Ernest Urtasun Domènech, un cántaro vacío | Francisco Gilet

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El nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de la cuota de Sumar, cerraba el año en una entrevista en la cadena SER donde, intentando presumir de haber vivido en Bélgica, no se le ocurrió otra cosa que comparar el genocidio del colonialismo belga en África con España, generando una enorme polvareda por la inexactitud de su comparación y su desconocimiento de la historia. En Bélgica hay un museo sobre África que era terrorífico, racista, colonialista… Y Bélgica ha cambiado radicalmente su museo. Creo que es algo que nosotros, poco a poco, tenemos que empezar a hacer ¿Cómo lo haremos? Aún estamos mirando medidas concretas, pero nosotros hemos heredado esa cultura colonial que tenemos que ver», señalaba Ernest Urtasun.

El personaje en cuestión no es sino el actual ministro de Cultura del numeroso gobierno social comunista de España; Ernest Urtasun Domenech. En cierta manera, no es posible calificarle como ignorante dada su licenciatura en Económicas y su posgrado en Relaciones Internacionales. Aunque, alguna perla nos ha ido dejando ya desde el inicio de su gestión ministerial, por llamarla de alguna forma. El confundir el lustro de cinco años con el medio siglo, seguramente es un indicio de esa “erudición” que atesora. Sin embargo, ese supuesto desliz se ha visto superado e incrementado al descubrirnos que para el ministro de cultura español ― obviamente hispanófobo ― la acción de España en Hispanoamérica es equiparable a la del reino de Bélgica en el Congo.

“En Bélgica hay un museo sobre África que era terrorífico, racista, colonialista… Y Bélgica ha cambiado radicalmente su museo”. Nosotros hemos heredado esa cultura colonial que tenemos que ver” Dejando de lado que yerra con el tiempo de los verbos, esa frase denota dos profundas ignorancias; la primera que no tiene ni idea de lo que significó para al pueblo del Congo la ocupación del segundo rey de los belgas, Leopoldo II. La Conferencia de Berlín, también conocida como la Conferencia del Congo o Conferencia de África Occidental, celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, le concedió al rey belga, personalmente, la posesión de la conocida como cuenca del río Congo. Y el monarca tenía una sola ambición, primero obtener grandes cantidades de marfil y luego recolectar caucho silvestre. Para ello, el dominio personal del monarca belga no tuvo inconveniente alguno en crear una política laboral conocida como el “sistema del caucho rojo”. Los congoleños tenían la obligación de cumplir con los mínimos de recolección del caucho y para obligar se instituyó la Force Publique. Los nativos que se negaron a someterse al trabajo esclavo fueron coaccionados con «constreñimiento y represión». Los disidentes eran golpeados o azotados con un chicote, se tomaban a mujeres y ancianos como rehenes para garantizar la pronta recogida y se enviaron expediciones punitivas para destruir y saquear las aldeas que se negaban a cooperar. La amputación de las manos fue algo habitual y cotidiano. Seguir con este relato nos conduciría al concepto “genocidio”. Los historiadores se refieren a diez millones de muertos durante el dominio belga de 1885 a 1908. Es decir, algo más de cuatro lustros sobre 2,4 millones de kms cuadrados.

Dando la vuelta a la frase del ignorante ministro, la comparación con la conquista, evangelización, culturización, administración del Imperio de España, 30 millones de kms cuadrados, durante más de tres siglos, es similar a hacerlo con la noche y el día.

Mientras se estima que la tripanosomiasis africana mató a más de 500.000 congoleños sólo en 1901, ya en 1524, el conquistador Hernán Cortés, fundó un hospital que llamó de la Purísima Concepción, posteriormente, Hospital de Jesús. Y siguiendo su ejemplo, puede afirmarse que cuando España abandonó Hispanoamérica había levantado más de 1.200 centros sanitarios. También dejó 32 universidades en funcionamiento, levantadas tanto para indígenas, como para peninsulares y mestizos. Mestizaje, un concepto que no puede aplicarse en el Congo belga, y sobre el cual ya Fernando el católico en 1514 dictó una Ordenanza favoreciendo los matrimonios con indígenas, súbditos también de la Corona.

España fundó ciudades con una planificación urbana diseñada desde la Corona, levantó acueductos, fundó misiones, escolarizó en colegios.  En el año 1521, en Santo Domingo, ya se levantó la Catedral de San Juan Bautista y en Nueva España, hoy México, se construyeron 32, a las cuales hay que añadir las de Lima, Santiago…

La comparación de la labor española en los Virreinatos, no colonias, con el genocidio en el Congo resulta una estupidez. España en Hispanoamérica no solamente cristianizó, sino que también civilizó, depositó su esencia occidental, aportó cultura, lengua, arte, ciencia, inventos, hasta instauró un mestizaje bajo una legislación común para todos, considerados ya por la reina Isabel como súbditos de la Corona, sin distinción alguna. Es decir, hablar de colonización en Hispanoamérica es demostrar no solamente una ignorancia supina, sino una animadversión hacia todo lo que significa y significó España.

En el ignorante ministro es una espléndida demostración de su ansia no de gestionar la cultura, sino de adoctrinar mediante la cultura. Un aspecto de esa nefasta política que significó y significa el comunismo.

Muy cierto que “todo lo que no se sabe ni se quiere saber, se desprecia”, pero también lo es que “los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen”, según expresión de un rey sabio, Alfonso X.

Francisco Gilet / Coordinador de España en la Historia/ Enraizados

2 comentarios en «Ernest Urtasun Domènech, un cántaro vacío | Francisco Gilet»

  1. Mi apreciado amigo y compañero «enraizado», Francisco Guilet, le acaba de dar un repaso a este ignorante de manual que no sé si le servirá para algo, supongo que no, porque además, a su supina ignorancia, suma una hispanofobia digna del mejor social-comunista. Después del antedicho repaso, al sr Urtasun sólo le queda dimitir, esconderse lo más posible y, si no por propia iniciativa, ser cesado por quien, a sabiendas del percal, lo nombró ministro, en esta caso, de incultura, por mucha economía que sepa. Por cierto, cuando tenga tiempo, le recomiendo unas buenas clases de Don Francisco.

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  2. D. Francisco Gilet, es un gusto, y una esperanza, ver qué aún quedan personas lúcidas y valientes. Le mando con mi consideración un cordial saludo.

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