7.595 personas murieron en 2020 por inyección letal. Una de cada cinco no tenía problemas con el dolor derivado de la enfermedad, pero sí con la «soledad y el aislamiento».
Los casos de eutanasia en Canadá se han incrementado en un 17% en 2020: 7.595 personas recibieron la inyección letal, llevando los fallecimientos por “buena muerte” al 2,5% del total. El portavoz del ministro de Sanidad, Abbie Hoffman, señaló con satisfacción que se observa, por parte de los canadienses, «una mayor conciencia y una mayor aceptación del Maid (Medical Assistance in Dying) como opción para poner fin a la vida». Pero al analizar el informe anual del gobierno, hay poco de qué alegrarse.
Eutanasia, remedio para la soledad
Si el 69,1% de los canadienses que murieron por eutanasia -5.248 pacientes- la solicitaron y la obtuvieron por estar enfermos de cáncer (incluso en ausencia de una valoración por parte de un oncólogo sobre la evolución de la enfermedad), solo el 57,4% citó como motivación «la incapacidad para hacer frente al dolor». Si casi todos, más del 80%, hablaron de «incapacidad para realizar actividades significativas», hasta un 35,9% explicaron «considerarse a sí mismos como una carga para la familia, los amigos o los profesionales de la salud», mientras que el 18,6% habló de «aislamiento y soledad». La pérdida de autonomía supuso solo el 1,9% del total de los casos. Además, el 15% de los pacientes solicitó cuidados paliativos y no los recibió, mientras que el 3,8% solicitó ayudas por discapacidad, sin recibir ninguna. 59 personas no fueron consultadas directamente antes de recibir la inyección letal y en el informe no se proporciona ninguna explicación para este gravísimo fallo.about:blank
¿Es todo normal para Canadá?
El hecho de que casi uno de cada cinco canadienses que tuvieron acceso a la eutanasia la solicitaron porque se sentían solos, debería ser una señal de alerta. ¿Sirve entonces la eutanasia para “curar” la soledad eliminando a la persona que está sola? No ha habido respuesta por parte del gobierno canadiense, solo una siniestra autocomplacencia.
(Infovaticana)