Eutanasia, covid y suicidio | Mariano M-Aedo

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El gobierno acelera para tener la eutanasia cuanto antes aprobada en España.  Demuestra cómo, a pesar de sus campañas mediáticas, no le importa la tremenda crisis social, económica y sanitaria del Covid sólo les importa por una parte en cuanto no les perjudique electoralmente y por otra para aprovechar el río revuelto del eterno estado de alarma y acelerar en su programa ideológico.

Sí, incluso a quien pudiera creer de verdad en la procedencia de la eutanasia, pensaría que debe haber un debate público para explicar las “bondades” de la misma, para disipar los falsos temores de tantos “retrógrados” que lanzan “hipócritamente” tristes profecías sobre el horror de la eutanasia.  Sin embargo, si lo que se quiere es imponerla legalmente, buscando acallar en lo posible cualquier voz discrepante, lo mejor es correr, aprovechando la anómala situación actual, el recorte de libertades y el ruido mediático de la crisis del Covid para buscar el menor debate público posible.

Tampoco parece que el gobierno se sienta interpelado por el enorme drama de las muertes por Covid y la sensibilización social existente para lanzar un proyecto que permita matar a enfermos en los hospitales, mientras todo el mundo está preocupado por la imposibilidad de los mismos de atender a los afectados por el Covid, sin desatender a los demás enfermos (a falta de datos actuales, ya se denunció un aumento de las listas de espera de 2 meses).

Y hay otro asunto íntimamente relacionado con la eutanasia y del que no se suele hablar: los suicidios.  Este fenómeno trágico que muestra el fracaso más total de las personas y en cierto sentido de la sociedad que los engloba, suele ocultarse, según afirman para evitar un posible efecto contagio.  En cualquier caso, les viene bien a las autoridades no hablar de él para evitar recriminaciones por su absentismo, más allá de poner vallas en viaductos y torres para que no les sea tan fácil a los suicidas tirarse por ellos.

Pues bien, en 2.018, último año con datos oficiales, aunque ya no tengan estadística propia sino esté escondido en una general de defunciones, el número de suicidios en España fue de 3.539 personas.   Casi el doble que en accidentes de tráfico, trece veces más que homicidios, un 12% más que las debidas a caídas accidentales, etc.  Un número importante que debería hacernos reflexionar como sociedad y llevarnos a cambios que ayudaran a todas estas personas que por diversas causas llegan al suicidio.  Con especial incidencia en algunas regiones como Canarias, Murcia o Asturias donde suponen más del 1% de las muertes.  Y que suponen más del 13% de las muertes entre los 15 y los 39 años.

Pues bien, frente a esto, el gobierno ahora llega y promueve la eutanasia, dándoles a estas personas vulnerables y en peligro el mensaje “alentador” de que matarse es maravilloso, todo un “derecho” y para ello hasta la palabra es inadecuada: “eutanasia” significa buena muerte, algo completamente opuesto a esta muerte programada.  Parecería irónico que se plantee ahora, justo cuando los avances médicos y los medios técnicos existentes posibilitan unos cuidados paliativos capaces de combatir eficazmente el sufrimiento.

Otro aspecto embellecedor de esta cruel iniciativa gubernamental es la calificación de “digna”, aquí además de sus habilidades propagandísticas (que son muchas, hay que reconocérselo), muestra la profunda inhumanidad e incoherencia de su ideología, donde mientras por una parte se alaba retóricamente a los pobres y marginados, se valora realmente la dignidad de la vida, y por tanto, de la muerte de acuerdo con la utilidad y éxito social, todo un paradigma del capitalismo más feroz e inhumano.  Trabajas, haces cosas interesantes, etc…  eres una persona digna de vivir.  Ya no eres útil, sólo molestas a los demás,….   deberías no ser egoísta y pedir que te eliminen de una vez.

Este auténtica perspectiva nos sitúa en lo fundamental de la cuestión: ¿es el hombre un ser digno de vivir o está sujeto a circunstancias como la valía social, la utilidad, o cualquier otra forma de expresar de que la dignidad humana depende de lo que “vales”/”haces”? 

Si nos inclináramos por la segunda solución, es razonable la actuación de regímenes como el soviético o el nazi, la eutanasia, el aborto, la pena de muerte, la esterilización o la eliminación de las personas inútiles es razonable e incluso conveniente.  Y evidentemente los derechos humanos hay que reescribirlos, supeditándolos a esa “valía social”, de forma que en lugar de “Todos los seres humanos…” como proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU se ponga: “Todos los derechos humanos válidos…” o expresión equivalente.

Pero si de verdad creemos en la inalienable dignidad de la persona humana, no podemos aceptar alegremente que se imponga el suicidio voluntario (de momento) para los enfermos con problemas graves.

Cualquier persona que respete la dignidad humana no puede sino sentir que la mal llamada eutanasia (“acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente” según definición del OMS) es un vergonzante abandono de los más débiles de los mayores y/o enfermos terminales para que no molesten ni consuman recursos públicos.  Especialmente pienso en aquellos más jóvenes y más sanos, que pueden verlo como algo tan lejano que no les atañe. Si cerramos los ojos y los oídos, algún día nos encontraremos también nosotros amenazados por la eutanasia.  En Holanda ya plantean legalizarla para mayores “cansados” de vivir, y hablan de mayores de 55 años…

En esa misma Holanda, pionera de la eutanasia (o mejor dicho suicidio voluntario o voluntariado) muchos ancianos huyen del país para evitar el peligro de que los “suiciden”, en un auténtico “plebiscito con los pies”. En definitiva, no se trata de que la gente pueda suicidarse sino de ayudar a todos que tengan grandes problemas, con cuidados paliativos y las medias que hoy felizmente existen.  No caigamos en la “euta-naúsea” o puede que algún día la suframos también nosotros…

Mariano M-Aedo | Vicepresidente IPF

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