Érase una vez… | Paco Álvarez

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Así empezaban los cuentos cuando todos sabíamos distinguir los cuentos de la realidad. De pronto “ellos” empezaron a decir que no había verdad, sino postverdad, que cada quien podía tener “su” punto de vista sobre la realidad  y la gente dejó de entender qué es lo que era un cuento y cuál era entonces la verdad. Por eso Putin dice que está “desnazificando” Ucrania y hay quien le cree. Por eso hay gente que dice “No a la guerra” en vez de ¡No a la Invasión! Estamos en un mundo en el que las cosas no se llaman como antes se llamaban, un mundo con un nuevo lenguaje impuesto desde el poder, con un único pensamiento admitido, con un Estado que dejó de mirar por el bien común para defender su propia agenda de desmontaje de las instituciones, un mundo en el que la corrección política define cómo deben llamarse las calles o que el franquismo es un peligro real mientras dice que ETA pasó a la historia. También llaman migrantes a los mozos que asaltan la frontera o niñes a nuestros hijos. No es un cuento, está pasando. Lo estamos viendo, aunque nos quieran dormir con tanto cuento.

Está claro que estamos en el fin del mundo tal y como lo conocíamos, al menos en el fin del mundo democrático occidental y por desgracia el Armagedón es mucho más cutre de como nos lo habíamos imaginado. Está nuestra civilización cayendo en la ignorancia más supina y en la desmemoria; nadie recuerda ya lo que pasó ayer mismo y cualquier cosa si tiene los suficientes likes, es válida como “relato”. Aunque le hemeroteca lo contradiga, pasa a las noticias como si fuera verdad. Gracias al posmodernismo nos hemos convertido en la primera civilización de la Historia que ha amparado y abrazado en su seno una doctrina destinada a su autodestrucción, una “cultura del contrario” que rechaza nuestra propia Historia y nuestra Democracia, tanto que tiene que venir Putin con sus tanques y misiles para que nos demos cuenta que nuestra libertad es algo que pueden quitarnos de las manos. Tanto que en la tele a una turba de miles de bárbaros armados de garfios y palos que invaden Melilla les llaman “migrantes” y el Defensor del Pueblo Español, en vez de defender España, solicita explicaciones sobre la actuación policial en la represión de esa invasión.

Mientras tanto vivimos en una época de cuentos, de corrección política, donde lo importante no es que algo sea verdad, sino que sea correcto decirlo. No sea que alguien se ofenda. Una época en la que conscientes de que estamos ante el fin de la civilización “as we knew it”, tendremos que elegir entre si queremos ser moros, chinos o rusos. Porque Europa durará lo que tarden los musulmanes en ser más que los cristianos. Al ritmo actual de natalidad, unos 27 años en Francia, antes en Bélgica…

No. No es racismo decir que la frontera debe ser inviolable. No. No son “migrantes” son jóvenes en edad militar, armados. Tenemos que decirlo. Aunque no les guste a los que mandan, o precisamente, porque no les va a gustar. Hay cuentos y cuentos. En Primaria ya no les van a enseñar ni los números romanos, porque para qué, mejor que sean idiotas los niños desde pequeños, que ni siquiera van a saber decir las calles con nombre de Rey…

Vamos conociendo que  las naves grises no volverán a cruzar el mar hacia Troya y que estamos sin referencia alguna sobre dónde queda Ítaca o acerca de quién fue Cicerón (demasiada cultura), por no hablar de Jesucristo. Sólo nos queda gritar la verdad contra el viento entre tanto cuento. Los comunistas dicen que no hay que dar armas al pueblo ucraniano para no echar más leña al fuego. Supongo, siguiendo su razonamiento, que también habrían estado en contra de que en nuestra pasada guerra civil, se armara a los milicianos ¿no?.

Y este final de occidente no es cosa de risa. Ahora los pocos humoristas que quedan tienen que empezar sus monólogos explicando que no quieren ofender a nadie y que lo que van a hacer es “ficción”, no sea que les crucifiquen en las redes. Da igual. Estamos todos cabreados y el humor ya casi no existe. Mandan los cuentistas. Me dicen que van a rebautizar 10 Negritos, de Agatha Christie, porque queda racista. Y digo yo, ya puestos, que quemen todos los libros que no tengan perspectiva de género o de raza porque total, mientras arde Kiev, eso es lo importante… Eso y que una niña de 16 años pueda abortar sin consultar con sus padres.

Antes la intención de los artistas era hacer algo que no pasara desapercibido. Hoy ya no. Hoy se conforman con no ofender. Si sólo hacemos cosas que no ofendan, estaremos haciendo obras inofensivas, inanes, inútiles. Que no le importen a nadie. Como muestra valen casi todas las pelis de los Goya, incluyendo el corto premiado que fue visto por 14 personas. Ya está bien. A mí me gustan los Goya, pero los cuadros. En estos tiempos es mejor ser ofensivo que in-ofensivo. Creo que deberíamos tener toda la intención de ofender a los ofendidos, a esos que nos dicen que viene el lobo mientras pactan con Bildu y liberan a Fiti, autor material del asesinato de por ejemplo: Silvia Pino, de siete años, Silvia Ballarín, de seis años, Rocío Capilla, de 12 años y de las gemelas Miriam y Ester Barrera Alcaraz, de tres años, entre otros… Yo no soy de extrema derecha, ni ucraniano, pero sé de qué lado hay que estar en ambos casos. Hay unos que invaden, que agreden, que matan a niñas y otros que no. Y no es un cuento. Aunque digan que los Reyes Católicos y Blas de Lezo fueron franquistas, todavía algunos no nos creemos los cuentos con los que nos quieren hacer dormir.

Espero que este artículo circule, que les llegue, que se ofendan por mis ofensas. No pido perdón por ellas. Soy otro intolerante con los antidemócratas. En estos tiempos, los que se autodenominan tolerantes son aquellos que no lo son; por ejemplo los nacionalistas, los comunistas… Vivimos tiempos confusos, o no tanto. Así nos va. Si alguien cree que España es racista verá que por ejemplo, los conguitos confirman su teoría (junto con el Colacao). De hecho, todo el chocolate, puro o con leche, la bola negra del billar y el café, pasando por el negro del luto y el black label son ejemplos que confirman y conforman el racismo de nuestra sociedad. Podríamos decir que hasta la pata negra todo es toro.

Supongo que hay quien en Ucrania llamaría “migrantes” a los hijos de Putin que a lomos de carros de combate “migran” hacia Kiev… En las democracias se suponía que había que crear consensos, hacer políticas de Estado, buscar la manera en la que la mayor parte de la población estuviera de acuerdo en las grandes cosas, en los grandes temas: Justicia igual para todos, oportunidades iguales para todos. Defensa, Educación igual… Ahora se busca crear antagonismos, incluso en el gobierno no se ponen de acuerdo en casi nada (salvo en que quieren seguir en la poltrona), incluso si unos tiarrones invaden Melilla, a los de Podemos les parece que hay que investigar por qué la Policía no les repartió piruletas. Nuestros sistemas pierden Democracia cada día y mientras nos miramos el ombligo a ver quién lo tiene más redondo, Rusia decide qué países pueden estar o no en la OTAN… Y si no hacemos lo que dicen, pues el fin del mundo: Pero tranquilos, que los migrantes son bienvenidos…

Si no paramos a Putin en Ucrania, a lo mejor terminamos teniendo que pararle en Letonia, o en Finlandia… o en otro Dos de Mayo. Si no paramos la invasión de Ceuta y Melilla, terminaremos intentando parar la invasión de Canarias o la de Andalucía. No es un cuento. No es cuestión de opinión. Es la realidad.

Érase una vez que en medio de una guerra, con los etarras en la calle, los jóvenes africanos (sólo tíos, ni una mujer, ni un niño ni un anciano) invadiéndonos, y medio gobierno preocupado por el 8 de marzo, no tenemos ni oposición porque a Teo no le gustaba Isabel y se puso a jugar a Maquiavelo. Parece un cuento, pero es nuestra realidad. El que yo sea un paranoico no implica que no haya realmente un montón de gente persiguiéndome… Lo que si es cierto, es que mientras tanto, Putin avanza… Érase una vez un ruso que quería dominarlos a todos…

Paco Álvarez | Escritor

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