Iglesias y Rufián rinden culto al asesino y racista Ché Guevara:

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Pablo Iglesias demostró de nuevo cuál es el modelo que admira y que aspira implementar en España: el régimen castrista de Cuba. El líder de Podemos rindió culto al homófobo, racista y asesino Ché Guevara. En el marco de la muerte, hace 53 años, de una de las figuras más siniestras de la política en América Latina. A través de su cuenta de Twitter, el vicepresidente segundo publicó una loas al asesino que facilitó a Fidel Castro el imponer una de las dictaduras más sanguinarias de todo el mundo.

“Hace 53 años Ernesto Guevara, el Che, fue asesinado en Bolivia. Si su figura sigue despertando el odio de la derecha reaccionaria, es por lo que representa su ejemplo para la historia de la liberación de los pueblos y la justicia social. Hasta siempre comandante”, afirmó.

https://twitter.com/PabloIglesias/status/1314485207337250816?s=20 Otros políticos de la extrema izquierda siguieron los errados pasos del vicepresidente para rendir homenaje a un asesino. «Creyeron que matándolo dejaba de existir como combatiente. Ahora no está en La Higuera, ahora está en todas partes. Dondequiera que haya una causa justa que defender.’ Hasta la victoria siempre», publicó Gabriel Rufián en su cuenta de Twitter. Un comentario que le llevó a un ‘zasca’ monumental de Jorge Buxadé. https://twitter.com/Jorgebuxade/status/1314576917568409602?s=20   Más útil como material de merchandising que para el futuro de América Latina, el Ché Guevara es un ícono de la extrema izquierda, a pesar de que repudiaba justamente a los colectivos que dicen defender, como los homosexuales o las minorías raciales. El ‘carnicero de la cabaña’ ordenó la ejecución de cientos de personas sin ningún juicio y sólo por sus sospechas de falta de compromiso con la ideología comunista. Disparaba con demasiada frecuencia a sus comandantes y compañeros sin juicio y, en muchas ocasiones, era él mismo quien llevaba a cabo las ejecuciones. El “ejemplo de valor y compromiso” del que habla Iglesias ordenó el encarcelamiento de homosexuales por el mero hecho de serlo, restringió con suma dureza la libertad de prensa, trató de prohibir el rock and roll y condujo a la quiebra a Cuba. Es habitual entre los seguidores de una secta no conocer la historia real de la vida de su héroe, la verdad histórica. No es sorprendente que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores poscomunistas, también se engañen aferrándose a un mito -excepto los jóvenes argentinos entre los que cunde la expresión «tengo una remera [camiseta] del Che y no sé por qué». El vicepresidente segundo, entre otros defensores de la izquierda radical, olvidan que en enero de 1957, como indica su diario de Sierra Maestra, Guevara mató de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando información al enemigo: «Acabé con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro… Sus pertenencias ahora son mías». Luego dispararía a Aristidio, un campesino que expresó su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta víctima en concreto «realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte», no le tembló el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarría, hermano de uno de sus camaradas, por crímenes no especificados: «Tenía que pagar el precio». En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como método de tortura psicológica. Pero la «fría máquina de matar» no demostró todo el alcance de su rigor hasta que, inmediatamente después de la caída del régimen de Batista, Castro lo puso al frente de la prisión de La Cabaña. San Carlos de la Cabaña era una fortaleza de piedra utilizada para defender La Habana de los piratas ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió en un barracón militar. Guevara presidió, durante la primera mitad de 1959, uno de los momentos más oscuros de la revolución. José Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad Interamericana de Bayamón, en Puerto Rico, que perteneció al organismo a cargo de los procesos judiciales sumarios en La Cabaña, contó que el Che dirigía la Comisión Depuradora. «Se regía por la ley de La Sierra, tribunal militar, de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicción. Esto es, sabemos que: ‘Todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario’. Mi función era de instructor. Es decir, legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecutó a siete hombres». ¿Cuántas personas fueron asesinadas en La Cabaña? Pedro Corzo da una cifra de unos 200, similar a la ofrecida por Armando Lago, un catedrático de economía jubilado que ha elaborado una lista con 179 nombres como parte de un estudio sobre las ejecuciones en Cuba que le ha llevado ocho años. En cables secretos enviados por la Embajada estadounidense en La Habana al Departamento de Estado en Washington se hablaba de «más de 500»

Las frases que admira Iglesias

El Ché dejó algunas frases que demuestran los verdaderos valores que predicaba y que siquiera conocen quienes usan su rostro en una camiseta:

  • «Hay que acabar con todos los periódicos. Una revolución no se puede lograr con la libertad de prensa».
  • «Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro».
  • «¡El odio es el elemento central de nuestra lucha! El odio tan violento que impulsa al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una máquina de matar violenta y de sangre fría. Nuestros soldados tienen que ser así».
  • «Los negros, esos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño, han visto invadidos sus reales por un nuevo ejemplar de esclavo: el portugués».
  • En una carta a su padre refiriéndose a dicha ejecución escribe: «Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar».

(José Antonio Puglisi. Periodista Digital)

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