Izquierda infantilizada | Javier Toledano

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España no tiene izquierda nacional. Es cosa sabida. Tiene izquierda, sí, pero es antiespañola. Y es un camelo eso de que esta izquierda representa otra “España posible”. No hay tal. Esa otra España posible, la que nos dicen sus propagandistas que construirán junto a Batasuna (o como se llame el brazo político de la ETA hoy hibernada), con los separatistas (y golpistas) catalanes de ERC y de Puigdemont, y con el BNG (pronúnciese be-ene-gé), es una España fragmentada que renuncia a su acervo histórico y cultural, es la negación de España, de la comunidad política secular que conocemos y, por ende, de la igualdad legal de los españoles. No hay otra España. Pero dispone, en cambio, de una izquierda infantilizada. Y su mayor expresión, su epifanía, oropeles, pífanos y tambores, su puesta de largo han sido las concentraciones de apoyo a Pedro “Pinganillo” Sánchez, el presidente “Profundamente Enamorado”.

La comedia “reflexiva” de “Enamorado” Sánchez, no en tres, si no en cinco actos, uno por día, ha sido probablemente el espectáculo más bochornoso al que hemos asistido en las últimas décadas. De las motivaciones del interfecto para escenificar semejante patochada ya han hablado personas más doctas y de mejor criterio. De las consecuencias que se derivarán de la continuidad de este gobierno para la deseable separación de poderes, miau, para la aprobación de nuevas y más restrictivas leyes (la anti-bulos ya está en el horno) y para la impune ejecución de nuevos atropellos a la democracia, a la libertad de prensa y a la unidad de España (nos tememos las peores) también se ocuparán más sesudos analistas. Aquí lo que se pretende enfatizar es el carrusel frenético de alharacas y aspavientos en el que deviene el fenómeno de la representación política de la mano de una izquierda hiperestésica. La emotividad desbordada como argumento central, como relato, como forma y fondo confundidos.

Es la nueva era. El sentimentalismo sin freno. La pública exposición de los estados de ánimo. El abrirse en canal ante la audiencia como un actor en el escenario. Empatizar, presumir de las debilidades propias, impostadas o no, declararse vulnerable. Llorar a moco tendido. A eso nos instan en la mitad de los programas emitidos por televisión del contenido más diverso, para luego abrazarnos todos entre jeribeques de alipori con la fraternal camaradería de los Teletubbies. “Llora, hay que llorar, nadie está hecho de una pieza… llora, pues… ¿O es que no tienes entrañas, sociópata, pedazo de machirulo?”. La víscera palpitante frente al pensamiento racional. Lógicas alternativas, autopercepciones reñidas con la realidad biológica y con la naturaleza, a la que se invocará no obstante para justificar delirantes elucubraciones del tipo “los animales no pueden trabajar en el sector agrario porque no están sindicados” (un tal Sergio García, alto cargo de Podemos en el anterior gabinete… y éste era de los más despiertos). Y otras melonadas por el estilo.

El populismo descarnado y sin afeites, la exaltación del líder presuntamente carismático, llámese Zapatero o Sánchez, y con ello, la otra cara de la moneda: el señalamiento del adversario, como en aquellas imágenes siniestras de la Revolución Cultural china con funcionarios y profesores caídos en desgracia sobre un taburete y agasajados por los sans-culottes de turno a tomatazos y berzas volanderas. No faltará el letrero infamante e incriminatorio de su delito colgado del cuello y la coroza de papel engrudado como de reo de pena capital a lomos de una borriquilla camino del Auto de Fe. La recuperación de los juicios sumarísimos, el poder judicial intervenido, dependiendo de mayorías coyunturales, sea el caso de aquellos tribunales frentepopulistas convertidos en apéndices de las checas de la retaguardia. Y ya no parece una distopía: el electorado de la izquierda está hoy sobradamente preparado para el golpe, para un régimen autocrático a la manera bolivariana, para regodearse en el empobrecimiento colectivo que Colau y el exministro de anticonsumo Garzón llaman “decrecimiento económico” (salvo el de la nomenclatura, con sus dachas en Galapagar), listos para las colas de abastos y la cartilla de racionamiento sellada a cambio de fidelidad electoral (botella de aceite extra por cada disidente denunciado a las autoridades), dispuestos, en definitiva, a cambiarse por los disciplinados epsilones de “Un mundo feliz”.

Se proclama a voces la conexión directa con la gente como vector para la convivencia y se sustituyen reflexiones ponderadas por la propaganda, y mejor la más sencilla y efectista, como dijo un maestro en la materia, dirigida en términos que puedan entender los individuos más debilitados mentalmente, de lo contrario no hallará eco en un amplio segmento de la sociedad. Es decir: relativismo absoluto y quincalla, morralla conceptual. El necesario trueque de soberanía nacional por la así llamada “popular”. Leyes habilitantes, referéndum permanente por cualquier motivo y causa: por el bienestar de las mascotas o por el de las cabras montaraces. La demagogia bananera más barata y sonrojante, impropia de generaciones anteriores, recuperación de un maniqueísmo ramplón que ya creíamos superado, discursos pueriles, depauperación democrática, todo ello aderezado de monocordes consignas woke, multiculturales (que no cosmopolitas), trans, cambioclimatistas, identidades individuales sustituidas por las grupales, adiós presunción de inocencia, hola presunción de culpabilidad, difundidas alegremente por los medios de comunicación, y la jibarización localista, fractal y particularista del sentimiento de pertenencia nacional frente a las grandes naciones históricas. Todo lo enumerado anteriormente, ahora lo descubrimos, quizá sea demasiado tarde y no hay reversión posible, no son los síntomas, es el programa de una ingeniería de almas “hiperprogre” que provoca el cortocircuito sin enmienda de la civilidad. La izquierda infantilizada, consentida por una derecha acomplejada y complaciente, ya ha salido de la panza del colosal caballo de madera y desenvaina la espada para arrasar al fin, a calzón quitado, una de las arquitecturas civilizatorias, la occidental (y con ella la española) más potentes y duraderas de la Historia de la humanidad. Todos a llorar, leñe. Y el que no llore es lo peor… un hombre, de derechas, blanco y de mierda.

Javier Toledano | Escritor

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2 comentarios en «Izquierda infantilizada | Javier Toledano»

  1. De acuerdo con la descripción de la España actual y la de la izquierda en particular pero .. ¿donde está la oposición? hasta ahora, la mayoría de los españoles, habíamos vivido sin tener que inclinarnos claramente hacia una u otra opción, ahora mismo, no sabemos que piensa el líder de la derecha diferente al de la izquierda, parecen cortados por la misma tijera. Ambos defienden la agenda 2030, ambos obligaron a la población bajo su paraguas a vacunarse, ambos van quitando espacio a los automóviles privados para que no conduzcan cómodamente o puedan aparcar en los sitios de siempre, ninguno dice nada sobre la destrucción de embalses de agua, tampoco se manifiestan sobre las estelas (chemtrails) que han ido dejando, durante los tres últimos años, los aviones (qué aviones y quién los manda) por los cielos de nuestras ciudades y campos, etc.etc, Si le sumamos el ridículo papel de los medios de comunicación, haciendo de voceros del jefe supremo que los ha comprado y, con la profesionalidad de muchos «periodistas» arrastrándose por los suelos, nos hemos quedado sin base para que nuestras ideas y opiniones puedan fundamentarse con rigor. Perdiendo esa seguridad que merecemos y que nos legaron nuestros antepasados.

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  2. don Daniel nada tengo que objetar a sus consideraciones… la facción mayoritaria (cuando menos electoralmente) de la derecha ha sucumbido también a la dichosa agenda 2030… su entreguismo es absoluto, por eso es lícito hablar de una derecha complaciente, acomplejada, blandita o «cobardícola» (habitante del planeta «cobardía») que pretende confundirse con el paisaje. los motivos para el optimismo son cero coma… sólo que para poder resistir a nivel «global» como se dice ahora, primero hay que resistir a nivel «local», por nacional, y defender la idea de España como comunidad política… y a decir verdad su unidad está seriamente comprometida, mayormente por la orientación anti-nacional de «nuestra» izquierda. quizá defendiendo a España e impidiendo su desguace, defendemos al mismo tiempo ese legado civilizatorio que usted menciona

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