actualidad política que dan mucho jugo a la vida de cualquier jurista. Como tal, puedo destacar desde un prisma jurídico ciertos acontecimientos de la esfera pública del Borbón que en mi corta vida he presenciado.

Podríamos hablar del salseo, como la atribución social al mismo de un homicidio (ni más ni menos que el de su hermano), la caza de elefantes (que, por cierto, legal), la corruptela que le rodea y hasta el adulterio (aunque no comprendo la incoherencia de esta sociedad liberticida, ¿acaso no mola un Rey moderno que practica el poliamor? Es un chascarrillo, con todos mis respetos a Doña Sofía, en mi opinión, una señora donde las haya) y las consecuentes demandas civiles por los supuestos hijos bastardos (oportunistas).

Pero eso es demasiado superficial. Vamos a la raíz.

Recuerdo como si fuera ayer ese 18 de junio de 2014. Yo me encontraba en la Universidad realizando un examen final de la asignatura “Constitución y Sistema de Fuentes” (o Consti I, como todos la llamábamos), cuando el Rey Juan Carlos I de España abdicó. Creo que con ese acontecimiento muchos aprendimos a conjugar tal atípico verbo.

Confundir a personas con instituciones es el error más recurrente en el ser humano. Un error milenario, como para no tenerlo en cuenta. Los escándalos del Rey Emérito son a la Corona como los casos de pederastia por curas a la Iglesia: no representativos.

Así, D. Juan Carlos I comprendió que su persona podría corromper una Institución concebida de servicio a España. Por eso, savia nueva era lo mejor que podría ocurrirle a la Corona. De hecho, en mayor medida fue un gesto aplaudido por los españoles.

Cuando esto ocurrió, se hacía recurrente el debate público de si correspondería una reforma constitucional del Título II – De la Corona. Una de las principales cuestiones que se ponían sobre la mesa era la de eliminar la preferencia del varón en la sucesión a la Corona (artículo 57.1 CE). Aunque pareciera que ya se hacía paso la perspectiva de género, créeme que aún no se decían disparates, pues la argumentación jurídica dejaba patente que la conveniencia de eliminar la preferencia del varón no nace de ninguna clase de contradicción jurídica entre mencionado artículo y el artículo 14 CE (sobre la igualdad de los españoles frente a la ley), ya que dichos preceptos tienen ámbitos de aplicación distintos en el texto constitucional y no se interfieren mutuamente. Sino que la conveniencia de eliminar esa preferencia de un sexo sobre el otro tiene una connotación social, por la progresiva conquista del papel público de la mujer.

Y realmente quiero pensar y pienso que era una propuesta inocente. Sin más misterios ocultos y sin amagos de desmantelar la Corona. De hecho, más que de proceso constituyente, se hablaba de verificar aquellas reformas mínimas que resulten inevitables.

¡Pero cuánto ha llovido en una escasa década! D. Juan Carlos, con 82 años de edad, anuncia que se marcha de España (alegando nuevamente el bien de la Institución) y la opinión pública esta vez lo apalea. El cambio no está en los hechos, sino en quienes encienden la crispación social. Esto es, quienes morirían por conseguir su República (en la que tú, español de bien, no entras).

Ahora no redunda otro tema más que el de la eliminación de la Monarquía. Fíjate lector que ya no es una reforma de la literalidad de un precepto, sino erradicar un Título completo de la Constitución Española.

En cualquier caso, la reforma del Título II – De la Corona de la Constitución Española podrá realizarse mediante procedimiento súper agravado, previsto en el artículo 168 CE, el cual requiere la disolución de las Cortes y celebración de referéndum nacional.

Y hablando de oportunismo político, ¿qué mejor momento para una convocatoria electoral y reducción necesaria de una legislatura nefasta que ahora? Quizás esto es lo que haya asustado tanto a Pedro Sánchez, que de pronto es el más monárquico del país (posición que no ha hecho más que enfrentarle a su aliado de Gobierno, republicano de cuna, Pablo Iglesias).

¡Ah! También te digo que he estado en la periferia de la casa del Rey Emérito en Estoril y parece un adosado al lado de la villa del Marqués (por sorpresa) de Galapagar.

Y sí, aunque por el título del artículo pudiste pensar que iba a abordar la marcha de D. Juan Carlos I de España, aclaro que lo más importante de la marcha del Rey Emérito (según qué periódico, el titular hace referencia a un abandono o huida, pero el juicio mejor lo haces tú, lector) no es el hecho en sí, sino las consecuencias que esto puede traer para la permanencia o no de la Institución de la Corona.

Acabo con una cita viral, erróneamente atribuida a Miguel de Cervantes (según MalditoBulo):

Querido Sancho: Compruebo con pesar, como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.

María Sánchez | Jurista

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