El concepto de equilibrio forma parte de nuestras vidas. No se trata sólo de un concepto físico de extraordinaria importancia, ya que satisfacerlo permite no solo cosas tan importantes como que un edificio se mantenga en pie, sino que también su analogía puede llevarse a otros ámbitos.
La real academia de la lengua da varias acepciones para el término “equilibrio” entre las que yo destacaría dos:
“Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.” (concepto físico)
“Ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios.” (comportamiento humano)
Como consecuencia de la pandemia que vivimos, se ha producido una situación excepcional a nivel sanitario, económico y social que vamos a tener no pocas dificultades en superar. No es descartable que España tenga que ser intervenida por la UE, circunstancia que, visto lo visto, tal vez no sea la peor de las soluciones. Eso demostraría la falta de confianza de la UE en la aptitud de los que nos gobiernan para recuperar el pulso económico del país y la convergencia económica con Europa.
La escasez de dinero y el alto nivel de endeudamiento hacen difícil que se pueda encarar con solvencia las ayudas económicas que se van a necesitar para reflotar la economía, ayudar a las familias más vulnerables y a los autónomos y PYMES en situación de precariedad.
Europa no quiere emitir los eurobonos que nos permitirían tener liquidez, aludiendo a que España no ha hecho los deberes en relación con la senda de déficit. Además, no entienden la actitud de nuestro gobierno que, con la que está cayendo, incrementa el gasto político con más ministerios, más subsecretarios y directores generales que ningún otro gobierno anterior sin motivo razonable que lo justifique.
Pocos gestos solidarios han hecho los políticos durante lo que hasta ahora hemos vivido de la pandemia y estos han sido poco menos que testimoniales. Políticos que gozan de enormes privilegios laborales respecto al resto de los ciudadanos. Sospecho que pocos gestos más harán de aquí hasta que la situación de alerta acabe.
En esta situación difícil, el gobierno intenta sacar adelante el proyecto de ley del ingreso vital mínimo que, a diferencia del concepto de renta básica, pretende garantizar a cada ciudadano de este país una cantidad que le permita vivir dignamente. La percepción de estas cantidades se asignaría sin condiciones ni obligaciones y sería compatible con la percepción de cualquier otro tipo de ingresos que el individuo tuviese. El ingreso mínimo vital se aplicaría, según el informe de la AIREF, también a las personas en situación irregular residentes en España dadas de alta en algún censo. Presupongo que esta medida desalentará a mucha gente en la búsqueda activa de empleo y supondrá un efecto llamada a la inmigración ilegal que será todavía mucho más difícil de controlar que lo es actualmente. Esta nueva ley tampoco supondrá mejora en la reducción de la economía sumergida.
La analogía del equilibrio si lo llevamos a la economía nos dice que para que todo esto se sostenga los ingresos tienen al menos que ser iguales a los gastos para que con ello la situación sea sostenible y no acabe sumergiéndonos en una deriva de la que no haya salida.
¿De dónde se va a sacar el dinero para sufragar esta ley?
Pues previsiblemente de una subida de impuestos, en donde se grabará especialmente más a los que más riqueza y valor añadido creen. Otra vez vemos, como la ley del equilibrio entra en juego haciendo que para que unos puedan tener más derechos, otros deben tener más obligaciones. Posiblemente habrá quien no esté dispuesto a seguir este juego, y decida probar suerte creando riqueza y valor añadido en otro país.
Tal vez sean las pensiones contributivas las que paguen el pato de estas alegrías con un futuro de recortes y congelaciones. Aquí entraremos ya en un problema de justicia, porque recordemos que las pensiones contributivas son un derecho ganado por el beneficiario a lo largo de muchos años de cotización. Seguro que se dirá que el sistema no es sostenible y que hay que asegurar la sostenibilidad antes que la justicia. La justicia supone dar a cada uno lo que le corresponde. El problema, a la larga, es que si aceptamos esta justificación siempre habrá alguna nueva razón que justificará nuevos recortes para seguir defendiendo el argumento manido de garantizar la sostenibilidad a costa de la justicia. Esto da todo el juego que quieran los gobernantes y que nosotros queramos aceptar.
De donde estoy seguro que no se va ahorrar ni un solo euro para financiar este proyecto es en hacer más eficaz el gasto político y administrativo del elefantiásico estado autonómico. Supongo que nadie ignora que España es el país de Europa con más políticos y funcionarios nacionales por cada millón de habitantes. Desgraciadamente eso no hace que las cosas funcionen mejor que en otros países.
Como decía al principio, es obvio que en la situación actual y de forma temporal hay que hacer frente a gastos extraordinarios que van a suponer un inevitable endeudamiento para hacer frente a la emergencia sanitaria, económica y social.
Una vez hayamos superado esta situación, llegará el momento de la sensatez. El gobierno deberá ceñirse a la senda de la austeridad para eliminar el déficit y reducir la deuda pública, simplificando el modelo de estado y haciéndolo más eficaz y menos costoso. Deberá hacer, entre otras cosas, recortes significativos en el número de políticos y sus privilegios. A partir de entonces, la única deuda que debería contraerse es la auto-amortizable. Es decir, aquella se contrae para invertirla en crear riqueza que permita a su vez reducir deuda. Será imprescindible fomentar el emprendimiento, buscando el objetivo del pleno empleo. Para asegurar justicia y sostenibilidad, también será necesaria una ley que blinde las pensiones contributivas y rentabilice adecuadamente las contribuciones de los trabajadores a las mismas.
En un edificio, cuando el equilibrio se pierde, el edificio se viene abajo. Un estado ineficaz que despilfarra sus recursos y desalienta la creación de riqueza, sin duda tendrá un devenir ruinoso. Deseo que ese futuro no sea el objetivo, por interés electoral, de los partidos que nos gobiernan.