España, un país sin voz propia: de la sumisión occidental a la obediencia comunista

España no ha sido un país soberano en décadas. Lo que algunos llaman autonomía nacional o soberanía ha sido siempre una ficción útil para los burócratas. Primero fuimos siervos de la Unión Europea, de la OTAN, de EEUU. Hoy lo empezamos a serlo de China, de Rusia, del Grupo de Puebla, de los regímenes bolivarianos y sus aliados ideológicos.

Pedro Sánchez, lejos de romper con esta dinámica de subordinación y sumisión, ha optado por cambiar de cadenas. Del control financiero y normativo de Bruselas, ha pasado a abrir las puertas del Estado español a intereses comunistas y autocráticos como China, disfrazándolo de “multilateralismo progresista”. Pero el resultado es el mismo: España sigue sin ser libre.

No es independencia, es cambio de amo. El relato oficial pretende convencernos de que abandonar una dependencia significa recuperar soberanía. Nada más lejos de la realidad. Eso no es ser independiente, es cambiar de amo. Entre autocracias anda la cosa. Y efectivamente, eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez: sustituir una sumisión por otra, sin que medie el menor intento de restaurar la dignidad nacional.

Mientras líderes como Donald Trump o Viktor Orbán apuestan por reforzar las estructuras nacionales y recuperar la soberanía nacional, España se entrega al juego de potencias contrarias a nuestra tradición, a nuestra identidad y a nuestros intereses.

No decidimos nuestra política económica. La dependencia de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo es absoluta. Vivimos pendientes de los fondos europeos, de las directrices verdes de Bruselas y de las condiciones impuestas para el reparto de subvenciones. Pero, además, estamos atando nuestra economía a las inversiones de capitales chinos en sectores estratégicos, como la energía, las telecomunicaciones o las infraestructuras.

En vez de reforzar la producción nacional, fomentar la autosuficiencia o proteger sectores clave, Sánchez sigue entregando trozos del país a intereses extranjeros. En nombre de una descarbonización impuesta y tecnocrática, hemos renunciado a nuestra soberanía energética.

Sin defensa, sin justicia, sin orgullo nacional. Nuestra defensa nacional es simbólica. No tenemos capacidad de respuesta real ante amenazas externas. Dependemos de la OTAN, pero a la vez nos alejamos de sus postulados estratégicos. Además, no garantizan la defensa de Ceuta, Melilla y Gibraltar. Dependemos de terceros en defensa pero no garantizan nuestro territorio.

La justicia española, por su parte, está cada vez más subordinada a tribunales europeos. Las decisiones clave acaban en Luxemburgo, mientras que nuestras órdenes de extradición son ignoradas impunemente por países miembros de la UE.

Y pese a esta humillación constante, Sánchez no reacciona. No protesta. No se planta. Es, como bien se describe, «cobarde y acomplejado a nivel internacional. Es un títere».

La sumisión exterior tiene consecuencias internas. El precio de ser serviles es perder la nación. Un Estado que no es soberano no puede proteger la familia, la vida, la identidad ni la libertad de sus ciudadanos. Todo queda supeditado al guion dictado por otros. Y cuando ese guion viene de China, Irán, Marruecos, EEUU, Reino Unido, Israel, etc., los valores que se imponen son abiertamente hostiles a nuestra civilización.

España no ha dejado de ser soberana porque desde hace décadas lo ha dejado de ser. Lo trágico es que ahora nos alejamos aún más de esa meta, cayendo bajo la influencia de regímenes totalitarios que desprecian nuestras raíces, nuestra historia y nuestro derecho a decidir nuestro destino.

Si queremos que España recupere su dignidad como Nación, debemos romper con esta cadena de sumisiones ideológicas, económicas, políticas y de defensa. La soberanía no se delega ni se negocia; se defiende. Decir un rotundo NO a cualquier intento de dependencia —ya venga de Bruselas, de Washington, de Pekín o de Moscú— es el primer paso para reconstruir una España fuerte, libre y orgullosa de sí misma. Cada cesión de poder a organismos supranacionales, cada tratado que antepone intereses ajenos a los nuestros, es una puñalada a la independencia nacional.

La prioridad debe ser España. No estamos en el mundo para servir de peones en los tableros de poder globalistas ni de comparsas en agendas ideológicas ajenas. La defensa, la economía, la cultura, la unidad territorial y la política exterior deben estar al servicio exclusivo del pueblo español. Solo así dejaremos de ser el eco servil de intereses extranjeros y comenzaremos a ser la voz firme de una España soberana, que se gobierna a sí misma y protege lo que le pertenece por derecho.

Este no es un debate técnico. Es una lucha existencial. Recuperar la soberanía o dejar de ser una nación. No hay término medio.

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1 comentario en «España, un país sin voz propia: de la sumisión occidental a la obediencia comunista»

  1. AMEN, Señor Julio Garcia!!

    Deshacer lo que los ‘zurdos’ vienen haciendo por varias décadas ‘no es moco de pavo’, pero tampoco imposible!

    Si nos gusta lo que esta ocurriendo sigamos haciendo lo mismo, pero si usamos el sentido común todo se puede conseguir.

    Salvar nuestra propia dignidad y la de nuestro país de los seres perversos maquiavélicos!

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