A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, se ha extendido una mentalidad de lacayo que busca supeditar España a los intereses de otras potencias, sean Inglaterra, Francia, la URSS o a Usa. El fondo de ese servilismo es un autodesprecio hispano que viene de lejos y que ganó fuerza especial, denunciada por Menéndez Pelayo, después del “desastre del 98″. Esa mentalidad, extendida entre intelectuales y políticos, se manifestó con plena fuerza durante la I Guerra Mundial. España “tenía que participar”, clamaban desde Ortega a Azaña, algunos también al lado de Alemania, aunque estos, más bien, querían evitar la participación española. ¿Por qué habría que participar? Porque ¡cómo iba a quedar aislado un país en un conflicto que afectaba al mundo entero! Y había que entrar al lado de Francia e Inglaterra, precisamente, nuestros “aliados” históricos, al parecer, y en nombre del progreso y la libertad, o lo que se les ocurriera. Claro está que quienes pagarían con su sangre serían “los de abajo”, y España no tendría nada que ganar, como no lo tuvieron Italia, Portugal o Grecia, y sí mucho que perder. En esa ocasión Alcalá-Zamora se portó como estadista evitando que el nefasto Romanones nos metiera en la contienda por un acto consumado aprovechando las vacaciones parlamentarias. También sospechó Alcalá-Zamora que en el fondo de la huelga revolucionaria de 1917 hubiera un designio, desde el exterior, para conseguir lo mismo; que bien pudiera ser. Pero, en fin, a pesar de todo España permaneció neutral, de lo que extrajo grandes beneficios, en lugar de la pobreza y desastres sociales de Portugal o Italia, no digamos de Grecia. Cambó explicó esa conveniencia para España, aunque con argumentos algo pedestres.
En la II Guerra Mundial hubo también cierto movimiento a favor de la entrada junto a Alemania, que no prosperó gracias a Franco, cuya visión de los intereses del país fue en verdad providencial. Por supuesto, había muchos partidarios de hacer del país carne de cañón de soviéticos o anglosajones, pero afortunadamente de hallaban en el exilio.
Durante la guerra fría, y ante el expansionismo soviético en una Europa dividida e impotente, Usa era la única barrera real, y en ella España cumplía una función estratégica, por lo que fue conveniente abandonar la neutralidad mediante acuerdos directos con Usa, sin necesidad de entrar en la OTAN. Esta cumplía la doble función de defender los intereses anglouseños y los antisoviéticos. Por lo tanto, la entrada en la OTAN, aunque innecesaria para España, tenía cierta defensa mientras existía la URSS y el comunismo continuaba su expansión por el mundo. Pero está bien claro que tras la implosión soviética desaparecía el peligro y la OTAN ya no suponía para España ningún beneficio, y sí la supeditación a unos poderes que invaden nuestro territorio, imponen sus intereses a España a través de los corruptos gobiernos PP-PSOE, y protegen al único país realmente amenazador para España, que pretende imitar a Inglaterra con Ceuta y Melilla.
Ahora, con motivo del conflicto OTAN-Rusia por Ucrania, es frecuente leer comentarios como estos: España, como miembro de la OTAN, tiene obligaciones que debe cumplir como “aliado fiable y leal”. Como si las potencias dominantes de la OTAN tuvieran alguna obligación con España o fueran “fiables y leales” hacia ella. Y como si tuviéramos que hacer nuestro el conflicto entre la OTAN y Rusia. Por todas las evidencias, la OTAN está rodeando a Rusia de bases militares y pretende extenderse por Ucrania, lo cual considera Moscú una amenaza a su seguridad. No es Rusia quien rodea de bases a la OTAN, y el gobierno ucraniano tiene la posibilidad de declararse neutral, como Finlandia, beneficiándose de las relaciones al este y al oeste, pero prefiere mantener una política antirrusa en contra de parte de la población ucraniana y amenazando la paz en Europa.
Esto parece el análisis más ajustado a la realidad, pero en todo caso, ¿qué tiene España que ver en eso? España no tiene ningún conflicto con Rusia y sí, gravísimo, con sus supuestos “aliados y amigos”, por cuyos intereses se dedica a provocar militarmente a Moscú. Esta es la realidad de unos gobiernos de espíritu lacayo y antiespañol que ya han cometido bastantes fechorías promoviendo los separatismos hasta llegar al golpe de estado permanente, satelizando el país a potencias ajenas que lo colonizan culturalmente, y formando un ejército cipayo embarcado en operaciones de interés ajeno, bajo mando ajeno y en lengua ajena. Es, por tanto, la hora de plantear claramente una política real de independencia, que significa la neutralidad de España. Y la superación de una desgraciada etapa dominada por partidos corruptos e hispanófobos.
Pío Moa | Escritor